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'Secretos de Estado': la informante que intentó impedir la guerra de Irak
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'Secretos de Estado': la informante que intentó impedir la guerra de Irak

Keira Knightley da vida a Katharine Gun, la empleada del Gobierno británico que filtró un 'e-mail' sobre las mentiras de Estados Unidos para legitimar la invasión en Oriente Medio

Foto: Keira Knightley protagoniza el 'thiller' periodístico 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)
Keira Knightley protagoniza el 'thiller' periodístico 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)

Stéphanie Gibaud denunció el fraude fiscal de la empresa de servicios financieros UBS. Chelsea Manning filtró a WikiLeaks vídeos y documentos sobre las atrocidades del ejército estadounidense en Irak y en Afganistán. Edward Snowden reveló las operaciones de vigilancia global a través de internet que lleva a cabo la Agencia de Seguridad Nacional Norteamericana... Nuestros tiempos han visto surgir un nuevo tipo de héroe, la mujer o el hombre corriente que rompe la ley del silencio en torno a prácticas corruptas sistematizadas o violaciones de los derechos humanos y civiles por parte de los gobiernos. Son los llamados alertadores o informantes, 'whistleblowers' en la popularizada terminología inglesa. Personas que ponen en riesgo su vida estable e hipotecan su futuro en pro de la seguridad y la libertad del resto de la gente.

Menos conocida que los ejemplos citados, Katharine Gun trabajaba como intérprete del mandarín en el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico (el GCHQ), una de las ramas de los servicios de inteligencia en el Reino Unido, cuando en 2003 decidió hacer llegar a la prensa un 'e-mail' que habían recibido los empleados de uno de sus superiores. El correo explicaba las intenciones de Estados Unidos de someter a espionaje los despachos en la ONU de seis países a fin de obtener información que permitiera presionarlos para que votaran a su favor en el Consejo de Seguridad respecto a la invasión de Irak. E impelía a los trabajadores del GCHQ a colaborar en la tarea.

placeholder Adam Bakri y Keira Knightley, en 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)
Adam Bakri y Keira Knightley, en 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)

La hazaña de Gun es el objeto de 'Secretos de Estado', una coproducción anglo-estadounidense dirigida por el sudafricano Gavin Hood a partir del libro 'The Spy Who Tried to Stop a War', de Marcia y Thomas Mitchell. La película entronca en parte con el cine reciente de Steven Spielberg en su afán de actualizar el 'thriller' político que exalta la lucha cotidiana por los valores democráticos. En el filme más cercano a esta temática del norteamericano, 'Los archivos del Pentágono', el informante Daniel Ellsberg no obtiene sin embargo el principal protagonismo. Los personajes que destacan por su brava defensa de alguna causa trabajan en las instituciones que tradicionalmente han garantizado el buen funcionamiento de la democracia: política, justicia y periodismo.

El filme subraya la iniciativa en soledad de esta ciudadana que lleva a cabo un gesto de valentía

'Secretos de Estado' mantiene en parte esta tendencia en tanto combina la retórica de un drama judicial, las dinámicas de los filmes sobre exclusivas bomba lanzadas por un periódico y la tensión de un 'thriller' político. Pero, en este caso, el foco no se aparta en ningún momento de la verdadera protagonista, Katharine Gun, a quien da vida una estrella del cine británico como Keira Knightley. El filme, por tanto, no se apoya en la épica de algún profesional, periodista, abogado, político... que sobresale en lo que no deja de ser su trabajo. Si no que subraya la iniciativa en soledad de esta ciudadana anónima que lleva a cabo un gesto de valentía sin tan siquiera contar con una red de apoyo que la ampare. El hecho de que la historia de Gun sea poco conocida entre las audiencias no británicas juega a favor de la tensión que genera la película al reseguir su historia: el proceso de concienciación de la protagonista para filtrar el correo, el suspense hasta que el diario 'The Observer' decide publicarlo y las consecuencias posteriores.

placeholder Matthew Goode, en otro momento de 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)
Matthew Goode, en otro momento de 'Secretos de Estado'. (A Contracorriente)

El personaje de Katharine resulta especialmente interesante en la primera mitad, cuando se presenta como una ciudadana de a pie que no mantiene ni una militancia política concreta ni unas convicciones morales de especial relevancia. Así, su decisión cobra una especial relevancia, ya que supone un gesto de rebeldía contra esa banalidad del mal que convierte a las personas sin cargos de alta responsabilidad en cómplices por omisión, subordinación o mera inercia del sistema injusto en el que trabajan.

