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'Sueños de una escritora en Nueva York': ¿quién demonios es Salinger?
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'Sueños de una escritora en Nueva York': ¿quién demonios es Salinger?

Una aproximación diferente al impacto del autor de 'El guardián entre el centeno' a través de la aspirante a escritora que se encargaba de responder la correspondencia de sus fans

Foto: Sigourney Weaver es Margaret en 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)
Sigourney Weaver es Margaret en 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)

Debe ser indicativo de algo que la distribuidora de un filme que en inglés se llama 'My Salinger year' haya decidido prescindir del nombre del autor de 'El guardián entre el centeno' en el título español. Quizá sea síntoma de que J. D. Salinger, el escritor estadounidense de culto por excelencia en la segunda mitad del siglo XX entre el público adolescente y universitario, ya no genera esa misma atracción entre los jóvenes (y buena parte de los adultos) de hoy en día. Y que en cambio resaltar la perspectiva en femenino, por otro lado coherente con el propio planteamiento de la película, permite captar el potencial interés de un segmento de audiencia muy proclive a ir al cine. Lo que no deja de resultar una interesante paradoja respecto a una película que toma como punto de partida precisamente el poder de fascinación de Salinger, un autor que mantuvo su influencia durante décadas rehuyendo cualquier tipo de atención mediática y sin moverse de su retiro voluntario en Cornish, Nuevo Hampshire.

'Sueños de una escritora en Nueva York' se basa en el libro en que la periodista Joanna Rakoff relata su estancia al inicio de su carrera, en la década de los noventa, en una de las agencias literarias más prestigiosas de esta ciudad. Joanna (Margaret Qualley) ha dejado atrás la universidad y a su novio Karl para probar suerte en el escenario donde cualquier persona con vocación de escritor aspira a moverse, la Gran Manzana. Cuando consigue trabajo como ayudante de una de las agentes más veteranas de Nueva York, Margaret (Sigourney Weaver), Joanna desconoce que representa a J. D. Salinger, 'Jerry' para los empleados de la oficina. De hecho, la labor principal de la protagonista consistirá en leer y responder la ingente correspondencia dirigida a Jerry por parte de sus fans.

placeholder Margaret Qualley en 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)
Margaret Qualley en 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)

La agencia tomó la decisión de contratar a una persona para esta tarea ya en 1963, cuando el propio Salinger desistió de encargarse él mismo. Las instrucciones al respecto son meridianas: se responde a todo el mundo con la misma carta tipo en que se deja claro que el escritor no desea establecer ningún tipo de interacción con sus lectores. Al principio, en la agencia ni tan siquiera se molestaban demasiado en leer las epístolas. Pero, como le explican a Joanna, el asesinato de John Lennon por parte de Mark David Chapman, un tipo que declaró identificarse ante todo con el Holden Caulfield de 'El guardián entre el centeno', les llevó a tomarse más en serio la revisión de las cartas.

La reivindicación de estos textos constituye la parte más interesante, aunque secundaria, de 'Sueños de una escritora en Nueva York'. Lejos de considerar a los fans como esa masa anónima y obsesionada de la que Salinger parecía querer protegerse, la película les otorga voz e identidad propias. La primera carta que lee Joanna podría estar firmada por uno de las millares de jóvenes que encontraron en 'El guardián en el centeno' esa novela que por primera vez les hablaba de cómo ellos se sentían, extraños, desencajados, incomprendidos, respecto al mundo que les rodeaba. El director Philippe Falardeau encarga al también quebequés Théodore Pellerin, un joven actor de singular magnetismo, dar vida y profundidad a este fan paradigmático que solo se hace presente a través de sus cartas. Pero no reduce el impacto que generó la famosa novela a un único tipo de lector y también imagina la diversidad de personas en todo el mundo que conectaron con 'El guardián entre el centeno' como jamás lo habían hecho con ningún otro libro.

placeholder Otro momento de 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)
Otro momento de 'Sueños de una escritora en Nueva York'. (AContracorriente)

