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'Despierta la furia': Jason Statham le roba la película a Guy Ritchie
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'Despierta la furia': Jason Statham le roba la película a Guy Ritchie

Guy Ritchie ha perdido definitivamente el 'mojo'. El único aliciente de su último 'thriller' de acción reside en el regreso de Josh Hartnett al cine de gran presupuesto... y poco más

Foto: Jason Statham es H, un tipo misterioso que empieza a trabajar en una empresa de furgones blindados. (DeAPlaneta)
Jason Statham es H, un tipo misterioso que empieza a trabajar en una empresa de furgones blindados. (DeAPlaneta)

Una vez, hace mucho tiempo, Guy Ritchie fue ese director inglés con ademanes de 'chav' —solo ademanes, ya que sus padres, después de divorciarse entre ellos, se casaron con sendas baronías— que se propuso renovar el 'thriller' británico de gánsteres con un ritmo de montaje endiablado —hizo del 'jumpcut' su seña de identidad—, personajes de los márgenes convertidos en filósofos de la vida, diálogos rápidos, ultraviolencia, peleas a puño descubierto coreografiadas al nanómetro y, también, ese toque mágico, ese no sé qué, que lograba convertir lo hortera —'tacky', que dicen los ingleses— en clase. Ritchie, como Fincher, Jonze o Gondry, perteneció a aquel grupo de cineastas que en los noventa trasladaron el lenguaje rápido de la publicidad y de la MTV a la gran pantalla, gente que había empezado desde abajo, directores arriesgados y con pocos medios, pero con adrenalina de la inmediatez grapada al hipotálamo. Pero algo no va bien cuando al hablar de Ritchie siempre se ha de volver a 'Lock & Stock' (1998) y 'Snatch: cerdos y diamantes' (2000).

Si algo ha sido la carrera de Ritchie en los últimos años es irregular: su revisión del británico más 'british', Sherlock, polarizó terriblemente la crítica, pero consiguió el respaldo del público y, al menos, volver a dar qué hablar después de casi una década de perfil bajo. Con su revisión pasada de vueltas del mito artúrico en 2016, al menos hubo un intento —aunque fallido— de salirse del carril, de imponer los aspectos más extravagantes de su identidad como cineasta, y en 'The Gentlemen' encontró quizás el punto exacto de barroquismo, aunque la esencia de autoplagio era difícil de esconder. Pero por muy autoparódico, excesivo y rimbombante que fuese el resultado, al menos Ritchie estaba ahí, visible. Y en 'Despierta la furia' es, quizás, la primera vez que el director no aparece. Más allá de la trama —cine de acción de atracos— y del protagonismo de Jason Statham —uno de sus actores fetiche—, cualquier Matt Eskandari, Rod Lurie o Sam Grave de turno —¿no sabe quiénes son? Por algo será— podrían haber dirigido este 'thriller' cuyo mayor reclamo es el regreso de Josh Hartnett al cine de gran presupuesto dos décadas después de que Hollywood lo echase con cajas destempladas, como bien cuenta Juan Sanguino en este artículo genial de 'El País'.

placeholder Foto: Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

Pocas veces había demostrado el director una narración formal tan convencional como en esta ocasión. Las cámaras se mueven por cuestiones puramente estilísticas, pero sin ironía, sin expresividad. El 'leitmotiv' musical, grave y machacón, podría intercambiarse aleatoriamente por cualquier banda sonora de saga de 'thrillers'. Y tampoco hay humor en los diálogos, en los que los actores escupen frases tan poco manidas como "no me toques las narices y nos llevaremos bien", cuando los personajes de Statham y Hartnett descubren que tienen que trabajar juntos. El hecho que el guion no esté escrito por Ritchie —lo firman Éric Besnard y Nicolas Boukhrief, que ya trabajaron juntos en 'Objetivo: París'— parece apuntar a que esta es una película de encargo que Ritchie ha aceptado quizás para volver a coincidir con Statham, a quien no había dirigido desde hace 16 años. Además, el guion es un remake de la película francesa 'Le convoyeur', de 2004.

Porque es el actor quien vuelve a interpretar al tipo de personaje que ya conoce al dedillo después de las sagas 'Crank', 'Mercenarios', 'Fast & Furious' y demás: el macho alfa, misterioso y parco en palabras, la máquina de matar de precisión con acento 'cockney'. En esta ocasión, Statham es Hache, un hombre cariacontecido que empieza a trabajar en una empresa de furgones blindados que trasladan grandes cantidades de dinero. Llega para sustituir uno de los puestos vacantes que quedaron cuando a dos guardias de la compañía los ajusticiaron en plena calle para robar el botín que custodiaban. Cuando, tiempo después, un grupo de ladrones intenta robar el furgón de Hache y este los ejecuta a tiro limpio, sus compañeros —entre los que se encuentran Hartnett y Holt MacCallany, Bill Tench en 'Mindhunter'— lo convierten en un héroe para el equipo.

placeholder Josh Harnett regresa tras años alejado del cine de gran presupuesto. (DeAPlaneta)
Josh Harnett regresa tras años alejado del cine de gran presupuesto. (DeAPlaneta)

Pero, la gran pregunta es: ¿Quién es en realidad Hache? A través de un puzzle de pocas piezas en forma de 'flashbacks', Ritchie arroja algo de luz sobre el personaje y sobre por qué alguien con semejante sangre fría y precisión de tiro ha acabado como vigilante de seguridad. Si en el caso de los personajes femeninos existe el género de 'rape and revenge' —violación y venganza—, el equivalente masculino podrían ser los 'thrillers' de trauma y venganza en los que un lobo solitario decide tomarse la justicia por su mano y convertirse en un justiciero. Aunque, en títulos icónicos del género como 'El justiciero' (1974), con Charles Bronson, o más recientemente 'The Equalizer' (2014), con Denzel Washington, los protagonistas suelen ser ciudadanos de a pie o agentes jubilados que se entrenan para convertirse en LA LEY.

'Despierta la furia' está llena de lugares comunes de inconcreciones. Como en la filmografía de Ritchie, no pueden faltar los pubs con mesa de billar ni los negocios mafiosos, pero aquí la sordidez no es un instrumento para la comedia, sino que todo es afectadamente serio y doliente. No hay emoción y tampoco hay imágenes icónicas, por mucho que intenten repetirlas una y otra vez. Las cámaras lentas, los planeos de los drones, todo está en su sitio y se utiliza como todos lo han utilizado cientos de veces. La escasa originalidad la ofrece Hartnett en el papel cuasi cómico de un guarda fardón que, en los momentos de crisis, llora y patalea y sufre ataques de pánico y no sabe muy bien qué hacer. El resto, salvo el tiroteo final —y gracias, probablemente, al trabajo realista de sonido—, es un 'retazal' de momentos en los que el protagonista da vueltas por la ciudad buscando algo o a alguien. Hache actúa como la némesis de un Scott Eastwood infrautilizado, que tarda demasiado en aparecer y cuya historia se precipita demasiado rápido, desequilibrando las dos partes de la película. Con un gran 'casting', un presupuesto más que holgado, Guy Ritchie no consigue más que hacer "la enésima película de Jason Statham".

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