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'Cuestión de justicia': la fallida respuesta afroamericana a 'Matar a un ruiseñor'
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'Cuestión de justicia': la fallida respuesta afroamericana a 'Matar a un ruiseñor'

Michael B. Jordan y Jamie Foxx protagonizan este drama judicial con el racismo y la pena de muerte en el punto de mira

Foto: 'Cuestión de justicia'.
'Cuestión de justicia'.

Un cartel da la bienvenida a Monroeville, el lugar donde sucede 'Cuestión de justicia', recordando que es la localización de 'Matar a un ruiseñor', la famosa novela de Harper Lee que fue llevada al cine en 1962 por Robert Mulligan con Gregory Peck en el papel de Atticus Finch, el abogado que defiende a un hombre afroamericano de la falsa acusación de haber violado a una mujer blanca en la Alabama de los años treinta. Finch ha encarnado durante décadas el paradigma de héroe moral estadounidense, un modelo de responsabilidad ética y democrática en un escenario hostil. Pero también se ha desvelado en los últimos años como el ejemplo perfecto de las narrativas del 'salvador blanco', aquellas que abordan problemáticas ligadas a la desigualdad racial desde el punto de vista de un blanco que además se arroga el papel de héroe.

Recién licenciado en Derecho por Harvard, Bryan Stevenson (Michael B. Jordan) aterriza en Monroeville a finales de la década de los ochenta. Su objetivo es defender a una serie de prisioneros afroamericanos en el corredor de la muerte que han sido víctimas de un trato injusto y claramente racista por parte de los tribunales. Algunos lugareños blancos hablan con orgullo a Stevenson de la figura de Atticus Finch, a quien han dedicado un museo y han convertido en un elemento turístico vacío de significado. El abogado reacciona con silencio escéptico y cierto desinterés ante las referencias al protagonista de 'Matar a un ruiseñor'. Casi 30 años después de que Lee publicara su novela, las prisiones de Alabama siguen llenas de ciudadanos encarcelados por motivos raciales. Y Stevenson no tardará en comprobar que a un abogado negro no le ponen las cosas tan fáciles como a Finch. Sobre todo cuando intenta que se revise el juicio de Johnny D. McMillan (un espléndido Jamie Foxx, más contenido de lo habitual), a quien le cayó la acusación de asesinato de una mujer blanca sin pruebas fehacientes. La Fiscalía desoyó los muchos testimonios (de afroamericanos) que aseguran que McMillan se encontraba con ellos, mientras da veracidad a un tipo (blanco) que sitúa a Johnny D. en el lugar de los hechos. Si Bryan no consigue que se revise la acusación, McMillan será ejecutado.

'Cuestión de justicia' parte de un ominoso caso histórico para revisar hasta qué punto el racismo en Estados Unidos sigue siendo un problema estructural, y no un fenómeno aislado o propio del pasado. Aquí, el director y coguionista Destin Daniel Cretton apunta a un tema que Ava DuVernay convertía en la tesis principal de su filme 'Enmienda XIII': cómo el sistema penitenciario estadounidense se ha conformado como una continuidad de la esclavitud y de las políticas de segregación racial, sobre todo en estados sudistas como Alabama. El filme no despliega tanto un análisis al respecto como desarrolla un drama judicial de aires clásicos que, además de ofrecer una relectura afroamericana de 'Matar a un ruiseñor', quiere poner en evidencia este problema a partir de un ejemplo concreto.

La película se mueve con convicción por el territorio siempre tendente a lo plano del filme basado en hechos reales, gracias en buena parte a la fuerza del elenco protagonista y a cierta elegancia en la puesta en escena. A Jordan y Foxx hay que sumar a Brie Larson en el papel de Eva Ansley, mano derecha de Stevenson en la organización que funda, Equal Justice Initiative. Larson ya aparecía en los filmes anteriores de Destin Daniel Cretton, sobre todo en su remarcable ópera prima 'Short Term 12' (2012), un drama de estética más 'indie' centrado también en personajes vulnerables y en el papel de las instituciones que deben atenderles.

'Cuestión de justicia' flojea a causa de un guion un tanto simplista en su voluntad aleccionadora

'Cuestión de justicia' flojea por momentos a causa de un guion un tanto simplista en su voluntad aleccionadora. Algunas líneas de diálogo subrayan demasiado el afán de construir un discurso de denuncia de la injusticia de base racial, y los personajes del fiscal y el policía conjurados en contra de McMillan resultan casi caricaturescos en su rol de malos porque sí.

placeholder 'Cuestión de justicia'.
'Cuestión de justicia'.
Foto: Elisabeth Moss es Cecilia Kass en 'El hombre invisible'. (Universal)

En cambio, el filme sabe mantener la tensión en torno el destino de McMillan a pesar de que este sea fácilmente previsible sin necesidad siquiera de conocer la historia que lo inspira. Por ello, también se agradece que Cretton no aísle la trama del personaje encarnado por Foxx, que funcionaría por ella misma, y la inserte en un contexto colectivo destinado a posicionarse en contra de la pena de muerte. El director no cae en el error de oponerse a las ejecuciones de Estado desde la perspectiva más fácil, la de los centenares de reos injustamente condenados, sino que amplía su impugnación a esta forma legalizada de asesinato incluyendo a otras víctimas de la justicia racista estadounidense en su trama. Sobre todo a un personaje secundario, Herbert Richardson (Rob Morgan), compañero de McMillan en la cárcel, veterano del Vietnam y él sí autor del homicidio por el que se le condenó. La secuencia más potente y conmovedora de 'Cuestión de justicia' acaba siendo aquella en que seguimos a Richardson hasta la silla eléctrica mientras sus compañeros de corredor le acompañan cantando desde sus celdas.

Foto: 'The Gentlemen'.

Un cartel da la bienvenida a Monroeville, el lugar donde sucede 'Cuestión de justicia', recordando que es la localización de 'Matar a un ruiseñor', la famosa novela de Harper Lee que fue llevada al cine en 1962 por Robert Mulligan con Gregory Peck en el papel de Atticus Finch, el abogado que defiende a un hombre afroamericano de la falsa acusación de haber violado a una mujer blanca en la Alabama de los años treinta. Finch ha encarnado durante décadas el paradigma de héroe moral estadounidense, un modelo de responsabilidad ética y democrática en un escenario hostil. Pero también se ha desvelado en los últimos años como el ejemplo perfecto de las narrativas del 'salvador blanco', aquellas que abordan problemáticas ligadas a la desigualdad racial desde el punto de vista de un blanco que además se arroga el papel de héroe.

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