Joanna encuentra en este trabajo una primera divergencia respecto a las dinámicas tradicionales de la agencia. A esta joven escritora le resulta muy difícil no ofrecer una respuesta más personalizada y sentida a una serie de misivas escritas con el corazón en la mano. La propia Joanna encarna una perspectiva heterodoxa a la hora de aproximarse a la figura de Salinger y, por extensión, al paradigma literario que este ha representado durante al menos medio siglo. Como se intuye al principio y no tarda en confirmarse, la protagonista ofrece un perfil inusual porque, al contrario de la mayoría de aspirantes a escritor con una trayectoria parecida a la suya, no solo no siente una especial devoción por Salinger sino que ni tan siquiera se ha leído 'El guardián entre el centeno'. A través de la joven, la película dibuja una alternativa en femenino al muy masculinizado imaginario del mundo de la escritura que tendría en este autor huraño (aunque en el filme se le muestre cordial cuando habla por teléfono con la protagonista) de novelas atormentadas uno de sus más insignes modelos.

Además de prestar atención a los lectores, Joanna demuestra interés por un tipo de literatura tradicionalmente menospreciada en los círculos intelectuales más prestigiosos, desde la poesía a los libros destinados al público infantil y juvenil. Por otro lado, ella misma no tarda en darse cuenta, sobre todo a través de la relación con su nuevo novio Don (Douglas Booth), el personaje más al borde de la caricatura en el filme, de hasta qué punto la vocación de escritor bohemio o alternativo va muy ligada al privilegio masculino.

placeholder Otro fotograma de la película. (AContracorriente)
Otro fotograma de la película. (AContracorriente)

Philippe Falardeau desarrolla esta dialéctica entre el perfil de la protagonista y las dinámicas del mundo literario desde un tono tan lúcido como siempre amable (y muy favorable a Joanna, claro). El retrato del día a día en una agencia 'top' en el Nueva York de los noventa raya por momentos con cierto simplismo. Sigourney Weaver evita con esfuerzo convertirse en la enésima jefa madura que parece una reencarnación de la Meryl Streep de 'El diablo viste de Prada'. El filme se recrea en lugares comunes pintorescos como la hostilidad de ciertos escritores y sus representantes por las nuevas tecnologías y en concreto por los ordenadores que justo en aquella época substituían las carismáticas máquinas de escribir. El personaje de Weaver gana complejidad a medida que avanza el metraje y Joanna la conoce más a fondo. Pero una no deja de tener la sensación de que Margaret podría haber resultado una figura mucho más atractiva. El trabajo de otros secundarios, sobre todo el de Colm Feore y Brían F. O'Byrne, otorgan credibilidad y carisma al paisaje recurrente de la historia: el retrato de esa agencia literaria como representación de un pedazo de Nueva York y de una forma de entender la literatura, en buena parte desaparecidos. El retrato, al fin y al cabo, de ese mundo en que el nombre de Salinger jamás hubiera desaparecido del título de una película.

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Debe ser indicativo de algo que la distribuidora de un filme que en inglés se llama 'My Salinger year' haya decidido prescindir del nombre del autor de 'El guardián entre el centeno' en el título español. Quizá sea síntoma de que J. D. Salinger, el escritor estadounidense de culto por excelencia en la segunda mitad del siglo XX entre el público adolescente y universitario, ya no genera esa misma atracción entre los jóvenes (y buena parte de los adultos) de hoy en día. Y que en cambio resaltar la perspectiva en femenino, por otro lado coherente con el propio planteamiento de la película, permite captar el potencial interés de un segmento de audiencia muy proclive a ir al cine. Lo que no deja de resultar una interesante paradoja respecto a una película que toma como punto de partida precisamente el poder de fascinación de Salinger, un autor que mantuvo su influencia durante décadas rehuyendo cualquier tipo de atención mediática y sin moverse de su retiro voluntario en Cornish, Nuevo Hampshire.

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