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'La purga: infinita': supremacismo y violencia en un Estados Unidos al borde del abismo
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'La purga: infinita': supremacismo y violencia en un Estados Unidos al borde del abismo

La quinta entrega de la saga 'La purga' plantea las tensiones identitarias estadounidenses que han llevado el país a vivir estallidos violentos como el asalto al Capitolio

Foto: El mexicano Everardo Valerio Gout dirige la quinta entrega de la saga de 'La purga'. (Universal)
El mexicano Everardo Valerio Gout dirige la quinta entrega de la saga de 'La purga'. (Universal)

Apabulla la velocidad con la que el cine fagocita, mastica y regurgita sucesos de actualidad para convertirlos en entretenimiento. Pero sobrecoge aún más conocer que el rodaje de 'La purga infinita' tuvo lugar más de un año antes del asalto al Capitolio. Con el ambiente sociopolítico caldeado en Estados Unidos desde la aparición del Tea Party y, posteriormente, con la presidencia Trump, el guionista James DeMonaco, creador del concepto 'La purga' —durante 12 horas, el Estado abre la veda a que sus ciudadanos abran la espita de sus frustraciones y descarguen tensión cometiendo todo tipo de crímenes, incluso asesinatos, sin que haya repercusiones judiciales— solo tuvo que empujar un poquito más allá su fantasía para imaginar una revuelta ciudadana en la que un grupo de fanáticos supremacistas deciden que, puestos a salir a matar y a "desinfectar" su país de todos aquellos que no correspondan al estereotipo de estadounidense blanco, sajón de pura cepa, respaldados por las autoridades, ¿por qué cumplir la ley que los limita? Porque, ya que el Estado ni les representa ni ha salvaguardado los valores y la pureza que le habían encomendado, ¿para qué respetar sus normas?

"Llevamos librando esta guerra desde hace 500 años", admite Xavier (Gregory Zaragoza), jefe indígena de la tribu de la kikapúes, en un momento de la película. Porque la principal idea sobre la que se construye esta quinta entrega apunta al gran melón al que se enfrenta la sociedad estadounidense: la de una identidad nacional cimentada sobre retazos de otras muchas culturas que en los últimos años han entrado en conflicto y negación de una manera abierta y frontal. La multiculturalidad de la que se enorgullecía el país del "sueño americano" se ha vuelto en contra con el auge de la ultraderecha y el nacionalismo excluyentes y ha provocado una ruptura social a raíz de la cual una minoría descontenta y paranoica ha protagonizado numerosos actos violentos, cada vez a mayor escala. El lobo solitario se ha convertido en una masa enfurecida gracias, en gran parte, a políticos incendiarios que se nutren del descontento y el desorden social.

placeholder Esta vez 'La purga' se mete en harina política. (Universal)
Esta vez 'La purga' se mete en harina política. (Universal)

Para esta nueva entrega, Bloomhouse —de nuevo junto a Michael Bay como productor— ha escogido al director mexicano Everardo Valerio Gout ('Dias de gracia', 2011), que aporta esa visión del latino emigrado a Estados Unidos en busca de prosperidad, ya que la película comienza con la llegada a suelo estadounidense de una pareja de inmigrantes ilegales, Adela (Ana de la Reguera, con el parecido a Paz Vega subido) y Juan (Tenoch Huerta). Tras unos años de gobierno moderado, el partido de los Nuevos Padres Fundadores —formación populista y ultranacionalista ficticia inspirada en los totalitarismos de nuevo orden— vuelve a instaurar La purga como el día sin ley —con la excusa de guardar la paz social—. Diez meses después de iniciar su nueva vida en Los Feliz (Texas), Juan trabaja como vaquero en la hacienda de la familia Tucker, mientras que Adela es la encargada de una empresa cárnica. Mientras Adela aprende inglés y se integra en las costumbres estadounidenses, Juan se muestra reacio a abandonar su lengua y su identidad.

En la hacienda de los Tucker ya empiezan a delatarse las tensiones que hay entre la clase blanca y privilegiada, los inmigrantes mexicanos que trabajan para ellos y los blancos de clase baja que desconfían del 'establishment' y que sienten que durante años los ricos se han aprovechado de su esfuerzo y su trabajo sin que su situación económica haya mejorado. Las tensiones identitarias y de clase son el tema de conversación constante entre los personajes. Por un lado, Dylan Tucker (Josh Lucas), representa al blanco conservador que ve la inmigración como una amenaza a su posición y a los valores tradicionales estadounidenses (no quiere que a sus hijos les críe una niñera latina porque estos acabarán contaminados por una lengua y cultura extranjeras), piensa que mejor cada uno en su casa, pero no siente el odio visceral del supremacista. Su hermana, Harper (Leven Rambin), y su padre, Caleb (Will Patton), aparentan más abiertos y tolerantes con la inmigración, quizás porque se benefician de ella para conseguir mano de obra barata, pero también porque empatizan con las necesidades de sus trabajadores. "Ni siquiera sé ya lo que es hoy ser un estadounidense orgulloso de serlo", lamenta el patriarca.

