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'Alma máter': la rutina para sobrevivir a una guerra
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'Alma máter': la rutina para sobrevivir a una guerra

El belga Philippe Van Leeuw escribe y dirige un drama ambientado en la guerra siria, donde los últimos vecinos de un edificio se resisten a perder la poca cotidianidad que les queda

Foto: La familia protagonista de 'Alma máter'. (Surtsey Films)
La familia protagonista de 'Alma máter'. (Surtsey Films)

La guerra es en parte una cuestión de esperas. La espera a que callen las bombas. La espera por ver de nuevo al ser querido. La espera a que todo se acabe. Por eso, en la casa de Oum Yazan (Hiam Abass), las ventanas son tan importantes, porque son el lugar desde el que se espera, el único contacto con el exterior cuando el resto del mundo te ha abandonado. La familia de Oum Yazam es la última que resiste en su edificio, en una ciudad siria sin especificar, porque podría ser cualquiera. La mujer aguarda a la vuelta de su marido del otro lado de las barricadas, tan cerca y tan lejos. No hay cobertura, nadie puede atravesar un aparcamiento asediado por francotiradores. No hay prueba de que su marido este vivo. Ni muerto.

Resulta curioso lo que cambia el significado de los objetos durante una guerra. La mesa principal del comedor, en la que una vez se celebraron cumpleaños, fiestas y reuniones familiares, ahora resurge como refugio durante los bombardeos, quizá como una posible barricada. Un aparcamiento que ya no alberga coches sino cadáveres, ya no es un aparcamiento: solo puede llamarse cementerio.

placeholder Otro momento de 'Alma máter'. (Surtsey)
Otro momento de 'Alma máter'. (Surtsey)

Pero en la guerra, en medio del caos, también es necesario mantener, si no la práctica, la ilusión de un algo inmutable, una rutina, una estructura ordenada que no llega a desaparecer. El piso es espacioso, con paredes decoradas con cuadros y tapices, una gran librería, lámparas y cortinas, una tele de plasma y mucha vida que ya ha quedado antigua; solo hay que intentar obviar los dos tablones claveteados que bloquean la puerta y que rompen la sensación de hogar para traducirse en refugio. Obviar las tuberías resecas por la escasez de agua y la banda sonora de ráfagas de disparos primero y de un silencio sepulcral después que todavía se revela más aterrador. Ni siquiera los pájaros se atreven a abrir el pico.

En medio del caos es necesario mantener, si no la práctica, la ilusión de una rutina

De eso habla 'Alma máter', la segunda película como director del belga Philippe Van Leeuw —con una larga trayectoria en el departamento de fotografía—, en la que acompaña a una madre siria en su lucha por mantener cierta normalidad cuando todo lo demás se ha desmoronado. En medio de la catástrofe, Oum Yazan obliga a sus hijas a ser hijas, a discutir por quién entra primero en el baño o quién tarda más en lavarse el pelo. Mantener los hábitos, las costumbres, el desayunar, limpiar la casa, hacer las camas, es ahora el único recuerdo de que en algún momento no hubo una guerra. Con una mirada intimista, el director sigue a los personajes por las distintas estancias de la casa durante 24 horas en que la familia —y su vecina con su bebé— intenta sobrevivir a las bombas, los ladrones, la escasez y el miedo, pero también a los pequeños dramas domésticos.

placeholder Hiam Abbass es Oum Yazan, una madre de familia siria. (Surtsey)
Hiam Abbass es Oum Yazan, una madre de familia siria. (Surtsey)

Si, por ejemplo, en 'Líbano' (2009) Samuel Maoz retrataba la guerra desde el punto de vista de los hombres que marchan —en este caso, unos soldados jóvenes encerrados dentro de un tanque—, aquí Van Leeuw cuenta el conflicto a través de las mujeres, ancianos y niños que aguardan confinados en sus propias casas. La violencia casi siempre ocurre fuera de plano, como un rumor sordo. Dentro de la casa se respira una perpetua calma tensa, que solo se rompe cuando la amenaza se materializa. También se habla de la posibilidad de huir, de abandonar la 'seguridad' —que no es tal— de esas cuatro paredes, aunque sea de noche y sin equipaje. Pero ¿adónde?

Van Leeuw incide también en la injusticia del abandono y la total desprotección de quienes se quedan cuando todas las estructuras —sociales y políticas— han desaparecido e impera la ley del más fuerte. Porque la familia de Oum Yazan se tiene que proteger de los bombardeos, pero también de los carroñeros que se aprovechan de la destrucción de las normas para sacar algo, aunque ya no quede nada de valor. Aquellos que saquean, violan y matan amparados por la impunidad que da que no haya nadie a quien le importen las víctimas. Y, como contaba Primo Levi en 'Si esto es un hombre', la dificultad de mantener la humanidad y la dignidad cuando se lucha por la supervivencia.

placeholder Cartel de 'Alma máter'.
Cartel de 'Alma máter'.

Pero en 'Alma máter' también hay lugar para la generosidad y la valentía. Acoger a tu vecina en tu casa aunque casi no te queden recursos. Entregarte en una violación para defender la vida de tu hijo. La humanidad intentando imponerse a la sinrazón y a la violencia. Porque a pesar de que alrededor de la familia protagonista solo parece que queda la nada, la película encuentra cierto solaz en una mirada de comprensión, el una mano tendida, incluso en una pelea entre hermanas. Porque lo que deben hacer las hermanas es pelearse, no esconderse de la muerte.

Foto: Gillian Anderson y Jullian Sands, en 'La casa torcida'. (DeAPlaneta)
Foto: Denis Podalydes, Pauline Huruguen y Abdoulaye Diallo protagonizan 'El buen maestro'. (Caramel)

La guerra es en parte una cuestión de esperas. La espera a que callen las bombas. La espera por ver de nuevo al ser querido. La espera a que todo se acabe. Por eso, en la casa de Oum Yazan (Hiam Abass), las ventanas son tan importantes, porque son el lugar desde el que se espera, el único contacto con el exterior cuando el resto del mundo te ha abandonado. La familia de Oum Yazam es la última que resiste en su edificio, en una ciudad siria sin especificar, porque podría ser cualquiera. La mujer aguarda a la vuelta de su marido del otro lado de las barricadas, tan cerca y tan lejos. No hay cobertura, nadie puede atravesar un aparcamiento asediado por francotiradores. No hay prueba de que su marido este vivo. Ni muerto.

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