'El viaje de Marta': una adolescente con problemas del primer mundo
Neus Ballús regresa después de seis años de silencio tras 'La plaga' con una historia de autodescubrimiento sencilla y sin ampulosidad
En 2013, la directora catalana Neus Ballús sorprendió con su primer largometraje de ficción —más bien, de ese terreno fronterizo en el que la ficción y el documental hibridan—, 'La plaga', un drama con esencia de 'western' ambientado en la región barcelonesa de Gallecs en el que un grupo de personajes entrelazaban su vida casi por casualidad, atraídos por la necesidad y bajo la bendición de una plaga de mosca blanca que estropea las cosechas de Raúl, el campesino protagonista. La conmoción inicial le valió la selección en el Festival de Cine de Berlín —donde optó al premio a mejor ópera prima— y una nominación a mejor dirección novel en los Goya. ¡Ah! Y al premio al descubrimiento del año en los Premios del Cine Europeo. Después, seis años de silencio.
De silencio relativo. Seis años en los que Ballús ha estado trabajando en su nueva película, 'El viaje de Marta (Staff Only)', una historia de crecimiento personal y autodescubrimiento, pequeña —en términos de producción— y transparente, que también ha pasado por la Berlinale, en la sección Panorama. Con una puesta en escena naturalista y sobria, Ballús sigue las tribulaciones de una posadolescente enfurruñada —¿no lo son todos?— que pasa las navidades con su padre y su hermano en Senegal, en un viaje mitad placer, mitad negocios. Marta —interpretada sin aditivos por Elena Andrada en su primer papel en el cine— vive habitualmente con su madre y su hermano Bruno —el también debutante Ian Samsó—, y las vacaciones que, en teoría, deberían servirle para reconectar con su padre —Sergi López, que ya no es debutante, ni mucho menos— lo alejan de él.
"Es la primera vez que venimos con él y espero que sea la última, porque es verdaderamente insoportable", le confiesa Marta a una de las limpiadoras del hotel en un momento de la película. "Todos los padres son pesados. Los míos también me hacen la vida insoportable", le contesta con la sapiencia y la resignación de alguien que ha tenido problemas más graves a los que enfrentarse en la vida. Ballús, con una trayectoria de años centrada en el documental, capta el costumbrismo senegalés, primero desde el prisma del turista y después colándose en aquello al margen de las rutas oficiales.
Como cualquier adolescente que merezca ese título, Marta se siente incomprendida
Como cualquier adolescente que merezca ese título, Marta se siente incomprendida, incapaz de comunicarse ni con su padre, ni con su hermano ni con las gentes extrañas para ella que hablan un idioma que no comprende, pero que tampoco se esfuerza demasiado en comprender. ¿Cuántas veces habrá dicho un padre aquello de "¿puedes parar un ratito con el móvil, por favor?".
Desde las primeras imágenes, en las que la directora intercala metraje grabado al estilo de un vídeo casero y ficción rodada con una sencillez depurada hasta el extremo, con la cámara casi como una mera espectadora, Marta se pasea al principio por la piscina del hotel, donde las lorzas blancas se tostan al sol mientras las pieles oscuras se ocultan bajo un uniforme de trabajo. La joven hace el recorrido estándar de safari y bailes regionales, y es la única del grupo organizado que no parece pasárselo bien. La cámara de Ballús se recrea en aquella escenificación de la realidad preparada para los guiris, donde todo es más colorido, más exótico y primitivo.
Hasta que Marta conoce a Khouma (Diomaye Augustin Ngom), el encargado de registrar en vídeo la experiencia de los occidentales en busca de aventura, pero no demasiada. Aquí la protagonista ya se adentra, de la mano de Khouma, en el verdadero Senegal de los jóvenes, que va de motos, discotecas y perreo, como en casi cualquier lugar del mundo. 'El viaje de Marta', y las películas de Ballús, en general, pertenece a ese cine explorativo y de los márgenes donde también conviven cineastas como Isaki Lacuesta. Una mirada cada vez más descargada de suplementos, en busca de la emoción pura y, si es que existe, algo parecido a la verdad —aunque sea dentro de la ficción—.
En 2013, la directora catalana Neus Ballús sorprendió con su primer largometraje de ficción —más bien, de ese terreno fronterizo en el que la ficción y el documental hibridan—, 'La plaga', un drama con esencia de 'western' ambientado en la región barcelonesa de Gallecs en el que un grupo de personajes entrelazaban su vida casi por casualidad, atraídos por la necesidad y bajo la bendición de una plaga de mosca blanca que estropea las cosechas de Raúl, el campesino protagonista. La conmoción inicial le valió la selección en el Festival de Cine de Berlín —donde optó al premio a mejor ópera prima— y una nominación a mejor dirección novel en los Goya. ¡Ah! Y al premio al descubrimiento del año en los Premios del Cine Europeo. Después, seis años de silencio.
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