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'Tully': Charlize Theron y el escabroso martirio de ser madre
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'Tully': Charlize Theron y el escabroso martirio de ser madre

El tándem Jason Reitman-Diablo Cody se reúne por tercera vez en esta 'dramedia' socarrona y agridulce sobre las cargas de la maternidad

Foto: Charlize Theron en un fotograma de 'Tully'. (Universal)
Charlize Theron en un fotograma de 'Tully'. (Universal)

En la primera secuencia de 'Tully' la cámara sigue la barriga de embarazada de una mujer de la que el espectador ni siquiera conoce la cara. Y así, con esa sencilla —que no simple— decisión de encuadre, el director Jason Reitman consigue resumir toda una película. Porque 'Tully' va de todas esas madres que desaparecen a medida que el bebé crece en su vientre, a todas esas mujeres que se han sentido sobrepasadas, confusas, ninguneadas, desatendidas, frustradas, iracundas, perdidas bajo la pesada carga de la maternidad, de esa maternidad que siempre les prometieron que era lo más bonito que le puede pasar a una en la vida pero de la que pocas veces —aunque en los últimos años cada vez más— se publicitan los detalles más escabrosos.

Y en su tercera colaboración tras 'Juno' (2007) y 'Young Adult' (2011), Reitman y la guionista Diablo Cody han querido meter el dedo en el ojo de un modelo tradicional de familia que da por sentado el papel de madre abnegada, de un sistema que no da demasiadas facilidades —conciliación, escolaridad, gasto económico— y que pide de la mujer un sacrificio instaurado en algún momento ancestral y que hasta ahora no admitía cuestionamientos, como un martirio preimpuesto por la biología, la tradición cultural o quién sabe qué. Si en 'Juno' el tándem Reitman-Cody se centró en las peripecias de una madre adolescente, en 'Tully' la protagonista es una madre de tres hijos al límite de sus fuerzas.

placeholder Charlize Theron y Ron Livingston en 'Tully'. (Universal)
Charlize Theron y Ron Livingston en 'Tully'. (Universal)

Con el humor cáustico y corrosivo habitual, aunque bastante más pesimista, Cody describe la epopeya maternal de Marlo (Charlize Theron) desde un costumbrismo punk: ¿sabía que los pies de la mujer crecen con cada embarazo? ¿Sabía que muchas parturientas temen el momento de hacer pis por primera vez después del parto? ¿Y que si no se sacan la leche el pecho duele a rabiar? ¿Y que el cuerpo es un desbarajuste de hormonas? ¿Y que muchas mujeres dejan de sentirse como personas independientes y autónomos para convertirse en el epicentro de un ser multicorpóreo en permanente codependencia de sus hijos?

Si alguna lectora se está planteando ser madre ahora mismo, que no vea esta película. O mejor, que la vea

Si alguna lectora se está planteando ser madre ahora mismo, que no vea esta película. O mejor, que la vea para poder proyectarse en uno de los peores escenarios probables —sí, de mujer blanca, estadounidense y de clase media, de acuerdo—, que es lo más parecido a una distopía apocalíptica. Marlo, mujer con sueños, carrera, idiomas y un puesto de trabajo tiene que lidiar cada mañana con una rutina de cadena de montaje en la que los días se suceden como clones en una espiral infinita: suena el despertador, amamanta, quita el pañal sucio, pon el pañal limpio.

placeholder Mackenzie Davis es Tully, la 'babysitter' que todo lo puede. (Universal)
Mackenzie Davis es Tully, la 'babysitter' que todo lo puede. (Universal)

Drew (Ron Livingstone), el marido de Marlo, es un buen tipo —un poco vago, ejem— que también se ve sobrepasado por las circunstancias y que prefiere escaquearse del caos que hay en casa jugando cada noche a la consola antes que enfrentarse a él y echar una mano. Además, tiene bastante interiorizado —¿inconscientemente?— que el cuidado de sus tres hijos, más allá de ayudar a acabar deberes y de pequeñas tareas puntuales, es tarea de Marlo. "No entiendo cómo ha podido dejar a los niños solos, nunca había hecho eso", dice —más o menos— en un momento de la película. "Pero ¿usted no estaba en casa?", le preguntan. "Bueno... sí". No hay más preguntas, señoría.

