'Earwig y la bruja': la decepcionante aprendiz de hechicera de Studio Ghibli
La primera película en animación digital 3D de la productora japonesa no está a la altura del resto de títulos de la casa
En el arranque de 'Earwig y la bruja', la madre de la protagonista deja a su hija en un orfanato, de manera que la niña crece espabilándose por sí misma. Este inicio podría funcionar a modo de metáfora de lo que ha sucedido en el seno del Studio Ghibli. Hayao Hiyazaki, alma cofundadora de la productora y el genio detrás de algunas de las obras maestras allí creadas, deja a su hijo Gorō al mando del primer largometraje rodado íntegramente en animación digital 3D de la compañía, a ver cómo se las desempeña. La película en sí misma encarna una comprensible vocación de recambio generacional dentro de Ghibli. Gorō ha insistido en que se trata del primer proyecto desarrollado íntegramente por el equipo de profesionales más jóvenes, sin supervisión de los veteranos del Studio. 'Earwig y la bruja', por tanto, pretendería marcar un cambio de rumbo en la casa donde se gestó 'La tumba de las luciérnagas' (1988) de Isao Takahata y 'El viaje de Chihiro' (2001) de Miyazaki padre, entre otras.
Incluso el perfil de Earwig nos habla de ciertas ansias de emancipación. La niña protagonista de esta adaptación de la novela homónima de la escritora británica Diana Wynne Jones (que ya inspiró 'El castillo ambulante') se desmarca de los arcos tradicionales de las narrativas de infancias abandonadas. Lejos de vivir su experiencia en el orfanato como un trauma, la pequeña goza de la autonomía que este entorno le proporciona, mientras cubre sus necesidades de afecto a través de las relaciones con la encargada del lugar, el resto de trabajadores y, sobre todo, su amigo Custard. Cuando una pareja de lo más extraño, Bella Yaga y Mandrake, la adopta a pesar de sus reticencias, Earwig tampoco se traumatiza. Y eso que sus nuevos padres de acogida demuestran poca inclinación al cariño y a la ternura. Bella Yaga promete a la pequeña que la convertirá en su aprendiz de bruja. Sin embargo, una vez en casa, la obliga a trabajar sin concederle ninguna enseñanza a cambio. Lejos de refugiarse en el papel de cenicienta, Earwig decide buscar su propio camino de acceso al conocimiento mágico, con la complicidad de Thomas, el gato negro del lugar.
Resulta alentador que una película infantil dibuje un escenario en que la ausencia de figuras paternas o maternas tradicionales no impiden la felicidad del personaje principal. Es en este aspecto, el de apostar por una protagonista menor de edad que actúa con plena autonomía y determinación, en que 'Earwig y la bruja' honra de la mejor manera posible el legado de Studio Ghibli, una productora que ya contaba con un buen puñado de protagonistas femeninas independientes y en las antípodas del estereotipo de princesa Disney mucho antes de que se pusiera de moda el concepto empoderada.
Porque en el resto de cuestiones, la carta de presentación de Studio Ghibli en el panorama del anime digital no solo no está a la altura de la trayectoria de la compañía, sino que también palidece ante el nivel medio en este campo de otras productoras de su categoría. El dibujo de los personajes de 'Earwig y la bruja' destaca por su escaso atractivo y personalidad, excepto en el poco aprovechado trazo de Mandrake, el mago de ojos literalmente chispeantes. Ni tan siquiera el gato Thomas desprende especial gracia, ¡un gato sin gracia! Algo de lo más frustrante viniendo de una productora como Studio Ghibli, capaz de otorgar encanto y vida incluso a unas motas de polvo. No se puede rascar ni un ápice de magia de las imágenes de 'Earwig y la bruja', aunque en las secuencias que tienen lugar en la cocina-taller de la bruja, donde las protagonistas preparan una pócima tras otra en un entorno que sugiere la posibilidad de múltiples hechizos, el imaginario se acerca por momentos al de los filmes de Hayao Miyazaki.
Ghibli no solo no está a la altura de su trayectoria, sino que también palidece ante el nivel medio de otras productoras de su categoría
La historia se beneficia de la presencia de la vivaz protagonista, pero también transmite la sensación de que forma parte de un relato más amplio, el que atañe a la misteriosa madre que aparece al inicio, que no se nos acaba de explicar. Y la inclusión de la subtrama sobre la banda de rock, temas musicales incluidos, parece más propia de una producción barata de Disney Channel. Con 'Earwig y la bruja' queda claro que, en el caso de una productora como Studio Ghibli, no tiene demasiado sentido aparcar aquello que te otorga singularidad y prestigio para apuntarte a otra liga, la de la animación digital, cuando no tienes un equipo preparado para jugar al máximo nivel en este campo. 'Earwig y la bruja' no es una mala película si olvidas quien la produce y recuerdas que su principal canal de exhibición es el televisivo. Pero resulta decepcionante como posible cambio de tercio por parte de la casa madre de 'Mi amigo Totoro' y 'La princesa Mononoke'.
En el arranque de 'Earwig y la bruja', la madre de la protagonista deja a su hija en un orfanato, de manera que la niña crece espabilándose por sí misma. Este inicio podría funcionar a modo de metáfora de lo que ha sucedido en el seno del Studio Ghibli. Hayao Hiyazaki, alma cofundadora de la productora y el genio detrás de algunas de las obras maestras allí creadas, deja a su hijo Gorō al mando del primer largometraje rodado íntegramente en animación digital 3D de la compañía, a ver cómo se las desempeña. La película en sí misma encarna una comprensible vocación de recambio generacional dentro de Ghibli. Gorō ha insistido en que se trata del primer proyecto desarrollado íntegramente por el equipo de profesionales más jóvenes, sin supervisión de los veteranos del Studio. 'Earwig y la bruja', por tanto, pretendería marcar un cambio de rumbo en la casa donde se gestó 'La tumba de las luciérnagas' (1988) de Isao Takahata y 'El viaje de Chihiro' (2001) de Miyazaki padre, entre otras.