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'Lo que arde': maravilla incendiaria
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'Lo que arde': maravilla incendiaria

Lo de Oliver Laxe ha sido llegar y besar el santo. El franco-gallego ha presentado tres películas en Cannes y con las tres se ha llevado premio

Foto: Amador Arias y Benedicta Sánchez son los protagonistas de 'lo que arde', de Oliver Laxe. (Numax)
Amador Arias y Benedicta Sánchez son los protagonistas de 'lo que arde', de Oliver Laxe. (Numax)

Los primeros minutos de 'Lo que arde' son de una belleza abrumadora. En medio de la noche, apenas iluminados por unos focos cegadores, los 'bulldozer' arrancan la vegetación de un bosque, como monstruos metálicos. Un árbol tras otro se inclinan y caen con una delicadeza trágica. Las raíces se desarraigan del suelo con un crujido sordo y los gigantes se van desmayando a plomo sobre sus copas, como aristócratas ebrias. La cámara mira de lejos, hipnotizada por unas imágenes tan plásticas y telúricas como evocadoras de algo mucho más grande que nosotros mismos. Y de ahí, Oliver Laxe se traslada a las antípodas, a los despachos de un juzgado en los que el expediente de un hombre pasa de mano en mano —porque las administraciones no tienen cara—: es el de Amador Coro. El pirómano.

Pero en algún momento Amador Coro fue algo más que 'el pirómano'. Fue el hijo de Benedicta. Fue vecino del pequeño pueblo de Lugo adonde ahora vuelve después de cumplir condena. El protagonista, interpretado por Amador Arias en su primer papel en el cine —antes fue, curiosamente, guarda forestal—, es un hombre parco en palabras, tosco como el paisaje de las montañas gallegas. Sin mediar palabra, porque no lo necesitan, su madre y él retoman la rutina rota cuando a Amador lo metieron en la cárcel. Una rutina de desayunos al fuego, de pastoreo por las colinas húmedas y salvajes de Galicia y de introspección. Mucha introspección. "Mamá, voy a quedarme por aquí un tiempo", saluda Amador. "¿Tienes hambre?". Poco más hay que decir.

placeholder Benedicta es la madre de Amador, un pirómano que vuelve a casa. (Numax)
Benedicta es la madre de Amador, un pirómano que vuelve a casa. (Numax)

Desde su estreno como director en 2010 con 'Todos vós sodes capitáns' —ganadora del Fipresci de la Quincena de la crítica de Cannes—, Oliver Laxe ha conseguido transitar ese difícil camino que conecta la naturaleza, lo tangible, con la metafísica, con la trascendencia más allá de lo material. La cámara de 'Lo que arde', en manos de Mauro Herce, capta el significado de cada veta en la madera, de cada arruga en la piel. Y lo hace para contar la desaparición lenta y agónica de un modo de vida, de una civilización rural que vive sus últimos estertores por culpa de la mano del hombre.

La cámara de Laxe y Herce se adentra de una forma kamikaze en la destrucción del fuego

Y Laxe juega a borrar la distancia entre realidad y ficción emparedando la historia de un Amador ficticio entre dos momentos documentales: porque tanto al comienzo como al final es la mano del hombre la que mata la naturaleza, al principio de manera más sofisticada, al final de forma más demoledora. La cámara de Laxe y Herce se adentra de una forma kamikaze en la destrucción causada por el fuego, que no solo devora el bosque sino que acaba extendiéndose al último vestigio de la presencia humana en el campo, como en un pulso entre hombre y naturaleza en que el equilibrio de fuerzas cambia drásticamente.

placeholder Laxe se adentra en un incendio para rodar algunas de las escenas más apabullantes del cine. (Numax)
Laxe se adentra en un incendio para rodar algunas de las escenas más apabullantes del cine. (Numax)

Entre medias, Laxe sigue de cerca pero sin melodramas innecesarios la relación entre una madre y su hijo, basada en un amor atávico e inapelable, y el intento de reinserción de un renegado en la sociedad a la que perteneció, pero que ahora recela de él. Amador desconfía de sus vecinos y los vecinos desconfían de Amador en un bucle frágil de fácil ignición. Casi como quien registra una realidad antropológica, apenas guiados por las claves de un director que cambia las palabras por el detalle, 'Lo que arde' documenta el día a día en una aldea gallega, la relación de sus habitantes con la naturaleza, los animales, la escasez, el frío y las tradiciones. Laxe encuentra la verdad en ese funeral multitudinario en el que la viuda, llorosa, se fuerza por cortesía a preguntar a Benedicta por la vuelta de Amador. O en la angustia del hombre que prefiere morir en una casa convertida en una pira que abandonar cualquiera de sus nimias posesiones.

placeholder Cartel de 'Lo que arde'.
Cartel de 'Lo que arde'.

Laxe es una de las voces del cine español con más personalidad, perspectiva y prospectiva: con 'Mimosas', su segundo largometraje, se llevó el Gran Premio de la Semana de la crítica de Cannes, y con 'Lo que arde', el Premio del Jurado de Una Cierta Mirada. Tres de tres. Sin dejarse llevar por los aspavientos, Laxe escribe un melodrama seco que pasa de cuadros románticos de paisajes desdibujados por la niebla al costumbrismo más desnudo, en una combinación conmovedora. Y la emoción se ve magnificada por la interpretación de dos actores que se acercan a sus papeles con la ingenuidad y transparencia indispensables para contar una historia sin aditivos, tan apegada a la tierra como tristemente universal.

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Foto: Clive Owen y Will Smith, en 'Géminis', la última película de Ang Lee.

Los primeros minutos de 'Lo que arde' son de una belleza abrumadora. En medio de la noche, apenas iluminados por unos focos cegadores, los 'bulldozer' arrancan la vegetación de un bosque, como monstruos metálicos. Un árbol tras otro se inclinan y caen con una delicadeza trágica. Las raíces se desarraigan del suelo con un crujido sordo y los gigantes se van desmayando a plomo sobre sus copas, como aristócratas ebrias. La cámara mira de lejos, hipnotizada por unas imágenes tan plásticas y telúricas como evocadoras de algo mucho más grande que nosotros mismos. Y de ahí, Oliver Laxe se traslada a las antípodas, a los despachos de un juzgado en los que el expediente de un hombre pasa de mano en mano —porque las administraciones no tienen cara—: es el de Amador Coro. El pirómano.

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