Por otro lado, su hijo Jonah (Asher Miles Fallica) es un niño 'poco convencional' con problemas para controlar sus impulsos y, la directora del colegio, en vez de descargar la rutina de Marlo, decide obligar a la familia a buscar otro centro "más apropiado" para él. Otra que se escaquea. Además, Marlo tampoco tiene los medios económicos para contratar profesores particulares ni llevarlo a médicos especialistas así que su único recurso son los tutoriales de Youtube. Marlo se siente frustrada por no dar la talla como esa mujer perfecta que organiza fiestas de cumpleaños maravillosas, prepara 'cupcakes' para la clase de sus hijos, cocina una cena sana y nutritiva para su familia todas las noches y se mantiene en forma y a punto para hacer vibrar a su marido en la cama. Y, para más inri, su hermano, que está montado en el dólar, sí está casado con —aparentemente— la mujer perfecta según las convenciones, así que ni siquiera puede despotricar a gusto con ella.

placeholder Asher Miles Fallica y Lia Frankland son Jonah y Sarah en 'Tully'. (Universal)
Asher Miles Fallica y Lia Frankland son Jonah y Sarah en 'Tully'. (Universal)

Todo cambia cuando en su vida aparece Tully (Mackenzie Davis), una joven niñera nocturna, que no solo le echa la mano que le hace falta mientras el resto del mundo se desentiende. Tully se encarga de cuidar al bebé mientras los padres duermen, de limpiar la casa, preparar la cena y de escuchar los problemas de Marlo. Cada noche que pasa con Tully, la vida de Marlo parece mejorar y, por ende, la de su familia: todos están de mejor humor, la vida íntima de la pareja mejora y todo parece volver a su sitio. Porque todo es cuestión de empatía. Sin embargo, lo que la familia no sabe, es que Tully esconde un reverso oscuro a punto de estallar.

placeholder Cartel de 'Tully'.
Cartel de 'Tully'.

La química y la complicidad tanto entre Davis y Theron como entre sus personajes aporta ese asidero de agradable calidez que hace soportables todas las miserias y frustraciones que encara Marlo, que vistas todas juntas invitan a coger el teléfono nada más acabar los créditos y llamar a la propia madre para pedir perdón y dar las gracias hasta el infinito. Porque al final la única recompensa que tienen las madres es el gesto: es la mirada furtiva tras esa pregunta odiosa —porque hace falta ser tarado— de "¿a quién quieres más, a papá o a mamá?", ese dibujo dedicado en la clase de plástica, esa llamada el día de cumpleaños, esa comida de los domingos o ese primer recuerdo en las alegrías y en las tristezas. Ese "ojalá estuviera mi madre" con el que, como bien apunta Lorena G. Maldonado en este artículo lleno de sinceridad y de corazón, un astronauta recién nombrado ministro quiso agradecérselo todo a la madre que lo parió.

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En la primera secuencia de 'Tully' la cámara sigue la barriga de embarazada de una mujer de la que el espectador ni siquiera conoce la cara. Y así, con esa sencilla —que no simple— decisión de encuadre, el director Jason Reitman consigue resumir toda una película. Porque 'Tully' va de todas esas madres que desaparecen a medida que el bebé crece en su vientre, a todas esas mujeres que se han sentido sobrepasadas, confusas, ninguneadas, desatendidas, frustradas, iracundas, perdidas bajo la pesada carga de la maternidad, de esa maternidad que siempre les prometieron que era lo más bonito que le puede pasar a una en la vida pero de la que pocas veces —aunque en los últimos años cada vez más— se publicitan los detalles más escabrosos.

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