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'La inocencia': cómo perder la virginidad cuando vives en un pueblo
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'La inocencia': cómo perder la virginidad cuando vives en un pueblo

Lucía Alemany dirige su ópera prima, un relato de iniciación ambientado en el principio de los dos mil en un pueblo valenciano

Foto: Carmen Arrufat, Laura Fernández, Lidia Moreno y Estelle Orient, en 'La inocencia'. (Filmax)
Carmen Arrufat, Laura Fernández, Lidia Moreno y Estelle Orient, en 'La inocencia'. (Filmax)

Son mujeres, jóvenes, salidas de la Escuela de Cine de Cataluña (Escac) o de la Pompeu. Si en la costa oeste la Nueva Ola Gallega de Oliver Laxe y Lois Patiño está conformada por miradas eminentemente masculinas y anhelantes de un pasado apegado a la tierra —la naturaleza y lo rural son temas recurrentes—, en la antípoda de la franja norte, en el Levante, un grupo de cineastas catalanas y valencianas ha impulsado otra corriente autogenerada dentro del cine español. La periferia, otra vez más, toma las riendas en la vanguardia. Después de Carla Simón, de Elena Martín, de Belén Funes, de Nely Reguera, de Clara Roquet, ya puede hablarse de la Nueva Ola Catalana, femenina y urbana y muy pegada a preocupaciones de corte generacional: la crisis de identidad, la falta de perspectivas o la desorientación existencial.

Son películas de producción modesta a la búsqueda del naturalismo que dan las localizaciones naturales, la cámara en mano, la improvisación y los actores no profesionales. Historias íntimas y con cierta base autobiográfica, con un protagonismo marcadamente femenino. Son relatos que en su simpleza defienden la franqueza. La valenciana Lucía Alemany es una de las nuevas incorporaciones a este grupo de cineastas crecidas en un mismo entorno, con nexos y referencias comunes. Como hizo Simón en 'Verano 1993', quizás el principal impulso —o al menos el más sonado— de la ola catalana, Alemany se ha basado en su propia experiencia —más bien en sus recuerdos— en este relato de iniciación ambientado en la localidad valenciana de Traiguera, de apenas 1.300 habitantes, el pueblo natal de la directora, en el que vivió hasta los 18 años.

placeholder Joel Bosqued y Carmen Arrufat, en 'La inocencia'. (Filmax)
Joel Bosqued y Carmen Arrufat, en 'La inocencia'. (Filmax)

Si al principio de los dos mil hubiera que definirlo con una gama de color, esta sería la del flúor. La era Rottweiler, Kill Off y Bad Boy. 'Tops' ajustados, gargantillas de plástico, sujetadores de tirantes de silicona y peinados a lo cenicero. La directora se retrotrae a esa época de pop descerebrado y primeros botellones para retratar esa pulsión de libertad adolescente, de exploración y de rebelión contra la autoridad. Hacer las tres cosas es la pelea constante del adolescente medio, pero se convierte en un imposible cuando dicho adolescente vive en un pueblo de menos de 1.500 habitantes.

Lucía Alemany ha dirigido su primer largometraje, ambientado en su pueblo natal

En los pueblos, se produce un extraño fenómeno evolutivo antitético. Un pueblo es el lugar donde los cambios se producen a mayor y a menor velocidad al mismo tiempo. Como los carnavales son la despedida del hedonismo báquico previo a la cuaresma, las fiestas del pueblo abren la veda al descontrol y la experimentación con el sexo, el alcohol y la noche. El verano en el pueblo era el perdedero de virginidades, mientras los urbanitas tenían que esperar a alguna fiesta preuniversitaria para poder palpar humedales. Pero el pueblo también es un manglar en el que las raíces tiran de más y no dejan ventilar, donde la tradición sigue rígida e inamovible, sobre todo con quien no se adapta a la norma y las normas.

placeholder 'La inocencia' es la ópera prima de Lucía Alemany. (Filmax)
'La inocencia' es la ópera prima de Lucía Alemany. (Filmax)

Con una puesta en escena sencilla y natural, Alemany recrea ese ambiente estival en el pueblo y de fin de ciclo a través de Lis (Carmen Arrufat, en su primer trabajo como actriz), una chica que quiere marcharse a Barcelona para convertirse en artista del circo. Por un lado, sus padres (Sergi López y Laia Marull) educan a su hija en el conservadurismo de una familia en la que el hombre manda, la madre obedece y las costumbres no cambian. Por el otro, Lis tiene su primer novio (Joel Bosqued), un 'makinero' mayor que ella y metido en algunos chanchullos turbios con el que quiere perder la virginidad. O no, no está muy segura. También están sus amigas, que pueden pasar a ser enemigas de un segundo al otro, y los extranjeros de paso, que traen novedad a un pueblo en el que todas se tienen las caras demasiado vistas y demasiado espiadas por la mirilla.

placeholder Cartel de 'La inocencia'.
Cartel de 'La inocencia'.

En 'La inocencia', Alemany habla sobre la pérdida de la misma, sobre los desencantos y sobre lo accidentado de madurar. Pero también de la importancia de los apoyos en una edad de máxima fragilidad y peligro de combustión. La directora transmite la frescura de una propuesta sin excesos ni encorsetamientos, pero que ha dado con la tecla de la desorientación en la edad más fundamental de la vida, cuando se toman las decisiones que marcarán de manera más evidente el yo adulto. Una historia que fluye con la espontaneidad que permite un medio tan milimetrado como es el cine y que podría considerarse la 'Lady Bird' española. Eso sí, mucho más macarra y poligonera. Y que viva el punchimpunchi.

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Son mujeres, jóvenes, salidas de la Escuela de Cine de Cataluña (Escac) o de la Pompeu. Si en la costa oeste la Nueva Ola Gallega de Oliver Laxe y Lois Patiño está conformada por miradas eminentemente masculinas y anhelantes de un pasado apegado a la tierra —la naturaleza y lo rural son temas recurrentes—, en la antípoda de la franja norte, en el Levante, un grupo de cineastas catalanas y valencianas ha impulsado otra corriente autogenerada dentro del cine español. La periferia, otra vez más, toma las riendas en la vanguardia. Después de Carla Simón, de Elena Martín, de Belén Funes, de Nely Reguera, de Clara Roquet, ya puede hablarse de la Nueva Ola Catalana, femenina y urbana y muy pegada a preocupaciones de corte generacional: la crisis de identidad, la falta de perspectivas o la desorientación existencial.

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