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'In My Room', drama conyugal en terreno inhóspito
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'In My Room', drama conyugal en terreno inhóspito

Esta distopía alemana de Ulrich Köhler sobre la última pareja en la faz de la Tierra se estrena este viernes

Foto: Hans Löw es el protagonista de 'In My Room'. (Filmin)
Hans Löw es el protagonista de 'In My Room'. (Filmin)

Como muchos de los otros cineastas alemanes englobados por la etiqueta Escuela de Berlín, Ulrich Köhler ha centrado buena parte de su obra en los ahogos causados por la sociedad moderna. Sus tres primeras películas, en efecto, están protagonizadas por personajes sumidos en sendas crisis existenciales que deciden rebelarse contra las exigencias del entorno y apearse de la sociedad. Y al protagonista de ‘In My Room’, su cuarto largometraje, le sucede lo mismo pero al revés: en su caso, es el resto del mundo lo que desaparece.

Al principio del relato, Armin (Hans Löw) vive una existencia de lo más gris compuesta de encuentros fallidos con el sexo opuesto, humillaciones infligidas por sus colegas de trabajo y deprimentes visitas a su padre y a su abuela moribunda; carece casi por completo de relaciones humanas de relieve, pero es demasiado apático como para corregirse. Y eso explica que acepte ese apocalipsis para el que Köhler no ofrece ninguna explicación con una sorprendente calma.

Armin se despierta un día y descubre que los coches están abandonados, que en los edificios no hay un alma y que los animales de repente vagan en total libertad; el misterioso apocalipsis quizá sea una manifestación física de la pena y la soledad que azotaban su vida. Y en cuanto el que parece ser el último hombre vivo logra hacer los ajustes físicos y emocionales necesarios para asimilar su nueva situación, la oscuridad que reinaba en la película hasta ese momento es reemplazada por unos cielos despejados y un sol rutilante que evocan el Edén bíblico. Transformado súbitamente en un Robinson Crusoe fibroso y bronceado, asimismo, ha creado para sí una existencia solitaria razonablemente llevadera. Ha aprendido a trabajar la tierra y coser, ha acumulado ganado, se ha hecho con un generador y trabaja duro en una presa hidroeléctrica. Al no tener otra opción, alguien que parecía un inútil ha demostrado ser asombrosamente resolutivo. Y, mientras que no sentía un apego particular a las comodidades y las oportunidades de conexión humana consustanciales al viejo y habitado mundo, el nuevo y desierto le provoca inconfundible satisfacción.

Parece mantener una postura anticapitalista, sosteniendo que para algunos las estructuras sociales no son una herramienta de realización


Mientras contempla a Armin resetear su actitud ante la vida, ‘In My Room’ parece mantener una postura anticapitalista, sosteniendo que para algunos de nosotros las estructuras sociales modernas no son una herramienta de realización personal sino una losa con la que cargar. Y esa ideología queda subrayada a través de una serie de escenas enfocadas en los ritmos y los impulsos biológicos esenciales —la vida y la muerte, la nutrición, el dolor físico— o en el lugar del ser humano entre los animales.

Adán y Eva

Llegado el momento, entra en escena Kirsi (Elena Radonicich), la Eva que en teoría todo Adán necesita. Armin y Kirsi empiezan a cuidarse mutuamente e intentan construir una vida juntos —ninguno habla el idioma del otro, pero ambos saben inglés—, pero Köhler envuelve a la pareja de ambigüedad. Irónicamente, su relación se desarrolla casi exactamente como lo haría si se hubieran conocido en circunstancias normales, lastrada por los mismos desacuerdos y pequeñas disputas, y por los mismos rastros de desilusión que manchan momentos alegres.

placeholder Reparto de 'In My Room'.
Reparto de 'In My Room'.


En otras palabras, ‘In My Room’ se convierte en un drama conyugal de flemática comicidad centrado en la incapacidad de las dos últimas personas sobre la faz de la Tierra para funcionar en pareja; él quiere echar raíces en su rincón del planeta, y ella prefiere vivir el tiempo que le queda dando rienda suelta a su pasión por el viaje y recorriendo las ruinas dejadas por el fin del mundo. Y esa tensión irreconciliable no solo prueba la minusvalía esencial de Armin en tanto que ser social, sino que también sugiere en conjunto que la idea del borrón y cuenta nueva es una falacia; en última instancia, a pesar de que el ser humano puede llegar a ser capaz de modificar radicalmente su conducta si es absolutamente necesario, en realidad la gente no cambia.

Se convierte en un drama conyugal de comicidad centrado en la incapacidad de las dos últimas personas de la Tierra para funcionar en pareja

‘In My Room’ se toma su tiempo para explorar el periplo de su protagonista, avanzando sin música no diegética y mayormente a base de planos largos, y situándose en un territorio intermedio entre la intimidad y la distancia; Armin se va revelando poco a poco en el transcurso de la acción, sobre todo a través de su relación con el ambiente y de decisiones no inmediatamente inteligibles, y dejando sin contestar algunas de las preguntas sobre su psicología que Köhler nos invita a plantearnos. Dicho de otro modo, es una película que requiere la implicación del espectador y su disposición para dejarse llevar. Quienes estén dispuestos a dárselas, se verán recompensados con grandes dosis de riqueza alegórica, momentos de gran lirismo y una profunda humanidad.

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Como muchos de los otros cineastas alemanes englobados por la etiqueta Escuela de Berlín, Ulrich Köhler ha centrado buena parte de su obra en los ahogos causados por la sociedad moderna. Sus tres primeras películas, en efecto, están protagonizadas por personajes sumidos en sendas crisis existenciales que deciden rebelarse contra las exigencias del entorno y apearse de la sociedad. Y al protagonista de ‘In My Room’, su cuarto largometraje, le sucede lo mismo pero al revés: en su caso, es el resto del mundo lo que desaparece.

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