Es noticia
'Disobedience': judías lesbianas, amantes y bastante cargantes
  1. Cultura
  2. Cine
estrenos de cine

'Disobedience': judías lesbianas, amantes y bastante cargantes

Después del éxito de 'Una mujer fantástica', ganadora del Oscar a mejor película extranjera, Sebastián Lelio estrena en España este drama amoroso con Rachel Weisz y Rachel McAdams

Foto: Rachel Weisz, Rachel McAdams y Alessandro Nivola, en 'Disobedience'. (Sony)
Rachel Weisz, Rachel McAdams y Alessandro Nivola, en 'Disobedience'. (Sony)

Se lamentaba Sebastián Lelio de que, de toda su película, con lo que se quedan la mayor parte de los espectadores es la escena en que las dos amantes protagonistas intercambian un salivazo largo y transparente en pleno acto sexual. Pero es que ese trasvase de fluidos es el único destello orgánico y sorprendente de un filme en el que todo resulta apelmazado y obvio. Una historia de amor imposible que por su esencia debería ser vibrante y sutil, pero que se ve lastrada por la simpleza y la artificialidad. No hay electricidad en las miradas, no hay atención al detalle, a los pequeños roces; las bocas se encuentran a empellones y los sentimientos se verbalizan con tosquedad adolescente.

Más allá de su capacidad para condensar toda una tradición histórica de opresión, discriminación y condena del amor heterodoxo y fuera de la norma en pequeñas cotidianidades, al cine de Lelio le falta el trazo fino y la capacidad de cautivar con la fuerza de la imagen. Taras que no le impidieron llevarse el Oscar a mejor película de habla no inglesa con su anterior filme, 'Una mujer fantástica', el relato de marginación y aislamiento de una joven transexual tras la muerte de su novio, por parte tanto de la familia como de las instituciones. Y en 'Disobedience', el cineasta chileno vuelve a enfrentar a una pareja no normativa a la tradición más conservadora y rígida: dos mujeres amantes dentro de una comunidad judía ortodoxa de Londres.

placeholder Alessandro Nivola y Rachel McAdams, en 'Disobedience'. (Sony)
Alessandro Nivola y Rachel McAdams, en 'Disobedience'. (Sony)

Ya en la primera secuencia, Lelio disecciona la espina dorsal sobre la que se yergue su película, y lo hace a través del sermón del rabino de dicha comunidad en torno a la naturaleza libre del ser humano: Hashem (Dios) creó a los ángeles incapaces de desobedecer las órdenes divinas y a las bestias plenamente sometidas a sus instintos más bajos, mientras que la mayor virtud que otorgó al hombre, a pesar de su riesgo de errar, fue la libertad. La capacidad, si quieren, de desobedecer. Y aquí Lelio establece el principal conflicto de las protagonistas, que se ven atrapadas en la disyuntiva de o bien seguir los rígidos principios de la comunidad a la que pertenecen o entregarse a sus sentimientos.

La hija del rabino vuelve a la comunidad donde creció después de haber optado años atrás por la táctica de la tierra quemada

Como en 'Una mujer fantástica', la destrucción del orden establecido viene por una muerte súbita y por la consecuente llegada de un extraño a la familia —esto último es probablemente el tema central de la filmografía del chileno—. En 'Disobedience', tras el sermón sobre ángeles, hombres y bestias, el rabino fallece a causa de una neumonía. Su hija Ronit (Rachel Weisz) vuelve a la comunidad donde creció después de haber optado años atrás por la táctica de la tierra quemada. Alejada de su pasado, la hija del rabino se gana los cuartos como fotógrafa alternativa en Nueva York y sigue un estilo de vida contrario a la ortodoxia en que la educaron. Pronto descubre que su padre acabó incluso renegando de ella.

placeholder Rachel Weisz y Rachel McAdams protagonizan 'Disobedience'. (Sony)
Rachel Weisz y Rachel McAdams protagonizan 'Disobedience'. (Sony)

De vuelta al hogar abandonado, todo y nada ha cambiado. Los mismos reproches hacia la hija díscola que necesita volver al redil: debes casarte y tener hijos, porque nadie debe morir sola. Las mismas caras, quizá más envejecidas. Pero también una pequeña cápsula del tiempo con la que volver a la adolescencia, cuando todo era aterrador pero también más cálido. Porque a su vuelta, Ronit se reencuentra con sus mejores amigos de la infancia, Dovid (Alessandro Nivola) —que se prepara para convertirse en rabino— y Esti (Rachel McAdams), que ahora son marido y mujer.

Ronit se reencuentra con sus amigos de la infancia, que ahora son marido y mujer

Mientras Ronit decidió salirse de la vereda, Esti es la personificación de la docilidad, la aceptación inflexible y sumisa de todos los preceptos que le han sido impuestos. Dos personas que ya no se reconocen en los caminos tan distintos que optaron por seguir. Y no hay que ser demasiado perspicaz para entender que entre las dos amigas en su momento hubo una relación más intensa de lo permitido: si el espectador no lo deduce en un primer cruce de miradas, en el que una de ellas bordea el descoyunto, lo entenderá a través de unos diálogos extremadamente explicativos y reiterativos. Lelio narra su reconexión de manera atropellada, como empujando a sus personajes a través del modelo Kübler-Ross para quemar etapas y llegar al momento culmen. Lo más interesante: que ninguna de ellas ha tenido relaciones con otras mujeres, y no por el mismo motivo.

placeholder Las protagonistas de 'Disobedience'. (Sony)
Las protagonistas de 'Disobedience'. (Sony)

Pero previo a ese culmen erótico, extático y sensual, falta entrever la contención, sugerir la frustración, la duda en la pupila y en el vello de la piel. Y aunque Weisz y McAdams se esfuerzan por que haya química, el resultado es pólvora mojada. Más allá de un par de planos —ese en el que ambas se exploran por debajo de las bragas o en el que se magrean en un parque—, el contacto entre ellas es frío y mecánico. Algo falla cuando produce más emoción el canto ritual de los ortodoxos que las desprecian que la lucha de las amantes por su libertad.

placeholder Cartel de 'Disobedience'.
Cartel de 'Disobedience'.

Quizá la novela de Naomi Alderman hubiese encontrado un narrador visual mejor en otro cineasta, ya sea alguien posmoderno y excesivo como Xavier Dolan o alguien contenido y detallista como Deniz Gamze Ergüven. Porque Lelio se centra más en la relación de oprimido-opresor que en la intimidad de sus protagonistas, en el conflicto moral de puertas para fuera que en el conflicto interior. Y si en un drama de amores dolidos falta emoción, solo queda el artefacto.

Foto: Alden Ehrenreich es Han Solo en 'Solo: una historia de Star Wars'. (Disney)

Foto: El fotógrafo JR y la cineasta Agnès Varda, en 'Caras y lugares'. (Sherlock)

Se lamentaba Sebastián Lelio de que, de toda su película, con lo que se quedan la mayor parte de los espectadores es la escena en que las dos amantes protagonistas intercambian un salivazo largo y transparente en pleno acto sexual. Pero es que ese trasvase de fluidos es el único destello orgánico y sorprendente de un filme en el que todo resulta apelmazado y obvio. Una historia de amor imposible que por su esencia debería ser vibrante y sutil, pero que se ve lastrada por la simpleza y la artificialidad. No hay electricidad en las miradas, no hay atención al detalle, a los pequeños roces; las bocas se encuentran a empellones y los sentimientos se verbalizan con tosquedad adolescente.

Críticas de cine Cartelera y estrenos de cine