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'La casa Gucci': el segundo filme del año del octogenario Ridley Scott es un desfase
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'La casa Gucci': el segundo filme del año del octogenario Ridley Scott es un desfase

En su segundo estreno del año, Scott vuelve a hablar de fortunas desavenidas a partir de la vida de Maurizio Gucci, heredero de una de las firmas de moda más exitosas del mundo

Foto: Adam Driver y Lady Gaga son los Gucci en la última película de Ridley Scott. (Universal)
Adam Driver y Lady Gaga son los Gucci en la última película de Ridley Scott. (Universal)

Los senderos hacia la genialidad son insondables pero, muchas veces, el camino hacia el disparate también. La distancia entre el ingenio y lo grotesco puede ser una línea, a veces difusa, cuyo denominador común es la osadía, virtud encomiable incluso cuando conduce al desastre. A sus 83 años, Ridley Scott ha demostrado estar en plena forma: en 2021 ha sido capaz de firmar uno de los estrenos más ambiciosos e interesantes de la temporada, 'El último duelo' —reseñada efusivamente en este periódico—, que ha supuesto uno de los batacazos comerciales más dolorosos de la carrera de su director, y, apenas un mes después, uno de los 'biopics' más desconcertantes de los últimos tiempos, 'La casa Gucci', un desfase 'camp' de gran presupuesto sobre las avenencias y desavenencias de la familia Gucci, fundadora de la celebérrima casa de moda que ahora viste a raperos, traperos y famosos en general y cuya marroquinería brota omnipresente tanto en las millas de oro como en los mercadillos de cualquier ciudad del mundo.

Hay tanto en el plato que es difícil elegir por dónde empezar. Después de hablarnos de los tormentos de la familia Getty en 'Todo el dinero del mundo', Scott elige esta saga toscana para advertir de los peligros que entraña la combinación de una gran fortuna y un número de herederos de la misma mayor que uno. Quizá como recordatorio para sí mismo o como mensaje subrepticio para su prole, el cineasta británico vuelve a hacer cuestiones protagónicas a la familia y el dinero. Pero si en el caso Getty optó por un tono oscuro de 'thriller', aquí se deja llevar voluntaria e involuntariamente por la tragicomedia rayana en la farsa. No hay contención ni demasiado concierto dentro de una propuesta excesiva, desacomplejada y que cuenta con decisiones interpretativas y de puesta en escena totalmente delirantes y, por ende, inolvidables: Jared Leto, irreconocible como el afectado Paolo Gucci, lo apuesta todo al número más radical y hace que Al Pacino, quien no es precisamente conocido por su contención, aparente sobriedad en contraste. Tampoco desmerece una Lady Gaga irregular, pero explosiva, ni Salma Hayek en un papel que podría haber interpretado Mike Myers. Como contrapeso mesurado a este reparto de robaescenas, Adam Driver, siempre en su sitio. El abanico de acentos pseudoitalianos de los personajes no puede ser más diverso, desde el deje casi eslavo de Hayek hasta el intento inexistente de Driver por dejar de parecer un tipo recién salido de Los Ángeles.

placeholder Jared Letto, irreconocible como Paolo Gucci, nieto del fundador de la marca. (Universal)
Jared Letto, irreconocible como Paolo Gucci, nieto del fundador de la marca. (Universal)

Sin embargo, ese barroquismo estético no se ve replicado en la estructura narrativa. Con más hechuras de serie televisiva a la antigua usanza: no hay punto de vista —o más bien, existen varios, pero sin definir— ni profundidad de campo ni expresividad en la fotografía. Aunque está basada en el libro homónimo publicado por Sara Forden en el año 2000, Ridley Scott se limita a enumerar una serie de hechos que marcaron la trayectoria de la casa Gucci, sucediéndose una escena tras otra sin más objetivo que mantener la acción en marcha y con unos personajes definidos solo en la superficie: el villano ambicioso, el tonto útil, el receloso y demás. Sin llegar a la inmoralidad y la estulticia de los protagonistas de 'Succession', los Gucci son otra muestra más de la verdad de aquel dicho sobre la gestión intergeneracional de las fortunas.

