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'Cruella': Disney se disfraza de punk, pero no se atreve a matar perritos
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'Cruella': Disney se disfraza de punk, pero no se atreve a matar perritos

Como ya hizo con 'Maléfica', la factoría del ratón está buceando en la psique de sus villanas clásicas para psicoanalizar sus traumas. 'Cruella' llega al mismo tiempo a salas y a Disney+

Foto: Emma Stone es Cruella en la nueva versión pseudopunk del personaje creado por la novelista infantil Dodie Smith. (Disney)
Emma Stone es Cruella en la nueva versión pseudopunk del personaje creado por la novelista infantil Dodie Smith. (Disney)

Lo más probable es que nadie se haya preguntado, jamás, qué empujó a Cruella de Vil a convertirse en uno de los villanos más icónicos de Disney, capaz de matar mascotas para desollarlas y hacerse abrigos con sus pieles. ¿Es que nació siendo malvada? Si no es así, ¿qué trauma o zancadilla del destino la desvió hacia él? Son cuestiones que, decimos, no tuvieron relevancia ni para quienes conocieron al personaje gracias a la fantasía animada ‘101 dálmatas’ (1961) ni para los que lo hicieron a través del ‘remake’ de acción real protagonizado en 1996 por Glenn Close. Y, pese a ello, ahora hay una película que trata de responderlas, o al menos finge hacerlo.

Si no lo logra de forma mínimamente satisfactoria es en buena medida por su empeño en someter al personaje titular a un proceso de humanización y blanqueamiento similar al que Disney ya practicó a través de la saga ‘Maléfica’ sobre la bruja del cuento de la Cenicienta. En ‘Cruella’, en consecuencia, una mujer despreciable conocida por odiar a los perros —y por otros rasgos despreciables— aparece transformada en una amante de los animales y una víctima del abuso, y hasta caracterizada con adornos típicos de superhéroe: un ‘alter ego’, atuendos vistosos, habilidades para el combate y una antagonista a la que derrotar con sus poderes sobrehumanos, en este caso relacionados con el diseño y la costura. Por cierto, que llega al mismo tiempo a salas de cine y a la plataforma Disney+.

Para retratar al personaje, el director Craig Gillespie se traslada a la Londres a los años setenta y, recurriendo al mismo tipo de voz en 'off' irónica a la que ya sacó buen partido en ‘Yo, Tonya’ (2017) —aquí no le funciona igual de bien—; nos la presenta primero como una niña huérfana y luego como una joven ladrona, Estella (Emma Stone), que anhela convertirse en estrella del mundo de la moda. Su sueño parece hacerse realidad cuando consigue un trabajo en el taller de la diseñadora más influyente de la ciudad, la baronesa Von Hellman (Emma Thompson), pero no tarda en descubrir la naturaleza absolutamente monstruosa de su nueva jefa. Y, mientras planea su venganza, Estella va convirtiéndose en Cruella.

placeholder Emma Stone, en su faceta de Cruella. (Disney)
Emma Stone, en su faceta de Cruella. (Disney)

Al menos a nivel psicológico, la metamorfosis no tiene nada de sorprendente o reseñable, en parte porque a estas alturas —gracias a títulos como ‘Venom’ (2018) o ‘Joker’ (2019), entre muchos otros— ya estamos más que familiarizados con este tipo de tránsitos al lado oscuro, y en parte Gillespie no parece tener muy claro si Cruella es simplemente una mujer equivocada o una víctima de una enfermedad mental o alguien carente por completo de escrúpulos y, como consecuencia, a medida que conocemos al personaje su comportamiento resulta cada vez más ilógico. La película, además, no logra dotar de verdadera tensión dramática su confrontación con la baronesa, y durante buena parte de sus dos horas y cuarto de metraje transcurre como una mera repetición de situaciones —la joven lleva a cabo un acto de sabotaje contra su enemiga, su enemiga se enfurece— durante las que lo único verdaderamente interesante que sucede en pantalla son las espectaculares piezas de vestuario.

La campaña promocional de la película ha tratado de erigir a su heroína en un icono de lo punk aunque, en realidad, lo que en ella se nos ofrece es una versión sucedánea y convenientemente ‘disneyficada’ de la moda y la música asociadas a esa etiqueta. Los diseños, de entrada, toman la estética popularizada en su día por Malcolm McLaren y Vivienne Westwood y la higienizan a base de alusiones al ‘glam’, la era victoriana y hasta el ‘Swinging London’; y la banda sonora de ‘Cruella’ es una incesante sucesión de los ‘greatest hits’ más trillados y obvios de artistas como The Rolling Stones, Nina Simone, Blondie y The Stooges, el tipo de selección que encajaría de perlas en el hilo musical de un ‘Starbucks’.

placeholder Jenny Beavan es la diseñadora del vestuario de 'Cruella'. (Disney)
Jenny Beavan es la diseñadora del vestuario de 'Cruella'. (Disney)

Es cierto que no cabría esperar nada distinto de una producción de Disney, y por eso resulta especialmente lamentable la desesperación con la que la película intenta apropiarse de la iconografía de un movimiento que en parte nació como reacción a los ideales que la compañía de Mickey Mouse encarna, sin evidenciar en el proceso otro fin que el mero postureo. No hay un ápice de rupturismo en ‘Cruella’, ni en las influencias argumentales que evidencia —de ‘Oliver Twist’ a ‘El diablo viste de Prada’— ni en los esfuerzos que dedica a plantar las semillas para futuras secuelas y, por supuesto, tampoco en el trato que otorga a su personaje protagonista. Esta Cruella en ningún momento llega a hacer honor a su nombre, ni por asomo, y se muestra tan proclive a despellejar a un dálmata como a combinar el rojo con el verde. Los asesinos de animales no le gustan a nadie, y ‘Cruella’ quiere gustar a todos. ¿Hay algo menos 'punk' que eso?

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