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'Malmkrog': esplendor y caída de una Europa ensimismada
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'Malmkrog': esplendor y caída de una Europa ensimismada

El rumano Cristi Puiu concentra los grandes debates de finales del siglo XIX y principios del XX en una velada de aristócratas donde se sirve exquisitez retórica recubierta de negra ironía

Foto: 'Malmkrog'.
'Malmkrog'.

Cuentan las crónicas que Fiódor Dostoyevski se inspiró en el filósofo Vladímir Soloviov para crear el personaje de Aliosha Karamázov, el más joven de los protagonistas de 'Los hermanos Karamázov' y el héroe moral de una novela que recoge los grandes debates políticos y espirituales presentes en la Rusia de la época, un país agitado por las crisis que comportaba la llegada de la modernidad. Poco conocido por estos pagos, el propio Soloviov reflexionó sobre los temas habituales en la literatura rusa de finales del siglo XIX. Su 'Los tres diálogos y el relato del Anticristo' (editado en castellano por El buey mudo) sirve de base para 'Malmkrog', la última propuesta del director rumano Cristi Puiu, una película rabiosamente moderna y que sin embargo no parece de nuestro tiempo, de ningún tiempo.

El arranque de 'Malmkrog' podría dar paso a una típica película europea de época: en un plano general, la cámara nos muestra un bucólico paisaje nevado en que se distingue una figura infantil que regresa corriendo a una especie de dacha a requerimiento de la que debe ser su madre. Mientras vemos a estos personajes entrar en la casa, un rebaño de ovejas aparece por el otro lado del encuadre. El grupo de animales puede entenderse como un detalle más en la configuración de un imaginario pastoral de resonancias entrañables. Pero sobre todo anticipa, y nos recuerda, la filiación del cine de Cristi Puiu con el Luis Buñuel de 'El ángel exterminador', entre otras. Poco hay de bucólico en 'Mamkrog' y aquí ninguna figura cruza de manera puramente decorativa la pantalla.

Una vez dentro de la casa, y sin más noticias del niño del inicio, nos encontramos ante un grupo de personajes que a lo largo de más de tres horas desgranarán una serie de discusiones en torno al bien y el mal, la necesidad de las guerras, la identidad y superioridad cultural de Europa, las parábolas de la Biblia, el lugar donde reside la bondad, y el Anticristo. A grandes rasgos, las mismas cuestiones que aborda Soloviov en sus escritos desde una estructura inspirada en los diálogos de Platón, la base dialéctica que también sostiene las conversaciones de la película. Aunque podrían haberse escapado de, por ejemplo, una adaptación de un drama de Antón Chéjov o de una novelón de adulterio húngaro ambientado en una residencia de invierno, los protagonistas de 'Malmkrog' se desvían de los esquemas narrativos tradicionales. Ninguna presentación previa nos los sitúa. Tampoco queda claro qué los reúne en esa casa en las vísperas de Navidad, más allá del típico convite entre conocidos. Cristi Puiu desnuda su película de las intrigas habituales que mantienen la tensión en un drama de cámara de este tipo: aquí no hay romances, ni peleas familiares, tampoco ningún misterio a resolver. A primera vista, los intercambios filosóficos presiden la película sin necesidad de más revestimientos.

"Se saborea el arte de la retórica y de la dialéctica desde una enjundia y en unas condiciones que no encuentran parangón en el cine actual"

