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'La amiga de mi amiga' o por qué las lesbianas también quieren hacer sus películas
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'La amiga de mi amiga' o por qué las lesbianas también quieren hacer sus películas

Una "película de bolleras", financiada con 'crowdfunding' —lograron recaudar 5.715 euros—, rodada en 11 días, con actrices no profesionales y sin demasiadas aspiraciones, se ha convertido en el filme 'underground' del año

Foto: Un fotograma de 'La amiga de mi amiga', de Zaida Carmona. (Filmin)
Un fotograma de 'La amiga de mi amiga', de Zaida Carmona. (Filmin)

Una "película de bolleras" financiada con crowdfunding —lograron recaudar 5.715 euros—, rodada en 11 días, con actrices no profesionales y sin demasiadas aspiraciones, que no solo acaba en el Festival de Róterdam, sino que se convierte en un referente de cine queer y en la gran sorpresa del cine underground español. Una película rohmeriana de charlas y paseos y gente que se enamora y se desenamora con Barcelona como telón de fondo. Es La amiga de mi amiga, la ópera prima de Zaida Carmona, que se echó al monte con sus amigas —valga la redundancia— de guerrilleras y rodó una película fresca, alegre e imperfecta —es decir, viva—, una comedia de enredos en la que su alter ego intenta sobrevivir en la confusión sentimental que es la vida amorosa de una treintañera de ciudad en el siglo XXI, un navegar errático entre amistades, deseos y dudas, pero siempre "sin dramatismos". Es esa ligereza y capacidad de reírse de sí mismas las que hacen que La amiga de mi amiga sea un acto de rebelión encantador contra el modelo rígido y constreñido del cine de masas. Humilde, descarada y llena de "momentos", este filme neurótico a lo Woody Allen acaba de llegar a Filmin.

Hasta que rodó La amiga de mi amiga, Zaida Carmona había participado como actriz-con-muchas-comillas en los rodajes de su amigo Marc Ferrer, cineasta al margen de la industria que desde 2016 ha estrenado una película al año en circuitos alternativos. "Marc es el coguionista de la película y muy amigo mío", explica Carmona al otro lado de la pantalla del ordenador. "Él tiene una forma de rodar muy punki, de utilizar las casas de nuestros amigos, rodar por una necesidad y un impulso. En el confinamiento empezaron a hablar de que tenía que rodar mi película —yo tenía un guion medio escrito, pero era de una película que necesitaba de una producción más estándar—. Yo quería contar una historia sobre mi contexto bollero, sobre mis amigas, y escribí un guion para poder contarlo en Barcelona, sin muchos medios. Fue un rodaje bastante bestia: al ser una forma tan precaria de hacer cine tienes que pedir muchos favores. Pero creo que a la película la falta de medios le viene bien y lo aprovecha. Fue la necesidad de rodar y la intuición lo que me empujaron a hacerla".

placeholder Zaida Carmona, a la izquierda, y Alba Cros. (Filmin)
Zaida Carmona, a la izquierda, y Alba Cros. (Filmin)

Hay un extraño cliché que ubica las historias de lesbianas en el cine de época. Será el corsé o el miriñaque, pero podemos recitar de memoria una decena de películas de lesbianas embutidas en sus robes á la française o similares. Retrato de una mujer en llamas (2019), de Céline Sciamma. Ammonite, del mismo año, de Francis Lee. La doncella (2016), de Park Chan-wook. La favorita (2018), de Yorgos Lanthimos. "Me fascina que haya tantas películas de bolleras de época", se ríe Carmona. "Es como un superfetiche, como si la lesbiana viviera en otro plano astral. También hay miradas muy buenistas, algo que también estoy viendo en el cine feminista: lo que necesitamos son personajes más complejos y contradictorios y mediocres. Porque solo faltaría que ni pudiésemos ser mediocres. Por eso todos mis personajes se relacionan regulín".

