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'En buenas manos': el largo y frágil camino de la adopción
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'En buenas manos': el largo y frágil camino de la adopción

La directora y actriz francesa Jeanne Herry escribe y dirige un drama amable e intimista sobre la infinidad de obstáculos que se salvan en cada adopción llegada a buen puerto

Foto: Gilles Lellouche y Sandrine Kiberlain, en un fotograma de 'En buenas manos'. (Caramel)
Gilles Lellouche y Sandrine Kiberlain, en un fotograma de 'En buenas manos'. (Caramel)

En 2016, la directora francesa Katell Quillévéré adaptó al cine la novela de Maylis de Kerangal 'Reparar a los vivos', un seguimiento a partir del fallecimiento de un chico en un accidente de tráfico del engranaje preciso que hace posible la donación de un órgano desde el momento en que los médicos establecen la muerte cerebral del joven hasta que los cirujanos trasplantan su corazón al cuerpo de una mujer enferma de una dolencia cardíaca crónica. Y con 'En buenas manos', la realizadora —también francesa— Jeanne Herry centra su mirada en la vida en vez de en la muerte para rastrear la frágil cadena que permite que la adopción de un niño llegue a buen puerto. Si el filme de Quillévéré pecaba de un distanciamiento casi notarial, el segundo largometraje de Herry relata —además de la burocracia intrínseca al proceso— los aspectos más humanos y emocionales de cada una de las personas que se cruzan en el camino del pequeño Théo, un bebé abandonado de apenas dos meses de edad, hasta los brazos de Alice (Élodie Bouchez), quien se convertirá en su madre adoptiva.

En clara reivindicación del sistema de adopción francés, que favorece el anonimato de las madres, Herry —encargada también de escribir el guion— homenajea la labor de los muchos profesionales que son esenciales para que un bebé abandonado por sus padres crezca de una forma sana y normal. Porque la directora entra y sale de las historias personales que se entrelazan alrededor del bebé para concienciar de la fragilidad de un momento tan crítico en el desarrollo de la personalidad y de la salud emocional de cualquier ser humano. Trabajadores sociales, psicólogos, enfermeras, parejas esperando ser padres: la cámara de Herry salta de unos a otros para describir la red de protección de los menores dados en adopción.

placeholder Sandrine Kiberlain y Élodie Bouchez, en un momento de 'En buenas manos'. (Caramel)
Sandrine Kiberlain y Élodie Bouchez, en un momento de 'En buenas manos'. (Caramel)

Con un tono naturalista, sin recrearse en los aspectos más dramáticos, el relato comienza desde el punto de vista de Alice, una mujer que lleva más de una década deseando ser madre y que ocho años atrás inició los trámites para adoptar un niño, hasta el momento sin conseguirlo. El filme incide en la pulcritud con que se observan los requisitos para que un niño pueda ser adoptado y, si a veces los motivos de una negativa están provocados por la poca idoneidad de los progenitores —lo primordial es el bienestar del menor y no el deseo de los adultos de convertirse en padres—, otras veces la causa es puramente legal —hasta hace poco, las familias monoparentales quedaban descartadas— o por cuestiones que escapan a la buena voluntad de los adoptantes. Cualquier cambio en la situación laboral o sentimental es determinante.

Comienza desde el punto de vista de Alice, una mujer que lleva una década deseando ser madre

Clara (Leïla Muse) es una joven universitaria que se quedó embarazada en una noche de sexo esporádico y que decide no hacerse cargo de su bebé. Sin juzgar los motivos de la determinación —la película no se adentra en cuestiones morales, sino en la ética profesional de los trabajadores del engranaje—, Clara entra en un programa de acompañamiento de mujeres que desean dar a sus hijos en adopción, donde una trabajadora social la ayuda a tomar una decisión que marcará su vida. Quizás, en esa intención de resultar neutral y mera descriptora del funcionamiento del sistema, casi hasta un punto documental en algunas secuencias, la narración de Herry resulta demasiado plana y falta de emoción.

placeholder Gilles Lellouche y Élodie Bouchez, en 'En buenas manos'. (Caramel)
Gilles Lellouche y Élodie Bouchez, en 'En buenas manos'. (Caramel)

Una carencia que queda subsanada con la aparición de Jean (Gilles Lellouche), un hombre que actúa como padre de acogida en el periodo que transcurre del abandono hasta la adopción, y Karine (Sandrine Kiberlain), una trabajadora del centro implicada en el bienestar de los menores más allá de lo que exige su puesto. Si bien en 'En buenas manos' el motivo principal es la maternidad —mujeres que desean ser madres, mujeres que no—, Jean desempeña un papel fundamental: en esos primeros meses de vida el bebé, puede empezar a manifestar carencias emocionales y trastornos del desarrollo si siente rechazo, agresividad o abandono. "El hijo que adoptan no es lo mismo que un hijo biológico. Es más complejo", incide el guion. Además, los padres se enfrentan a miedos, incertidumbres y un sinfín de preguntas que no siempre son fáciles de responder.

"El hijo que adoptan no es lo mismo que un hijo biológico. Es más complejo", incide el guion

Jean, además, representa una masculinidad contraria a la tóxica: un hombre que se dedica a la crianza de su hija biológica y de los niños que esperan encontrar a sus padres definitivos y cocina —¡cocina!—, mientras su mujer trabaja fuera de casa. Un prototipo de hombre que resulta atractivo a las mujeres, contradiciendo la leyenda urbana. Porque la directora va más allá y, en algunos casos, se adentra en una intimidad que se ve afectada por la situación de los casos más allá del terreno profesional.

placeholder Cartel de 'En buenas manos'.
Cartel de 'En buenas manos'.

'En buenas manos' pertenece a ese tipo de cine comprometido y emotivo en tanto en cuanto reivindica, por un lado, la bondad individual y, por otro, el buen funcionamiento de un sistema —en este caso el francés— que protege a los más débiles gracias a un Estado del bienestar que cada vez se pone más en cuestión y que es la única oportunidad de salir adelante de quienes nacen en el total desamparo. Demasiado dulce y amable, quizá —tan solo hay un par de escenas menos edulcoradas—, pero sin duda útil como reflexión sobre lo que significa, en términos prácticos, la socialdemocracia.

Foto: Gerard Butler, Peter Mullan y Connor Swindells, en 'Keepers'. (VerCine)
Foto: Una imagen de 'An Elephant Sitting Still'. (Capricci)

En 2016, la directora francesa Katell Quillévéré adaptó al cine la novela de Maylis de Kerangal 'Reparar a los vivos', un seguimiento a partir del fallecimiento de un chico en un accidente de tráfico del engranaje preciso que hace posible la donación de un órgano desde el momento en que los médicos establecen la muerte cerebral del joven hasta que los cirujanos trasplantan su corazón al cuerpo de una mujer enferma de una dolencia cardíaca crónica. Y con 'En buenas manos', la realizadora —también francesa— Jeanne Herry centra su mirada en la vida en vez de en la muerte para rastrear la frágil cadena que permite que la adopción de un niño llegue a buen puerto. Si el filme de Quillévéré pecaba de un distanciamiento casi notarial, el segundo largometraje de Herry relata —además de la burocracia intrínseca al proceso— los aspectos más humanos y emocionales de cada una de las personas que se cruzan en el camino del pequeño Théo, un bebé abandonado de apenas dos meses de edad, hasta los brazos de Alice (Élodie Bouchez), quien se convertirá en su madre adoptiva.

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