'Como la vida misma': un drama sobre la muerte calamitoso y pomposo
El director Dan Fogelman reúne a nombres como Olivia Wilde, Antonio Banderas, Oscar Isaac, Annette Bening en una película errática, vacía y truculenta
'Como la vida misma' es una película tan increíblemente calamitosa que el único motivo para verla es poder hacer chanzas luego sobre ella. Pero ¿por dónde empezar a hacerlo? ¿Por todas esas referencias grotescamente indolentes a los abusos infantiles, la violencia doméstica y el acoso sexual? ¿Por esos diálogos chirriantes y esa trama absurdamente complicada? ¿Por la manipulación emocional extrema, destinada a hacernos mojar las palomitas de lágrima y moco? ¿El hecho de que, pese a todo ello, el relato nos sea presentado como una oda al romance?
Más concretamente, no hay duda de que 'Como la vida misma' quiere ser una reflexión sobre la belleza y la felicidad que a menudo surgen de la tragedia y el sufrimiento, y sobre cómo un único acontecimiento puede reverberar a través de generaciones; y en concreto sobre cómo la muerte de una persona puede perfilar las vidas de muchas otras —quién iba a haberlo imaginado—. Y no hay duda porque la película misma se encarga de decírnoslo de forma explícita una y otra vez.
Dividida en cuatro capítulos y un epílogo que se prolongan a lo largo de numerosas décadas —más o menos entre 1980 y 2070, aunque aquí el futuro lejano tiene exactamente el mismo aspecto que el presente—, la historia acompaña a un grupo de individuos que están conectados de formas sorprendentes y de lo más enrevesadas. Olivia Wilde y Oscar Isaac dan vida a dos encantadores recién casados que esperan su primer hijo. Olivia Cooke es una punk de pacotilla que lidia con su pasado doloroso escuchando música. Antonio Banderas da vida a un terrateniente español que se entromete en las vidas de la pareja —Sergio Peris-Mencheta y Laia Costa— que vive en su propiedad. Y luego hay otra serie de personajes que, creámoslo o no, también están conectados entre sí. Y también una terapeuta, encarnada por Annette Bening, cargada con la ingrata tarea de curar el montón de heridas que el director Dan Fogelman inflige a esos personajes.
Por 'Como la vida misma' pasean personas golpeadas por autobuses, suicidas y enfermos de cáncer
En concreto, por el metraje de 'Como la vida misma' pasean personas golpeadas por autobuses, suicidas y enfermos de cáncer —por supuesto—; hay alusiones al incesto y a cachorros asesinados; y hay, cómo no, fatales accidentes de coche. Uno de los personajes, por ejemplo, vio a sus padres morir con solo 7 años; y tuvo que permanecer durante una hora en el asiento trasero del automóvil, detrás de sus cuerpos sin vida —al del padre le falta la cabeza—, mientras esperaba el rescate.
Entretanto, a lo largo de la película las líneas temporales se quiebran y las escenas se muestran desordenadas, y personajes de una historia aparecen en medio de otra para narrar lo que estamos viendo y decirnos que no confiemos en los narradores. "El narrador menos fiable es… la vida misma", se nos dice varias veces, y la frase carece de todo sentido lógico pero al menos sirve para definir los modos narrativos de la película, cuya voz en off trata de convencernos de que lo que vemos es romántico y emotivo pese a que la evidencia dice lo contrario.
Aunque tenga la palabra 'vida' en el título esta película habla ante todo de la muerte
Asimismo, el relato avanza cargado de giros argumentales que son tan sutiles como un balazo en la cabeza —por ejemplo, como el que aparece en la película— y que no sirven a más propósito real que mantenernos boquiabiertos por tanta improbabilidad y tanto golpe de efecto morboso. Fogelman trata de compensar la falta de interés de los personajes enfrentándolos a su propio óbito o al de algún ser cercano; aunque tenga la palabra 'vida' en el título esta película habla ante todo de la muerte, que se esconde en cada esquina, lista para aparecer cuando más le conviene al guion su presencia o cuando Fogelman decide que es buen momento para castigar a otro de los seres de cartón piedra que la narración maneja como si fueran meros peones de un tablero de ajedrez.
Y así avanza 'Como la vida misma' hacia un epílogo en el que finalmente se nos aclara qué es lo que los personajes tienen que ver entre sí, pero antes de que ese momento llegue el espectador habrá tenido tiempo de especular durante alguno de los innumerables monólogos y discursos que saturan el metraje, y a través de los que Fogelman nos empuja a que admiremos su grandilocuente visión de la naturaleza de la humanidad y la existencia. En todo momento, la película exhibe sus ínfulas de importancia como si fuera un pavo real que despliega el plumaje, pese a que pasada su primera media hora ya ha dejado claro que no tiene nada mínimamente sustancioso que decir.
'Como la vida misma' es una película tan increíblemente calamitosa que el único motivo para verla es poder hacer chanzas luego sobre ella. Pero ¿por dónde empezar a hacerlo? ¿Por todas esas referencias grotescamente indolentes a los abusos infantiles, la violencia doméstica y el acoso sexual? ¿Por esos diálogos chirriantes y esa trama absurdamente complicada? ¿Por la manipulación emocional extrema, destinada a hacernos mojar las palomitas de lágrima y moco? ¿El hecho de que, pese a todo ello, el relato nos sea presentado como una oda al romance?