'Aladdin': ni Will Smith salva una versión tan forzada como acartonada
Disney estrena la versión con actores de carne y hueso de uno de sus éxitos animados, pero ni el supuesto toque feminista le quita la apariencia acartonada
Sorprende encontrar en los créditos de la nueva versión de 'Aladdin' el nombre de Guy Ritchie, el cineasta británico que reactivó el 'thriller' en su país con filmes como 'Lock & Stock' (1998) y 'Snatch, cerdos y diamantes' (2000), y convirtió a Sherlock Holmes en héroe de 'blockbuster' de acción en las dos películas protagonizadas por Robert Downey Jr. Su fichaje parecería fruto de la voluntad de convertir esta nueva aproximación a una de las historias más populares de 'Las mil y una noches' en una aventura trepidante impregnada de un punto de humor gamberro, ligado a los orígenes marginales y fuera de la ley del protagonista. Sin embargo, el resultado dista mucho de esta idea y se limita a remedar el musical animado de 1992 que firmaron Ron Clements y John Musker, con partitura de Alan Menken.
Por tanto, nos hallamos de nuevo ante la historia del pícaro Aladdin (parece que Disney ya ha institucionalizado su variante inglesa del nombre en lugar de la española Aladino), un ladronzuelo en la imaginaria ciudad árabe de Agrabah que se enamora de Jasmine sin saber que ella es la hija del sultán. La joven rechaza la obligación de casarse con un príncipe en lugar de con el hombre que decida al tiempo que rechaza los avances del brujo Jafar (Marwan Kenzari), el visir que quiere ser sultán en lugar del sultán. Por su lado, Jafar convence a Aladdin de que consiga una lámpara mágica con un genio dentro capaz de conceder tres deseos a quien la posea. Por supuesto, Aladdin acaba trabando amistad con el genio y prometiéndole liberarlo de su encierro. Y a partir de aquí, las cosas empiezan a complicarse en el palacio de Agrabah...
La película lleva a cabo una actualización de ciertas inercias en este tipo de filmes en dos aspectos. Los responsables han tenido cuidado de no caer en el prejuicio de contratar intérpretes blancos para uno de las pocos relatos protagonizados por personajes árabes que se han popularizado en la cultura occidental. Como Aladino, tenemos al actor canadiense de origen egipcio Mena Massoud, mientras que la actriz británica de madre india gujarati Naomi Scott da vida a Jasmine, y Will Smith le toma el relevo a Robin Williams en el rol cómico del genio de la lámpara. Esta versión 'live action' añade un nuevo personaje, Dalia (Nasim Pedrad), la sirvienta fiel de Jasmine con quien coquetea el genio. Todo ello, para seguir representando una ciudad de Arabia como un pastiche colorista de tópicos sobre el mundo árabe visto a través del filtro occidental de las diferentes versiones de 'Las mil y una noches'. Y convertir sus callejuelas y sus palacios en el escenario ideal para esta historia que combina el encanto de las persecuciones por mercadillos y plazas con la supuesta espectacularidad de los ambientes palaciegos.
La moda de los 'remakes' 'live action' que lleva a cabo Disney de sus propias películas de animación plantea un interesante debate en torno a las fronteras entre la imagen animada y estos filmes con actores de carne y hueso. Porque estas películas recurren igualmente a la imagen digital para recrear una realidad fantasiosa que no hace tantos años también se representaba a través del mundo físico, ya sea si hablamos de los escenarios, de las diferentes mascotas que acompañan a los personajes (el mono de Aladdin, el tigre de Jasmine, el loro de Jafar...) o de los constantes efectos visuales, sobre todo en torno a esa figura del genio, mitad humano mitad nebulosa azul y de mayor tamaño que el resto de personajes, que siempre parece introducido un poco con calzador digital en la escena.
Los guionistas, John August, Vanessa Taylor y el propio Ritchie, han introducido unas dosis de feminismo en el personaje de Jasmine para supuestamente compensar que nos encontremos en pleno siglo XXI con películas infantiles que no conciben otro rol para las mujeres que el de princesas. La protagonista se reivindica como una persona autónoma que puede ejercer el poder con la misma capacidad que su padre, a pesar de que las leyes no se lo permitan. El malvado Jafar también se define esta vez por su machismo, ya que le reprocha a Jasmine que “quiera ser escuchada además de admirada”, es decir que sea una mujer con voz propia que no se conforma con ejercer de objeto pasivo del deseo masculino.
Estos matices no evitan la sensación de que nos encontramos ante una película acartonada como cuento de hadas y poco vibrante como historia de aventuras fabulosas. Will Smith intenta animar el espectáculo con su personalidad y sentido del humor. Al fin y al cabo, el genio siempre ha sido el personaje más a contracorriente de 'Aladdin'. Pero su presencia bastante forzada en más de un nivel tampoco compensa el regusto a producto innecesario que desprende la nueva película de Disney.
Sorprende encontrar en los créditos de la nueva versión de 'Aladdin' el nombre de Guy Ritchie, el cineasta británico que reactivó el 'thriller' en su país con filmes como 'Lock & Stock' (1998) y 'Snatch, cerdos y diamantes' (2000), y convirtió a Sherlock Holmes en héroe de 'blockbuster' de acción en las dos películas protagonizadas por Robert Downey Jr. Su fichaje parecería fruto de la voluntad de convertir esta nueva aproximación a una de las historias más populares de 'Las mil y una noches' en una aventura trepidante impregnada de un punto de humor gamberro, ligado a los orígenes marginales y fuera de la ley del protagonista. Sin embargo, el resultado dista mucho de esta idea y se limita a remedar el musical animado de 1992 que firmaron Ron Clements y John Musker, con partitura de Alan Menken.