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'Mortal Engines': Peter Jackson se copia (mal) a sí mismo
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'Mortal Engines': Peter Jackson se copia (mal) a sí mismo

En el aspecto visual 'Mortal Engines' resulta deslumbrante, especialmente por lo que respecta al diseño de Londres; buena parte de las imágenes han sido generadas por ordenador

Foto: Robert Sheehan, Leifur Sigurdarson y Hera Hilmar, en 'Mortal Engines'. (Universal)
Robert Sheehan, Leifur Sigurdarson y Hera Hilmar, en 'Mortal Engines'. (Universal)

'Mortal Engines' transcurre en un futuro en el que la tecnología se construye a partir de piezas usadas, pero eso no es lo único de segunda mano que hay en la película; también su argumento es puro reciclaje. Escrita por Peter Jackson junto a sus colaboradoras habituales, Fran Walsh y Philippa Boyens —Jackson también la ha producido—, esta adaptación de la primera novela de la tetralogía homónima formada por Philip Reeve exhibe desde el principio similitudes con 'Mad Max: furia en la carretera': dos ciudades que se mueven sobre ruedas se lanzan arpones la una a la otra a través de un paisaje posapocalíptico, mientras la música de Junkie XL suena a todo trapo desde la banda sonora. Poco a poco vamos conociendo más detalles acerca de este universo: la sociedad civilizada ha sido barrida y reemplazada por los principios del llamado 'darwinismo municipal' y, usándolos como bandera, Londres viaja por el planeta engullendo urbes más pequeñas y convirtiendo los habitantes de estas en esclavos. Algo así como el Brexit pero al revés.

Mientras desarrolla esa premisa, 'Mortal Engines' va dejando en evidencia otras influencias más o menos flagrantes, como 'Frankenstein', las trilogías 'El señor de los anillos' y 'El Hobbit' —cómo no—, 'Terminator' y, sobre todo, 'Star Wars'. De hecho, por momentos funciona a modo de 'remake'. El relato incluye un héroe ingenuo, una heroína de armas tomar con misteriosos lazos parentales, un mercenario que derrocha sarcasmo y un villano ocupado en la construcción de un arma secreta increíblemente poderosa. Solo faltan un hombre-perro que grazna y una extraña pareja de robots.

Durante la primera media hora de metraje, es cierto, las escenas de acción y de presentación de este particular universo —en el que la jerarquía social es férrea y la gente es subastada y convertida en relleno de salchichas— están dotadas del tipo de creatividad que se espera del ideólogo cinematográfico de la Tierra Media, pese a que, oficialmente, el director de la película no es él sino uno de sus protegidos, Christian Rivers. Pasado ese golpe de efecto inicial, eso sí, se impone la monotonía narrativa, vehiculada para diálogos agresivamente expositivos, giros argumentales aturullados y personajes que aparecen y desaparecen de forma arbitraria y sin dejar la más leve huella. En ese sentido, que la mayoría de interpretaciones sean del todo insípidas no ayuda.

placeholder 'Mortal Engines'.
'Mortal Engines'.
Foto: 'Ana y el Apocalipsis'.

Es cierto que en el aspecto visual 'Mortal Engines' resulta deslumbrante, especialmente por lo que respecta al diseño de Londres; buena parte de las imágenes han sido generadas por ordenador, pero aun así el entorno que componen derrocha autenticidad. Y pese a ello, curiosamente, en ningún momento logra que nos sintamos transportados. Quizá tenga que ver con el hecho de que, decíamos, los modelos de la película en todo momento son demasiado obvios, o tal vez con el modo en que las subtramas socorridas y los diálogos vacuos van obstruyendo la narración como pelos en el sumidero del lavabo. Para cuando llega la batalla final, héroes que en ningún momento han llegado a importarnos lo más mínimo tienen su momento de gloria al tiempo que material narrativo que podría haber dado bastante de sí es malgastado de mala manera en un desesperado último intento de impactarnos. Y entonces queda claro que esas secuelas en las que Jackson pensó un día probablemente nunca vean la luz.

Foto: Michelle Jenner y Dani Rovira, en 'Miamor perdido'. (Sony)

'Mortal Engines' transcurre en un futuro en el que la tecnología se construye a partir de piezas usadas, pero eso no es lo único de segunda mano que hay en la película; también su argumento es puro reciclaje. Escrita por Peter Jackson junto a sus colaboradoras habituales, Fran Walsh y Philippa Boyens —Jackson también la ha producido—, esta adaptación de la primera novela de la tetralogía homónima formada por Philip Reeve exhibe desde el principio similitudes con 'Mad Max: furia en la carretera': dos ciudades que se mueven sobre ruedas se lanzan arpones la una a la otra a través de un paisaje posapocalíptico, mientras la música de Junkie XL suena a todo trapo desde la banda sonora. Poco a poco vamos conociendo más detalles acerca de este universo: la sociedad civilizada ha sido barrida y reemplazada por los principios del llamado 'darwinismo municipal' y, usándolos como bandera, Londres viaja por el planeta engullendo urbes más pequeñas y convirtiendo los habitantes de estas en esclavos. Algo así como el Brexit pero al revés.

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