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La película que tienes que ver tras los Juegos Olímpicos de París: un clásico que no pasa de moda
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ALAS EN LOS PIES

La película que tienes que ver tras los Juegos Olímpicos de París: un clásico que no pasa de moda

Esta cinta de Hugh Hudson es una oda al deporte y uno de los iconos del cine que conjuga esfuerzo y talento a través de la titánica carrera de dos atletas británicos que existieron en la vida real

Foto: Un momento de la película 'Carros de fuego'. (20 th Century Fox)
Un momento de la película 'Carros de fuego'. (20 th Century Fox)

La búsqueda permanente de la excelencia supone cargar en ocasiones con una mochila demasiado pesada. A veces, los caminos de los deportistas de élite se bifurcan: unos están llenos de espinas, y otros de rosas (más o menos marchitas). Hay tenistas, nadadores y corredores que son claros ejemplos del talento. Otros, en cambio, despuntan por su esfuerzo, y, sin embargo, no siempre el que sube al podio es el mejor de ambos contrincantes. Es precisamente esta filosofía la que quiso plasmar Hugh Hudson en su icónica película Carros de fuego, estrenada en 1981.

Ganadora de 4 premios Oscar, 3 BAFTA y un Globo de Oro, esta cinta se basa en la historia de los atletas británicos, uno cristiano y otro judío. Harold Abrahams y Eric Liddell personifican una lucha de opuestos. Carros de fuego es una oda al deporte en el que subyace un mensaje que perfectamente podría calar en la época actual. Aunque hayan pasado varias décadas desde su estreno, su esencia olímpica es atemporal.

Foto: Fotograma de la película documental 'La inspiración más profunda' (Netflix)

La superación personal no entiende de edad, orígenes ni género. Uno de los medallistas olímpicos se ve lo suficientemente motivado teniendo presente a Dios en cada una de las etapas de la carrera, mientras que el otro tiene un concepto diferente del triunfo. En la mente del público, sigue resonando esta reveladora frase de Carros de fuego. "Mi arrogancia llega tan lejos como lo exige mi conciencia".

Protagonistas de carne y hueso

El reflejo del emocionante, pero irrespirable escenario de lágrimas, sudor y lágrimas por el que desfilan los protagonistas de Carros de fuego se ha trasladado este año a los Juegos Olímpicos de París. "La mala suerte" ha vuelto a cebarse con España. Carolina Marín tuvo que abandonar la competición de bádminton por una lesión de rodilla, y Carlos Alcaraz, bautizado por su entrenador como el "Tarzán" del tenis, se quedó a las puertas de ganar su primer oro frente a Djokovic.

Carros de fuego es la opción perfecta para ver durante tus vacaciones. La acción se sitúa en la Gran Bretaña de 1920, donde dos excelentes deportistas de diferentes costumbres y clase social se convierten en rivales durante los Juegos Olímpicos de 1924. Abrahams es judío y un humilde estudiante de Cambridge, mientras que Lidell es un hijo de un misionero escocés protestante con una firme devoción cristiana.

La producción de 20th Century Fox cuenta con varios hitos en su haber: no solo forma parte de la historia del cine por la ya mítica banda sonora de Vangelis, sino que fue una de las pocas óperas primas que se hizo con la estatuilla dorada, en la categoría de mejor película. La dupla protagonista es encarnada por Ben Cross e Ian Charleson, y en la aventura les acompañan Nicholas Farrell como Aubrey Montague, amigo cercano y compañero de equipo de Abrahams e Ian Holm como Sam Mussabini, un entrenador profesional que ayuda a Harold a mejorar su rendimiento.

También destaca Alice Krige como Sybil Gordon, una soprano y el interés amoroso de Harold Abrahams. La película está incluida en el catálogo de Disney+, y está disponible para alquilar en Amazon Prime Video y Apple TV+.

La búsqueda permanente de la excelencia supone cargar en ocasiones con una mochila demasiado pesada. A veces, los caminos de los deportistas de élite se bifurcan: unos están llenos de espinas, y otros de rosas (más o menos marchitas). Hay tenistas, nadadores y corredores que son claros ejemplos del talento. Otros, en cambio, despuntan por su esfuerzo, y, sin embargo, no siempre el que sube al podio es el mejor de ambos contrincantes. Es precisamente esta filosofía la que quiso plasmar Hugh Hudson en su icónica película Carros de fuego, estrenada en 1981.

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