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'Mujercitas': una brillante adaptación hollywoodiense del clásico feminista
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'Mujercitas': una brillante adaptación hollywoodiense del clásico feminista

En su segundo largometraje como directora, Greta Gerwig hace presente el espíritu vivaz y protofeminista que siempre ha animado el clásico literario de Louisa May Alcott

Foto: Las protagonistas de 'Mujercitas'. (Sony)
Las protagonistas de 'Mujercitas'. (Sony)

Pocas obras representan tan bien ya desde su título el concepto de ficción femenina y las connotaciones que arrastra como 'Mujercitas', la novela que publicó Louisa May Alcott en 1868. Relato de tintes autobiográficos, los valores de esta historia en torno al tránsito de la adolescencia a la madurez de las cuatro hijas del matrimonio March han fluctuado entre la condescendencia de un canon literario con una inercia ancestral a menospreciar todo aquello que se asocia a lo femenino y la reivindicación de su potencial protofeminista dentro del marco de libro clásico para todos los públicos en que se sitúa.

Alcott ambientó 'Mujercitas' en plena Guerra Civil estadounidense, un contexto para nada baladí. Los tiempos bélicos implican una redefinición de los escenarios cotidianos en que los hombres, movilizados en el frente, dejan de ocupar su lugar de privilegio central. Una excusa perfecta para otorgar a las féminas todo ese protagonismo que tradicionalmente se les ha negado, sobre todo en situaciones habitualmente conducidas por hombres, desde la responsabilidad de ganar dinero para sostener a una familia a la toma de decisiones generales. 'Mujercitas' no pretende en ningún momento cuestionar el orden patriarcal que rige a las familias estadounidenses, pero a su manera acaba plasmando el buen funcionamiento de un grupo familiar compuesto exclusivamente por mujeres en tiempos además de escasez económica. No solo eso, uno de los hitos de la novela tiene lugar cuando la protagonista y narradora Jo sacrifica su abundante melena para conseguir dinero para que su progenitor reciba los cuidados de la madre, en una inversión clara de los roles tradicionales en este sentido.

placeholder Florence Pugh, Saoirse Ronan y Emma Watson en 'Mujercitas'. (Sony)
Florence Pugh, Saoirse Ronan y Emma Watson en 'Mujercitas'. (Sony)

Y es que es sobre todo Jo, narradora y personaje, mujer con voz propia que tiene claro que va abrirse camino por ella sola en la vida, quien supone un cambio de tercio en la concepción del protagonismo femenino en la ficción, no solo en la considerada “de mujeres”. Alcott imaginó un personaje central que rompía con la tradición al respecto, pero también con las grandes novelas con nombre de mujer que contribuyeron a modernizar la literatura en la segunda mitad del siglo XIX, de 'Madame Bovary' a 'Anna Karenina', en que los conflictos siguen viniendo de su relación, aunque sea subversiva, con los hombres. Jo March desafía la idea tradicional de mujer protagonista en su aspecto físico, ya que no resalta en ningún sentido por su apariencia, e incluso se distancia de ciertos rasgos tradicionales de la feminidad; también en sus aspiraciones, en tanto se trata de una escritora vocacional que no se pliega a lo que se supone debería ser una “señorita” como ella; e incluso en sus vínculos, porque Jo se define por sus relaciones con las mujeres que tiene alrededor antes de priorizar cualquier propósito romántico con un hombre.

Jo siempre se muestra reticente a casarse e incluso rechaza al pretendiente que en otra clase de ficción

Es todo este legado el que ha querido subrayar la directora Greta Gerwig en su adaptación en tiempos del feminismo global de la novela de Louisa May Alcott. Ya desde el arranque, Gerwig se toma la principal libertad respecto al texto y dota de un marco metanarrativo toda la historia. Esta versión 2019 de 'Mujercitas' arranca con el personaje de Saoirse Ronan, Jo, entrando en la oficina de un editor para ofrecerle una novela inspirada en su propia vida. Así, Gerwig incide por un lado en la identificación entre la autora de la novela y su protagonista principal, Josephine March. Por el otro, explicita de esta manera las concesiones que tuvo que hacer la escritora para que su manuscrito fuera aceptado por una editorial. La película se concentra en una: el editor le recuerda a la autora que en la ficción una protagonista mujer solo puede tener dos finales: matrimonio o muerte. Este sino impuesto a los personajes femeninos (y a las propias mujeres en la vida real) durante siglos podría ser fácilmente deducible del subtexto la propia novela.