placeholder Tenoch Huerta es Juan, el protagonista de 'La purga: infinita'. (Universal)
Tenoch Huerta es Juan, el protagonista de 'La purga: infinita'. (Universal)

Esta es la primera purga que van a vivir —y sobrevivir— Adela y Juan. Solo son 12 horas, nada más, ocultos en un almacén vigilado por francotiradores a la espera de que sea de día. Al igual que ocurre en las cuatro entregas anteriores. Sin embargo, guionista y director han acercado esta distopía un paso más hacia la realidad y han planteado las consecuencias de que después de azuzar los sentimientos más bajos y violentos de una población que, finalmente, acaba descontrolada y poniendo en jaque a las estructuras gubernamentales. Si una mayoría rompe el consenso social que acuerda cumplir las leyes, el Estado desaparece y se implanta la ley de la selva. En 'La purga: infinita', la anarquía favorece a los violentos, a los locos, a los radicales y a las venganzas personales. Uno de los personajes secundarios memorables —al menos hasta que al día siguiente se nos haya olvidado— es el de un nazi con una esvástica en la cara que, después de años preparándose para derribar la democracia, es capaz de distinguir calibre y procedencia de cada uno de los disparos que escucha a su alrededor.

En medio de una ciudad sumida en el caos, los Tucker y Adela y Juan deben limar sus diferencias y trabajar juntos por la supervivencia, una metáfora política no muy elaborada sobre la necesidad de que los partidos moderados hagan frente común a los populismos belicosos. Además, utilizan la fantasía de un Estados Unidos fallido y en plena guerra interna para plantear un cambio de roles en el que los ciudadanos estadounidenses deben saltar el muro en dirección a México, convirtiéndoles a ellos en ilegales y refugiados. Aunque una vez desentrañado el mecanismo es fácil anticipar la trama entera (no hay lugar para la sorpresa o la experimentación, todo ocurre según lo esperado), 'La purga: infinita' desarrolla, al menos, una trama que va más allá del catálogo de técnicas para asesinar al vecino. También introduce superficialmente cuestiones como el racismo policial y la idea de que es el mismo 'establishment' el que hostiga la violencia callejera para perpetuarse en el poder.

placeholder No es Paz Vega. Es Ana de la Reguera en el papel de Adela. (Universal)
No es Paz Vega. Es Ana de la Reguera en el papel de Adela. (Universal)

En algunos momentos, 'La purga: infinita' podría confundirse con un videojuego 'survival' en el que los personajes deben avanzar calle a calle, local a local, para acabar guardando partida. El director concentra en el personaje de Cassidy (Cassidy Freeman), la mujer de Dylan, la incapacidad de la América acomodada de siquiera defenderse —en su disculpa habría que señalar que está embarazada— frente a los inmigrantes que vienen de trasfondos agresivos y salvajes que los han preparado para la supervivencia. Los únicos que quedan descartados de esta alianza de cooperación intercultural son los 'rednecks' supremacistas, que serán quienes, para los autores del filme, lleven a la perdición aquello que, en teoría, es lo que más aman.

Foto: Leire Marín y Estefanía Casellas, en 'Ama'. (Filmax)
Foto: Kim Min-hee, a la derecha, protagoniza la última película de Hong Sang-soo. (Capricci)

Apabulla la velocidad con la que el cine fagocita, mastica y regurgita sucesos de actualidad para convertirlos en entretenimiento. Pero sobrecoge aún más conocer que el rodaje de 'La purga infinita' tuvo lugar más de un año antes del asalto al Capitolio. Con el ambiente sociopolítico caldeado en Estados Unidos desde la aparición del Tea Party y, posteriormente, con la presidencia Trump, el guionista James DeMonaco, creador del concepto 'La purga' —durante 12 horas, el Estado abre la veda a que sus ciudadanos abran la espita de sus frustraciones y descarguen tensión cometiendo todo tipo de crímenes, incluso asesinatos, sin que haya repercusiones judiciales— solo tuvo que empujar un poquito más allá su fantasía para imaginar una revuelta ciudadana en la que un grupo de fanáticos supremacistas deciden que, puestos a salir a matar y a "desinfectar" su país de todos aquellos que no correspondan al estereotipo de estadounidense blanco, sajón de pura cepa, respaldados por las autoridades, ¿por qué cumplir la ley que los limita? Porque, ya que el Estado ni les representa ni ha salvaguardado los valores y la pureza que le habían encomendado, ¿para qué respetar sus normas?

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