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'Star Wars. El ascenso de Skywalker': cómo perder el norte y la vergüenza en un final
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ESTRENO DE CINE

'Star Wars. El ascenso de Skywalker': cómo perder el norte y la vergüenza en un final

J.J. Abrams cierra la última trilogía con un episodio aburrido e incoherente en el que no hay lugar para la sutileza

Foto: Daisy Ridley, Oscar Isaac y John Boyega, en el cierre de la trilogía. (Disney)
Daisy Ridley, Oscar Isaac y John Boyega, en el cierre de la trilogía. (Disney)

No hay Navidad sin su estreno de 'Star Wars'. Si la mayor parte de las familias temen las reuniones navideñas, no quiero pensar en los Skywalker, que llevan la disfuncionalidad al nivel de un episodio de 'El diario de Patricia'. El "Luke, yo soy tu padre" fue un trauma generacional allá por los ochenta. Pero en la nueva saga de 'La guerra de las galaxias' los guionistas han hecho de los líos de consanguinidad el comodín para epatar al público, y lo han dejado más que resobeteado. Si en 'El despertar de la fuerza' el gran golpe de efecto de J.J. Abrams y Lawrence Kasdan fue desvelar el vínculo entre el malvado Kylo Ren, un sosias de Darth Vader, y Han Solo —además de regalarles a los fans la posibilidad de volver a ver a Harrison Ford al volante del Halcón Milenario—, en esta nueva entrega el gran misterio a desvelar es la verdadera identidad de Rey. Y el embrollo genealógico tiene tela. Porque en ese equilibrio inestable entre el homenaje y la innovación, da la sensación de que Abrams y compañía (esta vez, Chris Terrio) han resuelto cada escollo de la trama a base de reciclaje argumental y acción desnortada

Porque entre intrigas familiares, persecuciones embarulladas y batallas diseñadas como el perfecto expositor de las técnicas más avanzadas de efectos especiales del mercado se consumen más de dos tercios de metraje. Y si les gustó el rejuvenecimiento digital de 'El irlandés', esperen a ver el de Leia Organa en uno de los 'flashbacks' cerca del final. Porque desde el inicio 'in medias res' en el que Kylo Ren saca a pasear el sable láser, el guion se limita a obligar a desplazarse a los protagonistas de un lado a otro sin demasiado sentido en un acosamiento infinito por parte de las tropas de la Primera Orden, que, al parecer, son muy buenas rastreando pero muy malas capturando y nunca acaban de rematar la faena. La acción avanza tan acelerada y atropelladamente que los montadores, más que editar, parecen desafiar al espectador con el juego de la bolita.

placeholder Joonas Suotamo, Oscar Isaac, Daisy Ridley y John Boyega, en otro momento de 'El ascenso de Skywalker'. (Disney)
Joonas Suotamo, Oscar Isaac, Daisy Ridley y John Boyega, en otro momento de 'El ascenso de Skywalker'. (Disney)

La pereza de los guionistas empieza por haber escrito los diálogos más explicativos de la historia de la galaxia —no vaya a ser que un espectador poco espabilado no entienda las misiones asignadas y pida la devolución del importe de la entrada—, y el subrayado acaba siendo tan enloquecido que, cuando un personaje desvela que es el espía de uno de los bandos al grito de "Yo soy el espía" —atención al grado de sutileza—, el patio de butacas estalla en una sonora carcajada. Tampoco se han partido mucho la cabeza para salir de los atolladeros argumentales y, si los Simpson acuñaron aquello de "lo hizo un mago" para excusar las inconsistencias de la ficción, aquí los personajes se limitan a justificar decisiones inexplicables —pero siempre estratégicamente acertadas— con un simple "ha sido un presentimiento". Tampoco resulta muy congruente convertir la Primera Orden en la Orden Final, una 'digievolución' maquiavélica que dota al enemigo de decenas de miles de efectivos más, y que la principal flaqueza del nuevo macroejército sea 'la conexión wifi'. El lado oscuro no ha aprendido nada de ingeniería militar desde la Estrella de la Muerte.

