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'First Love': esto no es una peli de amor, sino de yakuzas, drogas y cabezas cortadas
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'First Love': esto no es una peli de amor, sino de yakuzas, drogas y cabezas cortadas

El japonés Takashi Miike rueda su largometraje número 103 con la misma energía e imaginación que el primero

Foto: Un fotograma de 'First Love', de Takashi Miike. (Barton Films)
Un fotograma de 'First Love', de Takashi Miike. (Barton Films)

“Esto es una jodida salvajada”, ruge en un momento de 'First Love' un miembro de la yakuza que se encuentra malherido y rebozado en metanfetamina, mientras lo persiguen tanto otros yakuzas como miembros de la tríada china. Y es inevitable estar de acuerdo con él porque, para cuando esa escena tiene lugar, el director Takashi Miike ya ha poblado su nuevo largometraje de samuráis, policías corruptos, asesinas implacables, esclavas sexuales en fuga, matones con un solo brazo y bolsas llenas de droga. Que nadie se fíe de su título: esta película no es una historia de amor; lo deja claro pasados apenas cuatro minutos de su metraje, cuando una cabeza cortada entra en plano rodando por un callejón, y a partir de ese momento va incrementando sus niveles de locura como una bola de nieve que se agranda a medida que desciende.

De Miike es conveniente recordar un par de cosas: la primera es que se trata de un director increíblemente prolífico; se dice que 'First Love' es la ficción número 103 que dirige, aunque probablemente los números exactos no los conozca ni él —solo en 2001, dirigió siete películas—. La segunda es su fama de autor extremo y provocador, de la que se ha mostrado merecedor desde mucho antes de que 'Audición' (1999) lo diera a conocer fuera de su país. Es cierto que a lo largo de su carrera el nipón ha trabajado los géneros más variados —incluso el cine para niños, en la fantasía 'La gran guerra Yokai' (2005)—, y que en años posteriores ha hecho incursiones en el cine de autor más convencionalmente respetable a través de títulos como '13 asesinos' (2010) y 'Hara-Kiri: muerte de un samurái' (2011), pero este nuevo trabajo vuelve a confirmar que su hábitat natural como narrador son los bajos fondos de Japón y las bajas pasiones que estimulan.

placeholder Un momento de 'First Love'. (Barton Films)
Un momento de 'First Love'. (Barton Films)

Para ello, avanza a bordo de una historia absurdamente enrevesada, llena de personajes y motivos contradictorios que se entrecruzan, y se toma su tiempo para identificar a los que más cuentan: por un lado está Monica (Sakurako Konishi), una drogadicta que se prostituye para pagar las deudas contraídas por su padre —a quien acostumbra a ver en ropa interior, a veces bailando, en sus recurrentes alucinaciones— mientras acumula las suyas propias con sus proxenetas, que se hallan inmersos en un negocio con la yakuza. Por el otro está Leo (Masataka Kubota), un boxeador joven y prometedor a quien informan de que sufre un tumor cerebral que no solo le obliga a abandonar el cuadrilátero sino que pronto acabará con su vida. De forma fortuita, Monica y Leo se ven abocados al centro de una guerra territorial entre narcotraficantes japoneses y chinos, y un vínculo emocional surge entre ellos.

A partir de esa premisa, delincuentes de diferentes bandos —casi siempre— se persiguen y de vez en cuando se mutilan los unos a los otros mientras la pareja lo contempla incrédula. Y por momentos, decimos, es difícil distinguir a los personajes y sus agendas personales, aunque tampoco hace falta porque aquí lo importante no es la trama sino el caos; la citada bolsa llena de estupefacientes, tras la que corren unos y otros, no es más que la excusa que Miike se busca para ir llenando la pantalla de cadáveres.

placeholder Los protagonistas de la última película de Takeshi Miike. (Barton Films)
Los protagonistas de la última película de Takeshi Miike. (Barton Films)

Y lo hace mezclando con soltura la ultraviolencia y el 'slapstick', y manteniendo en casi todo momento una voluntad 'cartoonesca', de forma especialmente literal en una secuencia de animación en la que se escenifica una coreografía automovilística que probablemente Miike no pudo rodar por motivos de presupuesto. La mayoría del humor surge de la naturalidad con que el director retrata la chaladura inherente a las vidas criminales y, sobre todo, de la idiotez absoluta exhibida por casi todos los personajes, tipos incapaces de encontrar soluciones a los problemas que no pasen por el asesinato.

placeholder Cartel de 'First Love'.
Cartel de 'First Love'.

En cualquier caso, a medida que la carnicería criminal aumenta mientras avanza hacia su asombroso clímax, su sinsentido deja de ser meramente absurdo para adquirir tintes trágicos. Y en el ojo del huracán permanecen dos seres inocentes y atormentados, y quizá lo más sorprendente de 'First Love' es la preocupación genuina que Miike muestra por la supervivencia y la felicidad de los jóvenes amantes, y los esfuerzos que un director habitualmente nihilista como él dedica a sugerir que incluso de las circunstancias más terribles puede sacarse algo positivo, una forma de redención y hasta una oportunidad para el amor. Que en su película número 103 el japonés siga revelándonos nuevas facetas como narrador —y que mientras lo hace exhiba tanta energía e imaginación como en la número uno— resulta francamente inspirador.

Foto: Tim Roth, en 'La canción de los nombres olvidados'. (Filmax)
Foto: Una imagen de 'Luciérnagas', de la directora iraní Bani Khoshnoudi. (Phoenix Entertainment Group)

“Esto es una jodida salvajada”, ruge en un momento de 'First Love' un miembro de la yakuza que se encuentra malherido y rebozado en metanfetamina, mientras lo persiguen tanto otros yakuzas como miembros de la tríada china. Y es inevitable estar de acuerdo con él porque, para cuando esa escena tiene lugar, el director Takashi Miike ya ha poblado su nuevo largometraje de samuráis, policías corruptos, asesinas implacables, esclavas sexuales en fuga, matones con un solo brazo y bolsas llenas de droga. Que nadie se fíe de su título: esta película no es una historia de amor; lo deja claro pasados apenas cuatro minutos de su metraje, cuando una cabeza cortada entra en plano rodando por un callejón, y a partir de ese momento va incrementando sus niveles de locura como una bola de nieve que se agranda a medida que desciende.

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