placeholder Meryl Streep en otro momento de 'Mujercitas'. (Sony)
Meryl Streep en otro momento de 'Mujercitas'. (Sony)

Al fin y al cabo, Jo siempre se muestra reticente a casarse e incluso rechaza al pretendiente que en otra clase de ficción. representaría algo así como al príncipe azul, el guapo, rico y aventurero Laurie (Timothée Chalamet) para acabar prometiéndose con un tipo a priori poco atractivo como un profesor alemán ya maduro como Friedrich Bhaer (Louis Garrel). Por ello, el entramado metanarrativo que estructura el film y le permite a Gerwig romper con la linealidad cronológica de la novela, presenta uno de los tics más prescindibles de ciertos enfoques feministas actuales: la necesidad de remarcar los condicionantes de producción de una obra de otra época cuyo valor reside precisamente en haber sabido transmitir un talante protofeminista sin las libertades actuales y desde un paradigma ideológico y moral muy diferente.

Greta Gerwig resalta la viveza, el encanto con cierto regusto clásico, la independencia y la compleja personalidad de 'Mujercitas'

Porque además el talento de Greta Gerwig se mide en su capacidad para resaltar la viveza, el encanto con cierto regusto clásico, la independencia y la compleja personalidad de 'Mujercitas' sin, más allá del gesto metanarrativo, apenas adulterar los personajes originales. Así, Meg (Emma Watson) sigue siendo la hermana mayor hermosa y estable que sacrifica su vocación de actriz por un matrimonio romántico con un profesor pobre, valga la redundancia (el valor honorable de la austeridad que transmite 'Mujercitas' ligado a un goce cotidiano de la vida sería fruto de la educación transcendentalista que recibió Alcott, un tema que daría para otro artículo). Jo, la protagonista, encarna el talante de una mujer moderna que precisamente por ello no deja de mostrarse repelente en algunos momentos. Amy (Florence Pugh) se mantiene como la joven caprichosa y vital, la que más pone en evidencia el proceso de maduración que viven las cuatro hermanas March. Y la pobre Beth (Eliza Scanlen) personifica el estoicismo angelical de quien sabe que va a morir pronto.

placeholder Thimothée Chalamet y Saoirse Ronan en 'Mujercitas'. (Sony)
Thimothée Chalamet y Saoirse Ronan en 'Mujercitas'. (Sony)

Que esta adaptación de 'Mujercitas' se despliegue con poderío y carisma se debe también al acierto en la elección de la mayor parte del reparto, sobre todo de las dos actrices principales. Saoirse Ronan encarna a la perfección lo que representa Jo, mientras que Florence Pugh consigue elevar un personaje tan complicado como el de Amy sin traicionar su esencia.

placeholder Cartel de 'Mujercitas'
Cartel de 'Mujercitas'

Aunque también hay dos intérpretes que quedan más fuera de registro. La inmensa Laura Dern transmite una imagen de mujer moderna que sobrepasa la idea de que Marmee March, la matriarca de la familia, resulta menos conservadora de lo que aparenta. Y Louis Garrel, uno de los actores franceses más guapos de su generación, no se ajusta a la imagen mental de un más bien poco atrayente Friedrich Bhaer. A pesar de estas concesiones, 'Mujercitas' queda como un brillante ejemplo de adaptación hollywoodiense de un clásico literario que se presenta con renovada energía sin traicionar sus esencias.

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Pocas obras representan tan bien ya desde su título el concepto de ficción femenina y las connotaciones que arrastra como 'Mujercitas', la novela que publicó Louisa May Alcott en 1868. Relato de tintes autobiográficos, los valores de esta historia en torno al tránsito de la adolescencia a la madurez de las cuatro hijas del matrimonio March han fluctuado entre la condescendencia de un canon literario con una inercia ancestral a menospreciar todo aquello que se asocia a lo femenino y la reivindicación de su potencial protofeminista dentro del marco de libro clásico para todos los públicos en que se sitúa.

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