La pereza de los guionistas empieza por haber escrito los diálogos más explicativos de la historia de la galaxia

En 'El ascenso de Skywalker', los rebeldes siguen buscando acabar con la Orden Final; Kylo Ren (Adam Driver) acabar con el fantasma del emperador Palpatine (Ian McDiarmid) y Rey (Daisy Ridley) derrotar a Ren y descubrir su origen. Ren y Rey siguen comunicándose telepáticamente y encontrándose cada dos o tres paradas interestelares en peleas cuyo interés decae en proporción directa a las veces que el primero ofrece a la segunda compartir el trono imperial; vistos a posteriori, los problemas de Kylo Ren se hubiesen solucionado apuntándole a un programa de 'Hermano mayor'. Y Rey sigue debatiéndose entre la rabia y la fuerza para restaurar o destruir el equilibrio de la galaxia. Mientras tanto, Abrams hace desfilar una cabalgata de criaturas de todo tamaño y pelaje, pero que apenas intervienen en el desarrollo de los acontecimientos.

placeholder Kylo Ren, siempre un placer en pantalla. (Disney)
Kylo Ren, siempre un placer en pantalla. (Disney)

El director no deja un espacio libre al silencio. En la confesión más íntima y en la persecución espacial, se encadenan los temas más icónicos de la saga. La película echa también mano de la nostalgia volviendo a lugares y haciendo reaparecer a personajes de las trilogías originales, aunque sea para un pequeño cameo. El espectador moderno ya se ha acostumbrado al recurso final de las falsas muertes en las películas de fantasía y acción, pero tal es el abuso que hace Abrams que es inevitable sentir una punzadita en el corazón estafado por un final indigno para quienes han invertido cuatro años en seguir el periplo de Rey.

placeholder Cartel de 'Star Wars'.
Cartel de 'Star Wars'.

Ninguna crítica le va a amargar el turrón ni a Disney ni a Lucas ni a cualquier fan acérrimo de la saga. Ninguna crítica impedirá que 'El ascenso de Skywalker' ascienda hasta los puestos más altos de la taquilla anual. Pero 'El ascenso de Skywalker' es, sin duda, el episodio menos inspirado —siendo delicados— de toda la saga. Lo único que mantiene la intriga es la posibilidad de una escena tórrida entre Kylo Ren y Rey, pero en el candor del nuevo cine para todos los públicos en 'Star Wars' no moja ni la lluvia. Si acaso algún piquito en último término de dos personajes femeninos sin relevancia alguna en la trama, para demostrar que Disney apoya la diversidad sin atentar demasiado contra las familias tradicionales. Eso sí, esperemos que no se implante su modelo familiar, en el que padres cortan la mano a sus hijos, hijos matan a sus padres y hermanos están al borde del incesto. Porque eso es 'La guerra de las galaxias', una familia disfuncional de una galaxia muy, muy lejana.

No hay Navidad sin su estreno de 'Star Wars'. Si la mayor parte de las familias temen las reuniones navideñas, no quiero pensar en los Skywalker, que llevan la disfuncionalidad al nivel de un episodio de 'El diario de Patricia'. El "Luke, yo soy tu padre" fue un trauma generacional allá por los ochenta. Pero en la nueva saga de 'La guerra de las galaxias' los guionistas han hecho de los líos de consanguinidad el comodín para epatar al público, y lo han dejado más que resobeteado. Si en 'El despertar de la fuerza' el gran golpe de efecto de J.J. Abrams y Lawrence Kasdan fue desvelar el vínculo entre el malvado Kylo Ren, un sosias de Darth Vader, y Han Solo —además de regalarles a los fans la posibilidad de volver a ver a Harrison Ford al volante del Halcón Milenario—, en esta nueva entrega el gran misterio a desvelar es la verdadera identidad de Rey. Y el embrollo genealógico tiene tela. Porque en ese equilibrio inestable entre el homenaje y la innovación, da la sensación de que Abrams y compañía (esta vez, Chris Terrio) han resuelto cada escollo de la trama a base de reciclaje argumental y acción desnortada

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