Cuando un ciudadano desafía la farsa de un Gobierno, este pone en marcha toda una maquinaria judicial, periodística y política para reducirlo

Cuando un ciudadano desafía la farsa de un Gobierno, aquí las mentiras propagadas para legitimar el ataque a Irak, este pone en marcha también toda una maquinaria judicial, periodística y política para reducirlo. En 'Secretos de Estado' se muestran algunas de las estrategias de represión que se utilizan para mantener controlados a los posibles disidentes. Una de las más nauseabundas, la expulsión del país de aquellas personas en situación de vulnerabilidad. En este caso, el marido de la protagonista, un kurdo en proceso de conseguir los papeles de residencia. La otra, un sistema legal que permite encerrar en la cárcel a quienes no se someten a una obligada obediencia bajo acusaciones como la de traición, la que pesó durante una temporada sobre Katharine Gun.

placeholder Adam Bakri, Indira Varma, Keira Knightley y Ralph Fiennes, en la película. (A Contracorriente)
Adam Bakri, Indira Varma, Keira Knightley y Ralph Fiennes, en la película. (A Contracorriente)

Aunque el protagonismo recae sobre todo en Gun, la película también muestra cómo su gesto no cayó en saco roto gracias a la postura de algunos periodistas y abogados. A pesar de una línea editorial abiertamente conservadora y favorable a la guerra en Irak, el diario 'The Observer' decidió investigar la filtración de Gun y publicar sus conclusiones, una subtrama que la película reconstruye con el pulso del cine periodístico previo al cambio de paradigma digital. Por otro lado, el futuro de la intérprete se jugaba en el tribunal que la tenía que juzgar por presunta traición. El apoyo de un buen letrado, que diseñó una argumentación en su defensa irrebatible, condujo a que el Gobierno británico retirara la acusación. El Reino Unido prefirió no verse envuelto en la discusión en torno a la legalidad del ataque a Irak. Aquí el filme incide en lo espinoso, apasionante y temible del derecho a la hora de poner en jaque o salvar a estos ciudadanos que anteponen su deber moral y el interés común al cumplimiento de un contrato, unas normas o unas leyes siempre discutibles.

placeholder Cartel de 'Secretos de Estado'.
Cartel de 'Secretos de Estado'.

'Secretos de Estado' nunca llega a destacar en un sentido cinematográfico, pero brilla en el despliegue de intérpretes. Además de una Knightley más contenida que de costumbre, la película cuenta con las atractivas aportaciones de Matt Smith, Indira Varma, Rhys Ifans y sobre todo Ralph Fiennes en el papel del abogado defensor Ben Emmerson. Con más convicción y brío que talento e innovación, Hood sirve un 'thriller' político de aires clásicos que otorga el protagonismo a un nuevo tipo de héroe de la democracia.

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Stéphanie Gibaud denunció el fraude fiscal de la empresa de servicios financieros UBS. Chelsea Manning filtró a WikiLeaks vídeos y documentos sobre las atrocidades del ejército estadounidense en Irak y en Afganistán. Edward Snowden reveló las operaciones de vigilancia global a través de internet que lleva a cabo la Agencia de Seguridad Nacional Norteamericana... Nuestros tiempos han visto surgir un nuevo tipo de héroe, la mujer o el hombre corriente que rompe la ley del silencio en torno a prácticas corruptas sistematizadas o violaciones de los derechos humanos y civiles por parte de los gobiernos. Son los llamados alertadores o informantes, 'whistleblowers' en la popularizada terminología inglesa. Personas que ponen en riesgo su vida estable e hipotecan su futuro en pro de la seguridad y la libertad del resto de la gente.

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