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'Ana y el Apocalipsis': un musical zombi muy divertido contra la resaca navideña
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'Ana y el Apocalipsis': un musical zombi muy divertido contra la resaca navideña

El director británico John McPhail llena las fiestas navideñas de muertos vivientes con esta eficaz comedia musical juvenil zombi donde brilla la actriz Ella Hunt

Foto: 'Ana y el Apocalipsis'.
'Ana y el Apocalipsis'.

A la espera de un análisis profundo del porqué del éxito de la ficción zombi en la cultura popular del siglo XXI, los muertos vivientes siguen llenando las pantallas. La (pen)última muestra de este subgénero que siempre encuentra una nueva variante en la que reencarnarse nos llega de Reino Unido. 'Ana y el Apocalipsis' mezcla comedia musical de instituto con invasión de infectados. Y la buena noticia es que, desde un presupuesto modesto y sin aportar grandes novedades en el terreno de los no muertos, el resultado es más que convincente.

La película se sitúa en el pequeño pueblo de New Haven. Ana (Ella Hunt) es una estudiante de instituto que vive sola con su padre, Tony (Mark Benton), desde el fallecimiento de la madre. Sueña con huir de su gris rutina y escaparse a Australia, y no quiere matricularse en la universidad, como desea su progenitor. Su mejor amigo, John (Malcolm Cumming), espera, por su lado, entrar en la Escuela de Arte. El grupo de amigos se completa con Steph (Sarah Swire), una firme defensora de los derechos de las personas sin hogar a quien sus padres no parecen tener mucho en cuenta; Chris (Christopher Leveaux), un loco del audiovisual, y su novia Lisa (Marli Siu), con fuste de cantante. La mayoría, sobre todo John y Steph, sufren las bromas de los acosadores del instituto, comandados por Nick (Ben Wiggins). La cuadrilla deberá enfrentarse a la invasión zombi que de repente asola el pueblo.

'Ana y el Apocalipsis' se inspira en el corto 'Zombie Musical', escrito y dirigido por Ryan McHenry, el malogrado creador de los 'vines' 'Ryan Gosling Won't Eat His Cereal' que falleció en 2015. McHenry estuvo al mando del proyecto hasta su muerte y él mismo manifestó su deseo de que el largometraje se llevara a cabo igualmente cuando él ya no estuviera. Los productores contrataron entonces a otro escocés, John McPhail, como director. Las canciones, una de las claves de la película, corren a cargo de Roddy Hart y Tommy Reilly, músicos también escoceses que han participado en diferentes formaciones.

Sin la pretensión de innovar en los distintos territorios por los que se mueve, comedia juvenil, musical y terror zombi, McPhail y sus colaboradores consiguen lo importante, que la mezcla funcione. 'Ana y el Apocalipsis' resulta sobre todo sólida como comedia juvenil. Con una protagonista magnética y alejada de la mayoría de estereotipos del género, el filme no descuida al resto de personajes secundarios, que también pueden presumir de una personalidad propia más allá de sus roles. Un detalle que guionistas y director cuidan lo suficiente como para que, cuando el Apocalipsis empieza a causar bajas importantes, su pérdida nos afecte.

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'Ana y el Apocalipsis'.

La película cuida también el retrato de los jóvenes como conjunto: los chicos y chicas se apoyan a pesar de sus rencillas, crean relaciones de afecto que no pasan necesariamente por la idea de amor romántico o amistad interesada, y respetan su diversidad y opciones sexuales. No faltan los toques propios de nuestra época, desde esa red que se llena de selfis con zombis hasta las conversaciones pop de los personajes. Como la discusión en torno a quién sucumbiría antes a un Apocalipsis zombi, ¿Taylor Swift o Robert Downey Jr.? La respuesta es... Justin Bieber.

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'Ana y el Apocalipsis'.
Foto: Robert Sheehan, Leifur Sigurdarson y Hera Hilmar, en 'Mortal Engines'. (Universal)

Otro de los aciertos del filme es la figura del villano, que encarna el nuevo director del instituto, Arthur Savage (Paul Kaye). En un subgénero como el de zombis en que los antagonistas son un colectivo variopinto pero amorfo y sin sutileza para ejercer el mal, se agradece la existencia de un malvado maquiavélico que, por supuesto, se marca uno de los mejores números musicales del filme. Aunque la canción estrella es ('There's no such thing as a') 'Hollywood ending'. Toda una declaración de intenciones por parte de una película que se distancia en algunos aspectos de los clichés del cine estadounidense, pero no deja de asumir muchas de sus influencias, tanto de las comedias de instituto (el número musical de la pizpireta Lisa en la función navideña recuerda la mítica escena de 'Chicas malas' en que las cuatro protagonistas también salen a cantar en plan Papá Noel 'sexy') como del cine zombi. Por otro lado, la tradición británica también se hace notar, sobre todo por el inevitable e insoslayable peso de 'Zombies Party'. La secuencia en que la pareja protagonista se despierta cantando llena de energía y optimismo mientras los zombis siembran el caos a su alrededor sin que ellos se den cuenta es la referencia más explícita a la obra maestra de Edgar Wright. Divertida, emocionante y con buen ritmo, 'Ana y el Apocalipsis' resulta un buen antídoto para la resaca de las navidades.

Foto: Michelle Jenner y Dani Rovira, en 'Miamor perdido'. (Sony)

A la espera de un análisis profundo del porqué del éxito de la ficción zombi en la cultura popular del siglo XXI, los muertos vivientes siguen llenando las pantallas. La (pen)última muestra de este subgénero que siempre encuentra una nueva variante en la que reencarnarse nos llega de Reino Unido. 'Ana y el Apocalipsis' mezcla comedia musical de instituto con invasión de infectados. Y la buena noticia es que, desde un presupuesto modesto y sin aportar grandes novedades en el terreno de los no muertos, el resultado es más que convincente.

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