La directora catalana buscaba salirse de los clichés y traer su historia de bolleras a la actualidad. Y a la comedia. "Es muy complicado encontrar cine de bolleras modernas", admite. "Hay una película que me encanta, que es Go Fish!, que es de los años noventa y que para mí es un superreferente. Es una comedia que se ríe de sí misma y de sus personajes. Hay muy pocas películas escritas o dirigidas por nosotras mismas en las que la mirada no sea trágica o supercisheteromasculina. Aunque ahora tenemos a Céline Sciamma, ¡menos mal! Haciendo la película me he dado cuenta de que no hay tanta comedia bollera, comedia de enredos, que es el género más popular. Hay una falta total de contenidos bolleros, aunque con las series eso quizás está cambiando".

placeholder Aroa Elbira y Thaïs Cuadreny, las otras dos protagonistas. (Filmin)
Aroa Elbira y Thaïs Cuadreny, las otras dos protagonistas. (Filmin)

"Uno de los clichés más típicos es el del final trágico del personaje lésbico, que viene desde el Código Hays, pero que ha llegado a nuestros días", continúa. "De adolescente, recuerdo ver películas en las que el personaje lesbiano estaba abocado a la locura o el suicidio o el asesinato o la muerte. Nosotras, como escritoras, hemos caído muchas veces en ese final triste. Hay un libro muy interesante, de Francina Ribes, que habla sobre la representación de la mujer lesbiana y bisexual en el cine de Hollywood y sobre cómo es o asesina o asesinada".

Carmona tenía muy claro que quería hablar de chicas modernas y reales, para lo que construyó mucho a partir de la personalidad de sus actrices, que se dejaron robar un poco sus vidas para la ficción. También estaba convencida de que la cantante, música, DJ y mujer orquesta Rocío Saiz. "Quería que Rocío fuese una de las actrices porque su personaje lo creé pensando en ella. Quería filmar la máscara que todas llevamos: al final yo soy la que va de pobrecita, pero siempre hace lo que le sale del coño; la otra es todo carisma y morro, o el personaje de Lara (Alba Cros), que es como esa chica intensa y más exagerada", explica. "Yo quería poner en escena esas máscaras. Que el rodaje fuera tan punki y que no supiéramos lo que teníamos entre manos y la trayectoria que iba a tener la película hizo que pudiéramos poner mucho de nosotras en nuestros personajes. Igual si hubiésemos sabido que la película iba a llegar adonde iba a llegar, lo hubiéramos vivido de otra manera. Lo intentamos vivir como un juego; normalmente un rodaje es un coñazo de esperas y tiempos muertos. Otra cosa que queríamos hacer es reírnos de nosotras mismas".

placeholder Zaida Carmona y Rocío Saiz. (Filmin)
Zaida Carmona y Rocío Saiz. (Filmin)

Aunque había un guion escrito —por Carmona y Ferrer—, la película fue mutando durante el rodaje y encontrando sus propios caminos. "Cada vez que íbamos a rodar una secuencia, como todas somos actrices no profesionales, leíamos el texto y después lo decíamos más o menos con nuestras palabras. Muchos de los diálogos se construyeron durante el rodaje. Teníamos un guion técnico muy establecido, pero nos lo íbamos cargando para conseguir un rodaje más libre. Si viésemos cómo lo rodamos cronológicamente, a medida que avanza el rodaje hay más planos secuencia, porque lo que me importaba era que a las actrices se nos viese bien, que sonásemos más naturales. Algunos de los diálogos que más me gustan son cosecha de las actrices".

