Es noticia
'Spencer': cómo le cortaron las alas a la santa y mártir Lady Di
  1. Cultura
  2. Cine
ESTRENOS DE CINE

'Spencer': cómo le cortaron las alas a la santa y mártir Lady Di

Tras la revisión de las biografías de Neruda y Jackie Kennedy, el chileno Pablo Larraín se atreve con Diana de Gales, reconvertida en mártir por ficciones como 'The Crown'

Foto: Kristen Stewart interpreta a Diana de Gales en el último 'biopic' dirigido por Pablo Larraín. (Diamond)
Kristen Stewart interpreta a Diana de Gales en el último 'biopic' dirigido por Pablo Larraín. (Diamond)

La omnipresencia de Lady Di en el último año en la pantalla predispone a que, cuando 'Spencer' llega por fin a la cartelera, exista una saturación de princesas de Gales con diferentes rostros y mohínes, desde Emma Corrin y Elizabeth Debicki en 'The Crown' —ya se han filtrado a la prensa las imágenes de la quinta temporada— hasta la propia y real Diana en decenas de documentales y 'TV movies' sobre cualquier aspecto mil veces masticado de su vida. De cómo se convirtió en princesa. De cómo se convirtió en exmujer. De cómo se convirtió en la mártir de Inglaterra, después de que la familia real la elevase a los altares muy a su pesar a base de desplantes y despechos. En la última película del chileno Pablo Larraín —cuyo 'biopic' de Jackie Kennedy, otro sacrificio humano por el bien de las instituciones, le valió tres nominaciones a los Oscar—, la encargada de prestarle rasgos a la princesa del pueblo primigenia es Kristen Stewart, que ofrece una interpretación muy distinta a la que acostumbra: su Lady Diana es una mujer al borde de la neurosis, en constante dolor demostrado a base de ataques de ansiedad, tics corporales y perpetuas miradas al vacío.

Como ya resume el primer y poético plano de 'Spencer', la princesa Diana es un pájaro al que le han cortado las alas y al que la familia real al completo pasa por encima sin remordimientos. Diana, frágil, busca esa libertad en pequeñas rupturas del protocolo como son conducir su propio descapotable, llegar tarde a cualquier compromiso con su familia postiza y vomitar, vomitar y vomitar cualquiera de los platos que concina el estupendo chef de Casa Real, que tiene como objetivo con su menú devolverle a la joven una mínima apetencia por la vida.

'Spencer' comienza con la reunión navideña de la familia real británica en Sandringham Estate, una de sus residencias vacacionales, situada en la campiña y casualmente cerca de Park House, la casona donde creció Diana y que los Spencer terminaron abandonando. Si las cenas navideñas son potencialmente mortales en el caso de cualquier familia rasa, en el caso de la realeza británica el funeral está asegurado. En este melodrama, Larraín recrea cenas taciturnas y silenciosas, totalmente encorsetadas, con los comensales dispuestos a lo largo de una mesa infinita plagada de candelabros lúgubres. La afectividad es inexistente, en tanto en cuanto, como le recuerdan al espectador varios personajes, los lazos que les unen se basan en el rol institucional del que no pueden escapar. "Cuando ves tu cara en los billetes te das cuenta de que eres simplemente una divisa", o algo similar, le espeta la reina.

placeholder La familia real británica, según Pablo Larraín. (Diamond Films)
La familia real británica, según Pablo Larraín. (Diamond Films)

La cámara sigue el deambular de Diana por los pasillos y las habitaciones suntuosas. Diminuta en medio de tanta grandeza, se pierde entre asfixiantes protocolos y el vacío. Salvo sus hijos, Guillermo y Enrique, el resto de los personajes aparecen desdibujados, fuera de foco, aislándola aún más si cabe. Carlos (Jack Farthing) apenas se dirige a ella, y cuando lo hace demuestra un profundo desdén. Diana solo encuentra solaz en Maggie (Sally Hawkins), la encargada de vestir a la princesa, quien siquiera tiene margen de maniobra para elegir lo que ponerse. Todo en la corte está designado de antemano y Lady Di, espíritu libre, se asfixia cada vez más entre tanta rigidez y frialdad. Tanta como la de un castillo de piedra en la que la reina ha prohibido poner calefacción.

Si en otras ocasiones Larraín ha demostrado su capacidad de crear imágenes poéticas y sugerentes, sin caer en la obviedad, en 'Spencer' los recursos son manidos y redundantes. Las escenas de una Diana cada vez más desquiciada se suceden, hasta contrarrestarse las unas a las otras. Siquiera encuentra el golpe de genio visual: el plano final, que debería grabarse en la retina y cerrar la tesis del filme, es absolutamente plano y olvidable. El director nos mete en la psique de una mujer encerrada y entregada a una espiral autodestructiva. Y lo hace recurriendo incluso a secuencias oníricas, en las que Larraín juega con la música diegética de Jonny Greenwood, muy alejado de lo que habitúa a hacer en Radiohead.

placeholder Jack Farthing es Carlos de Inglaterra en 'Spencer'. (Diamond Pictures)
Jack Farthing es Carlos de Inglaterra en 'Spencer'. (Diamond Pictures)

El título del filme viene a reivindicar la identidad de la princesa más allá de su papel de consorte y madre del futuro rey de Inglaterra. Por eso busca continuamente sus raíces, los objetos y lugares que le hacen recordar que ella es Diana, no de Gales, sino Spencer. El principal problema es que 'Spencer' no ofrece nada más que hora y pico de entretenimiento moderado. Tanto se ha contado de Diana que es difícil encontrar un punto de vista novedoso sobre una figura excesivamente trillada y convertida por la cultura popular en santa y mártir. Ya sabemos que su marido le fue infiel. Ya sabemos que su familia postiza la ninguneaba. Ya sabemos que era un alma doliente, un "caballo indomable". Lo más novedoso radica en la forma, porque Larraín —que es un grandísimo cineasta— persigue y hasta hostiga a su personaje con la cámara, sin apenas dar espacio más allá. Pero es difícil empatizar con un personaje continuamente al borde de la histeria, con unos ademanes y un acento demasiado forzado y que no consigue transmitir un mínimo de calidez. Y si no hay empatía, tan solo quedan un vestuario bonito y unas localizaciones bucólicas. Poco más.

La omnipresencia de Lady Di en el último año en la pantalla predispone a que, cuando 'Spencer' llega por fin a la cartelera, exista una saturación de princesas de Gales con diferentes rostros y mohínes, desde Emma Corrin y Elizabeth Debicki en 'The Crown' —ya se han filtrado a la prensa las imágenes de la quinta temporada— hasta la propia y real Diana en decenas de documentales y 'TV movies' sobre cualquier aspecto mil veces masticado de su vida. De cómo se convirtió en princesa. De cómo se convirtió en exmujer. De cómo se convirtió en la mártir de Inglaterra, después de que la familia real la elevase a los altares muy a su pesar a base de desplantes y despechos. En la última película del chileno Pablo Larraín —cuyo 'biopic' de Jackie Kennedy, otro sacrificio humano por el bien de las instituciones, le valió tres nominaciones a los Oscar—, la encargada de prestarle rasgos a la princesa del pueblo primigenia es Kristen Stewart, que ofrece una interpretación muy distinta a la que acostumbra: su Lady Diana es una mujer al borde de la neurosis, en constante dolor demostrado a base de ataques de ansiedad, tics corporales y perpetuas miradas al vacío.

El redactor recomienda