'La casa Gucci' abarca algo más de dos décadas de la historia de los Gucci, desde principios de los años setenta hasta mediados de los noventa, y lo hace a partir del encuentro fortuito de Maurizio Gucci (Adam Driver), nieto del patriarca Guccio Gucci, y Patrizia Reggiani (Lady Gaga), hija de un modesto empresario transportista, en una fiesta de la clase alta toscana. El director obvia cualquier tipo de trasfondo social de la época más allá del necesario para definir la oposición del padre de Maurizio, Rodolfo (Jeremy Irons), al matrimonio de los dos jóvenes y la ambición de la novia por medrar en el escalafón social vía nupcial. Driver interpreta a Maurizio como un joven apocado y desinteresado por los negocios familiares, inteligente para los estudios de Derecho pero con pocas habilidades sociales y románticas, además de una carencia de doblez. Por su parte, Lady Gaga consigue otorgar al personaje de Patrizia un encanto que eclipsa la insistencia del director en las aspiraciones de una mujer obsesionada con el lujo y el estatus.

placeholder Lady Gaga es Patrizia Reggiano, la esposa de Maurizio Gucci. (Universal)
Lady Gaga es Patrizia Reggiano, la esposa de Maurizio Gucci. (Universal)

Al igual que en 'La casa Gucci' pesa más la marca que el hecho cinematográfico —la familia ha mostrado su desacuerdo con el proyecto—, en los Gucci la importancia de la estructura financiera sobrepasa la de la consanguinidad. Aunque en un principio Maurizio se mantiene al margen del negocio —su padre lo deshereda por casarse con una 'buscona'—, ante la insistencia de su esposa decide tomar las riendas de una firma que en los años ochenta se había demostrado obsoleta y para la que ningún diseñador quería trabajar. A lo largo de la película se suceden una y otra vez situaciones muy similares en distintas localizaciones, casi siempre lujosas: Patrizia insiste a su marido para que se haga con el control de la empresa; el pobre Paolo (Jared Leto), tan vanidoso como bobalicón, centraliza las burlas de todo su entorno; Patrizia adquiere cada vez más joyas y más ropa cara e insiste de nuevo a su marido en la necesidad de que se haga con el control de la empresa. Al final es la imprevisibilidad de los personajes de Leto y de Hayek la que insufla comedia y entretenimiento a una trama previsible que comienza por el final.

La cinta de Scott es un festival de vestidos y trajes, de maquillajes y pelucas, de brilli brilli mezclado con dandismo italiano. Pero también es un manual sobre los peligros a los que se enfrentan las grandes empresas familiares, que tienen que sobrevivir a los vaivenes del mercado, a las modas, a las opas hostiles, pero, sobre todo, a los puñales por la espalda.

Los senderos hacia la genialidad son insondables pero, muchas veces, el camino hacia el disparate también. La distancia entre el ingenio y lo grotesco puede ser una línea, a veces difusa, cuyo denominador común es la osadía, virtud encomiable incluso cuando conduce al desastre. A sus 83 años, Ridley Scott ha demostrado estar en plena forma: en 2021 ha sido capaz de firmar uno de los estrenos más ambiciosos e interesantes de la temporada, 'El último duelo' —reseñada efusivamente en este periódico—, que ha supuesto uno de los batacazos comerciales más dolorosos de la carrera de su director, y, apenas un mes después, uno de los 'biopics' más desconcertantes de los últimos tiempos, 'La casa Gucci', un desfase 'camp' de gran presupuesto sobre las avenencias y desavenencias de la familia Gucci, fundadora de la celebérrima casa de moda que ahora viste a raperos, traperos y famosos en general y cuya marroquinería brota omnipresente tanto en las millas de oro como en los mercadillos de cualquier ciudad del mundo.

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