"Para mí era muy importante hablar de lo efímero de los afectos y la fragilidad del amor; vamos dejándonos llevar por una chica que me gusta, y luego otra, y nos da un poco igual quién tengamos enfrente, porque lo que buscamos es sentirnos deseadas o enamoradas, y eso creemos que es el amor", prosigue. "Me obsesionaba experimentar con esta idea ligera pero ansiosa del amor. De las pelis de Rohmer me gusta esa ligereza y era muy importante tener esa mirada desdramatizar, porque está muy ligada a una forma muy contemporánea de relacionarnos, que es muy ligera. Además, entre mujeres, siempre se nos representa a las mujeres atravesadas por el drama. Creo que, además, estamos en un momento hiperterapizado, hablamos y sobreanalizamos las relaciones, pero caemos en los mismos errores. Vivimos las relaciones de manera neurótica, pero a la vez nos dejamos llevar por donde nos lleve el viento".

Vivimos las relaciones de manera neurótica y a la vez nos dejamos llevar donde nos lleve el viento

Pero lo que iba a ser carne de circuito alternativo empezó a crecer hasta llegar a festivales internacionales como San Sebastián y Róterdam y consiguió un estreno —aunque pequeño— en salas, para proseguir su camino en Filmin. "Nos avisaron que la película iba a la sección Made in Spain de San Sebastián, que aunque es una sección muy concreta, que en un festival así programen algo tan underground como nuestra película, fue bastante especial. Cuando nos avisaron que íbamos a Róterdam, eso ya fue irse de las manos completamente. No nos lo esperábamos".

Han pasado diez años desde La vida de Adéle, de Abdellatif Kechiche, ganadora de la Palma de Oro, que después se vio salpicada por las acusaciones de sus actrices Leá Seydoux y Adéle Exarchopoulos contra su director por humillarlas y obligarlas "a pelearse hasta sangrar" y que, aunque referente del cine queer, se releen ahora sus escenas de sexo lésbico y como la mirada de Kechiche traspasa en voyeurismo. "El ejemplo de Adéle es clave. A nivel cinematográfico me fascina y a nivel emocional me fascinó en su momento. Si la volviese a ver, no sé cómo sería el viaje. Por otro lado, pienso en Carol, de Todd Haynes, y simplemente por cómo propone el plano contraplano entre los dos personajes protagonistas… hay otra mirada. No solo las mujeres lesbianas pueden representar bien a las mujeres lesbianas. Pero sí tienen más posibilidades de hacerlo bien", defiende Carmona.

"El cambio parte de que nosotras contemos nuestras propias historias. Ahora mismo, en mi situación contemporánea de persona algo privilegiada que vive en Barcelona, mi conflicto central no es ser lesbiana, mi conflicto puede ser pagar el alquiler. Cuando contamos nuestras historias, aunque juguemos con el cliché, intentamos retratar desde lo natural a las personas disidentes. Obviamente, la identidad de una lesbiana atraviesa su existencia, pero no es el motor de la misma. En el momento que hay más historias contadas por nosotras, nos alejamos de esa mirada plana".

Una "película de bolleras" financiada con crowdfunding —lograron recaudar 5.715 euros—, rodada en 11 días, con actrices no profesionales y sin demasiadas aspiraciones, que no solo acaba en el Festival de Róterdam, sino que se convierte en un referente de cine queer y en la gran sorpresa del cine underground español. Una película rohmeriana de charlas y paseos y gente que se enamora y se desenamora con Barcelona como telón de fondo. Es La amiga de mi amiga, la ópera prima de Zaida Carmona, que se echó al monte con sus amigas —valga la redundancia— de guerrilleras y rodó una película fresca, alegre e imperfecta —es decir, viva—, una comedia de enredos en la que su alter ego intenta sobrevivir en la confusión sentimental que es la vida amorosa de una treintañera de ciudad en el siglo XXI, un navegar errático entre amistades, deseos y dudas, pero siempre "sin dramatismos". Es esa ligereza y capacidad de reírse de sí mismas las que hacen que La amiga de mi amiga sea un acto de rebelión encantador contra el modelo rígido y constreñido del cine de masas. Humilde, descarada y llena de "momentos", este filme neurótico a lo Woody Allen acaba de llegar a Filmin.

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