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'Otra ronda': beber para celebrar
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'Otra ronda': beber para celebrar

Thomas Vinterberg vuelve a los Oscar con dos nominaciones gracias a esta comedia dramática que invita a irse al bar y celebrar la vida

Foto: Mads Mikkelsen ofrece uno de los grandes papeles de su carrera en 'Otra ronda', de Thomas Vinterberg. (BTeam)
Mads Mikkelsen ofrece uno de los grandes papeles de su carrera en 'Otra ronda', de Thomas Vinterberg. (BTeam)

Dicen que con la edad las fieras se aplacan y, si comparamos al Thomas Vinterberg de 'Celebración' con el Thomas Vinterberg de 'Otra ronda', podremos afirmar que ese pesimismo cioranesco de los comienzos de su carrera ha dejado paso a un existencialismo esperanzador, una visión más cómoda con la corriente mayoritaria, lo suficientemente crítica como para conseguir la aceptación de los escépticos, ligeramente optimista como para reconfortar al público que no va al cine para que se lo hagan pasar mal, porque para eso ya está la vida. Si ya ni siquiera Vinterberg quiere someter al espectador a la tortura de la falta de concesiones, ¿habremos llegado a "el peor de los mundos posibles" que vaticinaban Schopenhauer y compañía?

Aunque el título original, 'Druk', en la traducción del danés significa "consumo excesivo de alcohol", tanto en su distribución internacional como en la española han optado por una idea mucho más luminosa y festiva, 'Another Round'/ 'Otra ronda', que no se refiere exclusivamente al acto de pedir otra hilera de chupitos, cervezas, vinos o cualquier bebida espirituosa —¿quién en su sano juicio pide otra ronda de refrescos si no es como provocación contra el noble arte del beber?—, sino que también define esas nuevas oportunidades que ofrece la vida después de una gran cagada que pareciera no tener solución. Otra ronda, otro asalto, otra oportunidad. Vinterberg tenía la opción de dejarse llevar por el moralismo condenatorio calvinista, por la ligereza hedonista y descreída o por una tercera vía, mucho más amable y reconfortante para el espectador, sin llegar a caer en la cursilería, pero también amparando al creador en la comodidad de no meterse en lodazales. Si quería las dos nominaciones a las que opta en los Oscar —mejor dirección y mejor película internacional—, no podía pasarse de europeo.

placeholder Lars Ranthe y Mads Mikkelsen son dos profesores de instituto frustrados. (BTeam)
Lars Ranthe y Mads Mikkelsen son dos profesores de instituto frustrados. (BTeam)

Dicen que se bebe para olvidar o se bebe para sobrevivir. Esas formas de beber son las que, a la larga, hacen del alcohol un veneno para el alma. Pero también se bebe para celebrar, para desatarse, para echar a volar. ¿Cuántos polvos habrían quedado en pólvora mojada, que decía Pablo Abrairo, si no hubiese sido por ese punto de más que Popeye conseguía con las espinacas? ¿Cuántas querencias habrán salido de ese "me das fuego", producto de ese velo borroso que esconde las timideces y los ridículos? ¿Qué hermanamiento más profundo y ancestral que el de aquella noche en blanco de bar en bar? Bendita esa euforia que logra hasta que los hombres se digan "te quiero".

Vinterberg, que tanto y tan irregularmente ha cultivado el drama, encuentra en esta 'buddy comedy' —que no puede desprenderse de la herencia 'Full Monty'— uno de sus mejores trabajos de los últimos años, en los que el director danés se ha perdido tanto como para encallarse en el 'Kursk'. Confiando de nuevo en algunos de sus actores fetiche como Mads Mikkelsen —que ofrece uno de los papeles de su carrera— y Thomas Bo Larsen, Vinterberg se mete de lleno en la crisis de la mediana edad de un grupo de profesores de instituto adormecidos por su propia indolencia. Ni sus hijos, ni sus alumnos ni sus mujeres los respetan; se han convertido en un destilado mediocre de lo que una vez aspiraron a ser.

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Martin (Mikkelsen), un día, se da cuenta de que aburre a las vacas porque, atención, se ha convertido en una persona aburrida. Nada le estimula y pasa los días dejándose llevar por la inercia. No tiene proyectos en el horizonte que le remuevan la sangre porque se ha convencido a sí mismo de que, a su edad, todo lo que debería estar hecho está hecho y que lo que le espera es un lento languidecer, simplemente seguir respirando. Martin lleva años sin beber, sin descomprimir, sin dejarse llevar, como un 'sufriente' de una existencia frugal y apática. Pero ese coma vital no lo siente él solo, sino que sus compañeros de trabajo y amigos —su círculo social no es lo suficientemente amplio como para que exista una diferencia— padecen esa misma abulia, como algo generacional.

Por eso, cuando su compañero Nicolaj (Magnus Millang), profesor de Psicología, les propone participar en un experimento, el grupo de cincuentones siente, al menos, una nueva excitación. Según el filósofo y psiquiatra noruego Finn Skårderud, el ser humano nace con un déficit de alcohol en sangre del 0,05%; debido a esta carencia, el estado óptimo de cualquier persona se consigue cuando se compensa esa falta a lingotazo limpio, manteniendo un ligero achispamiento sostenido durante toda la jornada laboral. Martin y sus compañeros comienzan a llevar a clase esa "agua con misterio" que llamarían algunos y llegan a la conclusión de que demuestran mayor confianza en sí mismos, mayor espontaneidad, les surgen ideas más innovadoras y son, en general, gente más agradable de tratar. Los alumnos comienzan a prestar atención a sus clases y les falta apenas un chupito más para conseguir que se suban al pupitre y que reciten el "¡Oh, capitán, mi capitán!". Incluso en sus casas, sus mujeres les encuentran más atractivos, y sus hijos, por fin, no huyen de sus conversaciones como del tifus. Sus vidas grises han cogido, gracias al -OH, algo de colorcillo.

placeholder Las vidas sentimentales de los protagonistas o son un desastre o están absorbidas por la pasividad. (BTeam)
Las vidas sentimentales de los protagonistas o son un desastre o están absorbidas por la pasividad. (BTeam)

Por eso, el grupo de amigos propone llevar el experimento un paso más allá y llegar a un punto de borrachera crítico, solo para empujar los límites. Vinterberg debe tomar aquí la decisión más complicada: firmar una comedia ligera que celebra el alcohol como solución para todos los males sin mostrar las contrapartidas de pasarse de copas o un drama moralista con el alcohol como último villano que lleva a la perdición a los pobres hombres desorientados. Y el danés escoge sabiamente, o al menos si su intención es llegar a un público más grande y no empujarlo a los brazos del Escitalopram. Al contrario, 'Otra ronda' casi exige salir del cine, abrazar a los amigos e invitarse a algunas. Sobre todo en un momento, como el de hoy, en que la perspectiva de otra ronda, de otro 'round', de que algo bueno vendrá, parece tan distante. Pero llegará. Y eso habrá que celebrarlo con, al menos, otra ronda.

PD: y quédense con ese final a cargo del mejor Mads Mikkelsen posible.

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