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'Tolkien': un 'biopic' que apesta a refrito de 'El club de los poetas muertos'
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'Tolkien': un 'biopic' que apesta a refrito de 'El club de los poetas muertos'

Es precisamente la imaginación desbordante del autor de 'El señor de los anillos' lo que más se echa de menos en esta película

Foto: 'Tolkien'.
'Tolkien'.

Este nuevo 'biopic' sobre el hombre que creó las novelas de fantasía más populares del siglo pasado está repleto de actores talentosos y cuidadosamente adornada con decorados de época; y derrocha respeto genuino por su protagonista y su imaginación ilimitada. E imaginación es precisamente lo que más se echa de menos en la película. Porque su director, Dome Karukoski, apoya el relato sobre el tipo de clichés y arcos narrativos predecibles ya explotados hasta la saciedad tanto por el género biográfico como por las ficciones sobre jóvenes artistas torturados. Y es que, habitada como está por adolescentes rebeldes de clase alta y representantes de la más estricta autoridad empeñados en aplastar el espíritu artístico, 'Tolkien' a menudo funciona como un refrito a medio calentar de 'El club de los poetas muertos' en que, eso sí, la palabrería sobre la importancia de la libertad creativa no está vehiculada por una forma de expresión mínimamente intrépida.

Al principio de la película, vemos a John Ronald Tolkien mientras deambula por las trincheras de la Primera Guerra Mundial en busca de un viejo amigo. En cada una de las sucesivas pausas que hace para descansar o ponerse a cubierto de los ataques con gas, el joven recuerda su infancia y sus años formativos en Inglaterra, que lo convirtieron en el tipo que acabaría escribiendo 'El Hobbit' y su épica continuación. De hecho, Tolkien se presenta como una especie de historia de origen de ambas novelas, y asume —de forma probablemente acertada— que la mayoría de los espectadores tendrán cierta familiaridad con ellas. Y si bien no es hasta el final del metraje que vemos a Tolkien deslizando la pluma sobre el papel, Karukoski se pasa la película dejando claro el significado artístico de todo cuanto sucedió al escritor hasta el momento en el que se puso a escribir, sugiriendo que cada momento y cada encuentro de su vida tuvieron una repercusión directa en el diseño de la Tierra Media.

De ese modo, descubrimos que su temprana inclinación por la fantasía le fue inculcada por su madre, que le contaba historias de valientes caballeros y temibles dragones durante su infancia en una zona rural inglesa no muy distinta a la localidad de Bilbo Baggins; que tras la muerte de mamá fue mandado a un hogar de la Iglesia donde conoció a la que se acabaría convirtiendo en su esposa, Edith, cuyos rasgos élficos aparentemente inspiraron algunos de los personajes de sus libros; que en la escuela Tolkien entabló amistad con un grupo de muchachos con quienes acostumbraba a tomar té y soñar con el futuro y hasta formó una sociedad secreta o, en otras palabras, una comunidad.

Y así. La idea es que nos sintamos regocijados al reconocer cada homenaje de la película a los libros de la Tierra Media y cada chiste agorero, como esa escena en la que alguien, de camino a una ópera de Wagner, comenta que seis horas son demasiado tiempo para una historia sobre un anillo. Hasta se incluyen unas pocas secuencias de fantasía, sobre todo cuando Tolkien se pierde en las trincheras y los campos de batalla se transforman en Mordor. Y el problema de eso es que, al dedicar tantos esfuerzos a establecer equivalencias entre lo que Tolkien vivió y lo que escribió, acaba restando mérito a su obra, porque sugiere que sus ideas no fueron producto de una imaginación privilegiada sino simplemente resultado de las casualidades de su periplo vital.

Resumida en pocas palabras, 'Tolkien' es poco más que la historia de unos chavales que beben té

Aún más grave resulta el hecho de que, resumida en pocas palabras, 'Tolkien' es poco más que la historia de un grupo de chavales que beben té; y aunque los fans más acérrimos del escritor quizá lo pasen en grande viéndole crecer en pantalla, ese proceso de maduración resultaría más convincente si de darle vida no se encargara Nicolas Hoult, que es un actor estupendo pero que sin duda es demasiado mayor para dar vida a un adolescente. Es algo que queda especialmente en evidencia en una escena en la que el guardián de Tolkien le prohíbe que vea a Edith hasta que cumpla los 21 años. Hoult tiene 29.

placeholder Cartel de 'Tolkien'.
Cartel de 'Tolkien'.

Habrá quienes consideren, por último —y probablemente tendrán algo de razón— que en el fondo esta película habla menos de la creación de la obra magna de J.R.R. Tolkien que de la obra magna de Peter Jackson; después de todo, las referencias visuales que en ella se incluyen a la Tierra Media están claramente modeladas a imagen de las adaptaciones a la pantalla llevadas a cabo por el cineasta neozelandés. Y eso resulta inapropiado considerando que, obviamente, el significado de la vida de Tolkien no es que inspirara seis larguísimas películas de acción sino que escribió algunos de los libros más importantes del siglo XX. Es imposible saber si Karukoski tomó ejemplo de esos 'blockbusters' por torpeza o falta de visión o si lo hizo de forma más calculada. En todo caso, está feo.

Foto: Un momento de 'Largo viaje hacia la noche'. (Surtsey)
Foto: 'Men in Black: International'.

Este nuevo 'biopic' sobre el hombre que creó las novelas de fantasía más populares del siglo pasado está repleto de actores talentosos y cuidadosamente adornada con decorados de época; y derrocha respeto genuino por su protagonista y su imaginación ilimitada. E imaginación es precisamente lo que más se echa de menos en la película. Porque su director, Dome Karukoski, apoya el relato sobre el tipo de clichés y arcos narrativos predecibles ya explotados hasta la saciedad tanto por el género biográfico como por las ficciones sobre jóvenes artistas torturados. Y es que, habitada como está por adolescentes rebeldes de clase alta y representantes de la más estricta autoridad empeñados en aplastar el espíritu artístico, 'Tolkien' a menudo funciona como un refrito a medio calentar de 'El club de los poetas muertos' en que, eso sí, la palabrería sobre la importancia de la libertad creativa no está vehiculada por una forma de expresión mínimamente intrépida.

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