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'Roman J. Israel, Esq.': un abogado loco contra el mundo
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'Roman J. Israel, Esq.': un abogado loco contra el mundo

Denzel Washington y Dan Gilroy unen fuerzas en un filme sobre la resistencia a la corrupción de un profesional

Foto: Denzel Washington, en una escena del filme.
Denzel Washington, en una escena del filme.

La segunda película dirigida por el guionista Dan Gilroy funciona como algo parecido al reverso de la primera. Si 'Nightcrawler' (2014) retrató a un antihéroe del todo amoral que encuentra su lugar en una industria lo suficientemente podrida para él —la del periodismo criminalista—, 'Roman J. Israel, Esq.' aspira a mostrarnos lo que sucede cuando una persona auténticamente virtuosa se ve lenta e inevitablemente corrompida por una profesión deshonesta. Incapaz de mantenerse fiel a sus ideales en un mundo en el que la distinción entre el bien y el mal se ha difuminado, su protagonista buscará la redención a través del sacrificio metafórico y literal.

De encarnarlo se encarga Denzel Washington, a estas alturas tan acostumbrado a interpretar abogados que, si lo pidiera, le darían el título. Durante décadas, Roman ha trabajado en un bufete de mala muerte, encargándose del papeleo y el trabajo de despacho mientras su socio ejercía de cara visible de la empresa. Como resultado, nunca ha tenido que preocuparse mucho por su aspecto, pero eso por sí solo no sirve para explicar por qué viste como si hubiera robado su ropa de una tienda de alquiler de disfraces.

Lo cierto es que Roman no podría permitirse trajes como Dios manda aun en el caso de que fueran una prioridad para él. Siempre ha sido el paradigma del activista social quijotesco, y de hecho carga con la prueba de su idealismo en su maletín: un pleito increíblemente ambicioso que, asegura, pondrá en cuestión el racismo enquistado en el sistema judicial estadounidense. ¿Cómo llega un hombre así a abandonar tan arraigados ideales? Llegado el momento, Gilroy nos proporciona la respuesta, que involucra una pérdida de empleo, un caso de asesinato y la tentación del dinero fácil. Pero ese elemento no emerge hasta bien entrado lo que es un drama exageradamente largo y plomizo.

Hasta entonces, parte de lo que se espera de nosotros es que nos quedemos boquiabiertos por el modo en que una estrella como Washington anula su propio carisma dando vida a un personaje que luce gafas indescriptibles y un peinado a lo afro y que probablemente posee algún grado de autismo; así se deduce de la aparente incapacidad de Roman para establecer contacto visual, de la compulsión con la que escupe moralina grandilocuente y de su adicción a los bocadillos de mantequilla de cacahuete. El problema es que todo cuanto Washington hace en la piel de semejante personaje es convertirse en una máquina expendedora de tics.

Gilroy parece creer que los desórdenes sociales del personaje son indicativos de una gran profundidad moral, pero no es así

En su disculpa, hay que decir que resulta imposible imaginarse a ningún otro actor logrando dotar al tal Roman de una mínima verosimilitud. En primer lugar porque, aunque pasa una cantidad considerable de metraje dando discursos, nunca llega a quedar del todo claro cuál es su visión. Y también porque, pese a que la película se empeña en convencernos de que es un tipo extraordinario, resulta obvio que en realidad es un cretino; Gilroy parece creer que los desórdenes sociales del personaje son indicativos de una gran profundidad moral, pero no es así.

placeholder Cartel de 'Roman J. Israel Esq.'.
Cartel de 'Roman J. Israel Esq.'.

Por último, sobre todo, el arco narrativo que Roman sigue es del todo desconcertante. En concreto, un giro argumental mediada la película nos lo muestra comportándose de forma tan alocada e impropia de él que, contemplándolo, uno se siente como si se hubiera quedado dormido y luego se hubiera despertado viendo una película diferente. Quizá Gilroy se dio cuenta de que una historia sobre militancia social por sí sola no atraería al público al cine y por eso decidió maquillarla con sombras de 'thriller'. Perdidos entre el éxito comercial y sus convicciones, dicho de otro modo, ni el director ni el personaje llegan a encontrar el camino.

Al final, lo más frustrante de 'Roman J. Israel, Esq'. es que no llega a ningún sitio interesante, pero aun así pasa muchísimo tiempo de camino hacia esa nada; es una obra convencida de ser cine importante pese a que, más allá de mensajes trillados sobre lo frágil que es el idealismo en el mundo moderno, tiene más bien poco que decir.

Foto: Ike Barinholtz, John Cena y Leaslie Mann, en un momento de '#Sexpact'. (Universal)
Foto: Fotograma de 'Lucky'.

La segunda película dirigida por el guionista Dan Gilroy funciona como algo parecido al reverso de la primera. Si 'Nightcrawler' (2014) retrató a un antihéroe del todo amoral que encuentra su lugar en una industria lo suficientemente podrida para él —la del periodismo criminalista—, 'Roman J. Israel, Esq.' aspira a mostrarnos lo que sucede cuando una persona auténticamente virtuosa se ve lenta e inevitablemente corrompida por una profesión deshonesta. Incapaz de mantenerse fiel a sus ideales en un mundo en el que la distinción entre el bien y el mal se ha difuminado, su protagonista buscará la redención a través del sacrificio metafórico y literal.

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