'Malos tiempos en El Royale': un intento de copia a Tarantino vistoso pero vacío
Drew Goddard, director de 'La cabaña en el bosque' (2012) y nominado al Oscar al mejor guion por 'Marte' (2015), estrena esta historia criminal posmoderna
Todos los personajes de 'Malos tiempos en El Royale' tienen un lado oculto, a menudo una identidad secreta. Cada una de las habitaciones del hotel del título incluye un enorme espejo, que enfatiza esa idea de identidades dobles. Y el hotel en sí está dividido en dos mitades simétricas: se encuentra en medio de la línea fronteriza entre los estados de Nevada y California, y cada uno alberga una mitad idéntica del edificio. Hay, asimismo, líneas de diálogo que se pronuncian dos veces y escenas que se repiten desde diferentes puntos de vista.
La sensación de duplicidad domina la película hasta en la extensión de su metraje: dura dos horas y 20 minutos, probablemente el doble de lo que debería. Después de todo, cuenta una historia criminal bastante simple de la manera más complicada imaginable, interrumpiendo el relato constantemente con 'flashbacks' e historias digresivas que dejan la narración en punto muerto y, por otra parte, temáticamente no hacen más que subrayar el mensaje básico: que la mayoría de la gente en este mundo no son quienes dicen ser. Puede que el director y guionista Drew Goddard tuviera más cuestiones que plantear pero, de ser ese el caso, han quedado enterradas bajo tanta violencia, y tanta lluvia, y tanta metáfora tosca.
La historia se construye a partir de una sucesión de presuntas sorpresas argumentales, así que no conviene describirla en detalle. Todos los personajes convergen en El Royale para lo que rápidamente se convierte en una noche desapacible y tormentosa: un sacerdote aparentemente afable (Jeff Bridges), una cantante de camino a un concierto (Cynthia Erivo), un vendedor ambulante que habla sin parar (Jon Hamm) y una misteriosa 'femme fatale' (Dakota Johnson). Ninguno de ellos, decimos, es quien dice ser; ni siquiera el hotel mismo, que posee un pasadizo que permite al único empleado espiar a los huéspedes.
Lo que parece ser inicialmente es mucho más interesante que lo que acaba siendo
El problema esencial de 'Malos tiempos en El Royale' es que lo que parece ser inicialmente es mucho más interesante que lo que acaba siendo. Por un lado, el edificio es seductoramente estilizado, pero en ningún momento llega a tener sentido; su ubicación en medio de dos estados no resulta tener ninguna importancia, y su pasaje secreto funciona como una mera pista falsa. Asimismo, cuanto más nos revela Goddard de los personajes y sus verdaderos motivos, casi siempre narrando de nuevo escenas previas para explorar perspectivas distintas o proporcionar información nueva, más interés va perdiendo la película.
Y si sobre el papel la película trata de condensar en una noche la turbulenta transición de Estados Unidos de los soleados años sesenta a la paranoia de los setenta —incluye referencias a Vietnam, las luchas por los derechos civiles, los crímenes de Charles Manson y los asesinatos políticos—, está claro que su década predilecta son los noventa: 'Malos tiempos en El Royale' prácticamente pide a gritos que se la compare con el cine de Tarantino.
Goddard, conste, es un cineasta de solvencia contrastada. Se inició en teleseries como 'Buffy, cazavampiros' y 'Alias', y posteriormente obtuvo una nominación al Oscar por el guion de 'Marte' (2015). Su primera película como director, 'La cabaña en el bosque' (2012), sigue siendo una de las mejores muestras de terror meta de los últimos años. El talento le sobra, y por eso es doblemente penoso que ahora la segunda sea tan morosa e increíblemente superficial, y que en última instancia trivialice cada uno de los temas que toca. Que sea puro postureo, en otras palabras, nada más que un ejercicio de autoindulgencia vistoso pero vacío.
Todos los personajes de 'Malos tiempos en El Royale' tienen un lado oculto, a menudo una identidad secreta. Cada una de las habitaciones del hotel del título incluye un enorme espejo, que enfatiza esa idea de identidades dobles. Y el hotel en sí está dividido en dos mitades simétricas: se encuentra en medio de la línea fronteriza entre los estados de Nevada y California, y cada uno alberga una mitad idéntica del edificio. Hay, asimismo, líneas de diálogo que se pronuncian dos veces y escenas que se repiten desde diferentes puntos de vista.
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