'La viuda': Isabelle Huppert, más extrema e inquietante que nunca
La actriz francesa se convierte en la mala malísima de este 'thriller' dirigido por Neil Jordan, responsable de la adaptación al cine de 'Entrevista con el vampiro'
"¿Quién hubiera pensado que un simple bolso verde podría paliar una eternidad de soledad?". La premisa de 'La viuda' se prometía muy atractiva: una joven camarera que se acaba de trasladar a Nueva York encuentra un bolso olvidado en el metro y decide devolvérselo a su dueña, que resulta ser una profesora de piano francesa viuda cuya hija se ha trasladado a París. Las dos se encuentran relativamente solas en una megalópolis, si no despiadada, impersonal, y comienzan una relación en la que la compañía mutua acabará dando paso a una obsesión malsana por parte de la viuda. Una historia de relaciones tóxicas entre mujeres que bebe de 'thrillers' tan icónicos como 'Mujer blanca soltera busca' o 'La mano que mece la cuna', y con Isabelle Huppert, la pianista más extrema e inquietante de la historia del cine, en el papel de mala malísima. ¿Qué podría fallar?
Si en los años ochenta acosar a una persona conllevaba mucho trabajo de calle, hoy, gracias a las nuevas tecnologías, también puede hacerse desde la comodidad del sofá. Es más, la línea entre obsesión y cotilleo resulta mucho más difusa a raíz de toda la información que puede encontrarse sobre cualquiera en internet. Además, el hecho de que Huppert sea una mujer enjuta de casi 70 años, aparentemente inocua —los periódicos están repletos de ancianas que son víctimas, pocas veces verdugos—, hace más interesante ese replanteamiento de los clichés que propone la película.
Neil Jordan, director y coguionista, podría haberle imprimido a 'La viuda' un tono de 'thriller' psicológico envolvente al tiempo de tratar un tema tan actual y acuciante como es la soledad en las grandes ciudades, especialmente para las personas de más edad. Pero en su lugar ha elegido seguir un guion, coescrito junto a Ray Wright ('Pulse', 2006), que roza el desbarre. No hay término medio entre el lugar común y el absurdo. ¿La sutileza? Secuestrada. Porque después de una primera parte en la que Jordan presenta al personaje de Huppert como una mujer amable y sensible que simplemente busca compañía, cada vez que la francesa aparece en pantalla, lo hace acompañada por una música sombría y amenazante, por si a alguien le queda la duda de sus intenciones abyectas.
Cada vez que Huppert aparece en pantalla la acompaña música amenazante, por si a alguien le queda la duda de sus intenciones abyectas
Huppert aparece súbitamente en cuadro. Primero a cierta distancia. Luego cada vez más cerca. Su personaje se ensombrece con el vestuario: gafas de sol, uñas negras. Cuanto más se intenta alejar de ella el personaje de Chloë Grace Moretz, más tupida es la tela de araña que construye la mujer alrededor de ella, implicando a su compañera de piso (Maika Monroe) —cuyo papel de rubia superficial intenta ser subversivo— y a su padre ausente (Colm Feroe). En 'La viuda', los roles de más peso pertenecen a las mujeres; los hombres apenas intervienen en el desarrollo de la trama.
En contraste a Huppert, Moretz es la bondad personificada. Tanto que roza la estupidez: a mitad de la película, cuando ya ha quedado claro que no se va a deshacer de la viuda ni con aguarrás, se apiada de ella y vuelve a dejarla entrar en su vida, incluso aunque su supuesta intención oculta sea darle esquinazo. En realidad, la mayor parte de personajes toman decisiones contrarias a su propia supervivencia. Es comprensible que la villana, más caricaturizada según avanza la trama, se permita danzar descalza como una bailarina del Bolshói delante de un arma de fuego: al fin y al cabo está enajenada y al director le sirve para justificar un recurso poético que implica una espátula y algo de masilla.
En realidad, la mayor parte de personajes toman decisiones contrarias a su propia supervivencia
La película flirtea en todo momento con este tipo de secuencias que bordean la comedia involuntaria. La persecución del personaje de Huppert a la compañera de la protagonista, narrada a través de fotografías de móvil, es propia del terror adolescente que ofrece 'Scream' —ante una amenaza, lo más sensato, según Jordan, es salir de un bar lleno de gente y meterse en un callejón oscuro y desértico—. Aparte de que parece que los personajes estén jugando al escondite inglés. Sin embargo, si el espectador consigue dejarse llevar por la suspensión de la incredulidad y disfrutar la película desde los códigos del terror más que del 'thriller' seco, 'La viuda' resulta un producto entretenido, que gana puntos con escenas como la que transcurre en la cocina con los moldes para hacer galletas.
Queda también la sensación de que 'La viuda' anticipa demasiado los puntos clave de su trama. No solo porque la villana se vea expuesta a la primera de cambio, sin explotar la tensión de la ambigüedad, sino también porque muchos de los caminos que toma el relato parecen fruto de la necesidad de rellenar tiempo. Y es cuando Jordan fuerza el lugar común o el absurdo. Aunque el tono recuerde en momentos al cine de Brian de Palma, que roza el esperpento y el 'kitsch' pero respetando la coherencia interna, en 'La viuda' hay decisiones de guion indefendibles. O, directamente, los guionistas obvian las repercusiones que ciertos actos tendrían en la vida real.
Cuesta creer que el responsable de este filme ganase un Oscar en 1992 por el texto de 'Juego de lágrimas', un 'thriller' ambientado en el conflicto del IRA. Pero sí es fácil de encontrar el barroquismo de 'Entrevista con el vampiro', la superproducción más reconocida dentro de la filmografía de este director y guionista irlandés. Porque la casa de la acosadora rezuma cierto halo de monstruo romántico. Y es que, en parte, ella lo es. Un ser doliente que no consigue adaptarse a su entorno y acaba cometiendo actos de barbarie. Huppert da vida a un Frankenstein moderno, que hoy día es una mujer abandonada a la que le falta la receta del Risperdal.
"¿Quién hubiera pensado que un simple bolso verde podría paliar una eternidad de soledad?". La premisa de 'La viuda' se prometía muy atractiva: una joven camarera que se acaba de trasladar a Nueva York encuentra un bolso olvidado en el metro y decide devolvérselo a su dueña, que resulta ser una profesora de piano francesa viuda cuya hija se ha trasladado a París. Las dos se encuentran relativamente solas en una megalópolis, si no despiadada, impersonal, y comienzan una relación en la que la compañía mutua acabará dando paso a una obsesión malsana por parte de la viuda. Una historia de relaciones tóxicas entre mujeres que bebe de 'thrillers' tan icónicos como 'Mujer blanca soltera busca' o 'La mano que mece la cuna', y con Isabelle Huppert, la pianista más extrema e inquietante de la historia del cine, en el papel de mala malísima. ¿Qué podría fallar?
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