Y así, en 'Malmkrog' se saborea el arte de la retórica y de la dialéctica desde una enjundia y en unas condiciones que no encuentran parangón en el cine actual. Solo en las películas de Manoel de Oliveira hallamos un deleite parecido en la palabra hablada. Ingrida (Diana Sakalauskaité), esposa de un militar que se posiciona en una visión tradicionalista de este estamento, la más joven Olga (Marina Palii), la 'optimista moral' del grupo, Nikolai (Frédéric Schulz-Richard), el anfitrión y probablemente el 'alter ego' filosófico de Soloviov, Edouard (Ugo Broussot), político de tendencia paneuropeísta, y la más discreta, pero siempre incisiva Madeleine (Agathe Bosch), entablan sus debates como un ejercicio exquisito. Su dicción es excelente, aunque algunos no hablen en su lengua natal: como era requisito entre las élites de la Europa de finales del siglo XIX, las conversaciones se desarrollan en francés. Los temas que abordan y las referencias que manejan resultan "elevados", pero se explican con una claridad, un detalle y una pasión que hipnotizan a la audiencia. Y aunque sus posiciones resulten totalmente enfrontadas, los personajes jamás levantan la voz ni interrumpen a su interlocutor. El turno de palabra se respeta con absoluta escrupulosidad. Cristi Puiu orquesta las diferentes conversaciones encadenadas que se despliegan a lo largo del filme como un combate de esgrima a cinco, con esos argumentarios tan afilados como elegantes que sin embargo evitan cualquier atisbo de agresividad, contacto físico o daño evidente en los contrincantes.

placeholder Fotograma de 'Malmkrog'.
Fotograma de 'Malmkrog'.

Esta entrega a un ejercicio de retórica musculosa, ágil y llena de sustancia, todo un acto de resistencia en estos tiempos líquidos, cuenta sin embargo con su propio contrapunto dialéctico, manifestado a través de la puesta en escena. Mientras el grupo de cinco (por momentos, seis) protagonistas acaparan el centro del espacio y el tiempo de la representación con sus discusiones, vemos a diferentes integrantes del servicio doméstico llevando a cabo sus tareas. El director rumano no muestra a los criados como meros figurantes. Coreografía sus movimientos y configura su lugar en la escena de manera que queda claro, sin subrayarlo, el lugar que ocupan respecto a la élite que domina la película. Si unos hablan, los otros trabajan en silencio, excepto por algunas órdenes dictadas por István (István Téglás), el mayordomo modélico que se encarga de mantener la disciplina entre el resto de servicio. Mientras los aristócratas mantienen una compostura más bien rígida, los trabajadores no paran de moverse arriba y abajo. Y si los personajes de clase alta detentan el centro del espacio, los subalternos aparecen en el segundo plano, faenan por los márgenes del encuadre o atraviesan fugazmente las habitaciones.

Cristi Puiu logra una cumbre del cine europeo a partir de primero sublimar y después dinamitar cierta idea de cultura en Europa

A la manera de Luis Buñuel, Cristi Puiu encierra a un grupo de aristócratas en un espacio único del que apenas llegan a salir y preña el ambiente de una oscura ironía. La reconcentración de sus charlas plasma el ensimismamiento de una clase europea que departe con toda fluidez sobre las cuestiones más elevadas, pero se muestra incapaz de ver aquello que se está fraguando más allá de los confines de su hábitat privilegiado. Como en la anterior, 'Sieranevada', Puiu bautiza su película con un nombre alterado de resonancias geográficas, aquí la traducción al alemán de Malancrav, el pueblo rumano donde rodó la película. En 'Malmkrog', el desarrollo en linealidad cronológica de la velada se ve perturbado solamente por una secuencia que subvierte con violencia el orden establecido. Como si finalmente el director nos permitiera vislumbrar, en un inserto cuasi onírico o en una suerte de flashforward, cómo la dialéctica histórica dibujada a través de la puesta en escena acaba estallando en el interior de este escenario de presencia tan elegante y encantadora. Cristi Puiu logra una cumbre del cine europeo a partir de primero sublimar y después dinamitar cierta idea de cultura en Europa.

Cuentan las crónicas que Fiódor Dostoyevski se inspiró en el filósofo Vladímir Soloviov para crear el personaje de Aliosha Karamázov, el más joven de los protagonistas de 'Los hermanos Karamázov' y el héroe moral de una novela que recoge los grandes debates políticos y espirituales presentes en la Rusia de la época, un país agitado por las crisis que comportaba la llegada de la modernidad. Poco conocido por estos pagos, el propio Soloviov reflexionó sobre los temas habituales en la literatura rusa de finales del siglo XIX. Su 'Los tres diálogos y el relato del Anticristo' (editado en castellano por El buey mudo) sirve de base para 'Malmkrog', la última propuesta del director rumano Cristi Puiu, una película rabiosamente moderna y que sin embargo no parece de nuestro tiempo, de ningún tiempo.

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