'Blaze': alcohol, cocaína, tiros y mucho country
La vida de Foley narrada por el director Ethan Hawke se parece más al tipo de leyenda que se cuenta alrededor de una hoguera que al mero relato de unos hechos reales
Quizás el mayor desafío que, en su cuarta película tras la cámara, el actor Ethan Hawke habrá tenido que afrontar a la hora de dramatizar la vida y la obra del cantautor Blaze Foley es simplemente justificar el porqué de tomarse la molestia. Después de todo, aunque sus canciones han sido interpretadas por figuras del country-folk como Willie Nelson y Merle Haggard, su nombre solo les resultará conocido a los fans de línea más dura de ese género —y de esos no hay tantos en Texas y muchos menos en Segovia—. Cuando murió a causa de una herida de bala a los 39 años, además, había vivido demasiado apegado al alcohol y a la cocaína, y sucumbiendo una y otra vez a las tentaciones propias de la vida en la carretera, como para haber tenido ocasión de hacerse un nombre. Hawke, en cualquier caso, creció en la ciudad texana de Austin justo cuando Foley y sus canciones pudieron llegar a tener cierto predicamento en la escena musical local.
Quizás a raíz de ese vínculo y quizá no, lo que queda más inmediatamente claro al sentarse frente a 'Blaze' es el obvio entusiasmo de su director. Y a buen seguro eso es lo que explica que, contada por él, la vida de Foley se parece más al tipo de leyenda que se cuenta alrededor de una hoguera que al mero relato de unos hechos reales; Hawke probablemente comprendió que recurrir a la estructura dramática típica de los 'biopics' musicales habría hecho un flaco favor al espíritu del artista a quien quería rendir homenaje.
La película se acerca a la historia de su protagonista a través de tres secciones narrativas diferenciadas. En una, lo vemos tocar en un bar prácticamente vacío de Austin cuando finalmente decide llevar a cabo grabaciones de sus obras originales; en otra, escuchamos al músico Townes Van Zandt en una entrevista radiofónica, ensalzando la brillantez de su amigo recién fallecido. Y, para conectar ambas líneas argumentales, Hawke establece una tercera, en la que se explora la relación amorosa de Foley con Sybil Rosen y los acompaña de Texas a Chicago y luego a Nueva York y después de vuelta a Texas. Pedazos de cada una de esas secciones van irrumpiendo los unos sobre los otros, formando un tapiz de pequeños momentos que tratan de acercarnos a quien Foley fue realmente.
Por otra parte es cierto que, pese a esa estructura, la progresión general de la historia no tiene nada de especialmente sorprendente. Vemos cómo la relación entre Foley y Rosen florece, y cómo las exigencias de la industria musical los separan; asimismo, contemplamos a Foley encontrarse con una serie de músicos que abrazan su estilo de vida autodestructivo. Quienes lamentan la previsibilidad de los 'biopics' musicales probablemente no eviten sentir cierta sensación de familiaridad al ver 'Blaze'.
Lo que separa la película de muchas otras pertenecientes a su género, en todo caso, es el evidente afecto que Hawke demuestra sentir por sus dañados personajes. En su primer trabajo actoral, el cantante Ben Dickey logra capturar la calidez que Foley dispensaba a sus allegados y la relación de amor-odio que mantenía con un público al que prefería tener enfadado que entretenido. Y aun así, el alma de 'Blaze' no es sino la interpretación de Alia Shawkat en la piel de Rosen, cuyo libro de memorias 'Living in a Tree House' es la base de la película.
Mención aparte merece la música. Al utilizar a cantautores profesionales para interpretar tanto a Foley como a Van Zandt —Charlie Sexton se encarga de darle vida—, Hawke logra poner el foco de forma inmejorable sobre las canciones de ambos artistas, al tiempo que explora el tipo de escenarios que frecuentaron a lo largo de sus vidas —en ese sentido, Blaze también funciona como carta de amor a un tipo de escena musical compuesta de restaurantes familiares, habitaciones de hotel y garitos en los que la voz del artista se mezcla con las conversaciones y el sonido de las puertas que se abren y se cierran—. Hawke deja que la narración avance vehiculada por la música, y por esa colección de imágenes deslumbrantes que sirven para ilustrarla, algunas tan inolvidables como esa en la que el cantante aparece tintado de luz roja frente a una bandera durante su último 'show' u otra en la que un padre moribundo oye a sus hijos cantar. Y mientras lo hace, deja claro que, aunque Foley no siempre fue un hombre amable, ahí están los temas que compuso para hacer las paces.
Quizás el mayor desafío que, en su cuarta película tras la cámara, el actor Ethan Hawke habrá tenido que afrontar a la hora de dramatizar la vida y la obra del cantautor Blaze Foley es simplemente justificar el porqué de tomarse la molestia. Después de todo, aunque sus canciones han sido interpretadas por figuras del country-folk como Willie Nelson y Merle Haggard, su nombre solo les resultará conocido a los fans de línea más dura de ese género —y de esos no hay tantos en Texas y muchos menos en Segovia—. Cuando murió a causa de una herida de bala a los 39 años, además, había vivido demasiado apegado al alcohol y a la cocaína, y sucumbiendo una y otra vez a las tentaciones propias de la vida en la carretera, como para haber tenido ocasión de hacerse un nombre. Hawke, en cualquier caso, creció en la ciudad texana de Austin justo cuando Foley y sus canciones pudieron llegar a tener cierto predicamento en la escena musical local.