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'Campeones': ¿será una comedia española sobre discapacitados la sorpresa del año?
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'Campeones': ¿será una comedia española sobre discapacitados la sorpresa del año?

Cuatro años después de estrenar la última entrega de 'Mortadelo y Filemón', Javier Fesser regresa al largometraje con una cinta en contra de los prejuicios

Foto: Javier Gutiérrez protagoniza 'Campeones', la última película de Javier Fesser. (Universal)
Javier Gutiérrez protagoniza 'Campeones', la última película de Javier Fesser. (Universal)

En un momento de la película, el equipo de baloncesto de un centro de discapacitados viaja en un autobús interurbano de la línea regular para jugar un partido. Uno de los jugadores repite en bucle una canción, otro se queda ausente, otro le tira un papel al autobusero. El monitor es incapaz de controlarlos. Y el resto de los viajeros pide al conductor que los obligue a bajar. Algo que no ocurriría si fuesen un grupo de alevines. Tampoco si fuesen adolescentes escuchando su música a todo volumen —como pasa cada día en el transporte público— o de vuelta de la 'rave' sabatina. Porque hay algo más profundo, algo que tiene que ver con el miedo a la diferencia y la tolerancia selectiva. Y a eso apunta 'Campeones', una de las comedias españolas con más expectativas de los últimos meses: lo acreditan más de 1.200.000 reproducciones del tráiler en la página de YouTube de la distribuidora.

Siguiendo la senda marcada por 'Intocable', paradigma honorífico de ese género de comedia autocomplaciente sobre superación personal, destrucción de prejuicios y convergencia de la —'a priori'— diferencia, pero, afortunadamente, con más mala baba y mordacidad, Javier Fesser hibrida en su última película los dos polos de su personalidad cinematográfica que suponen también los dos puntos álgidos —si la medida es el éxito— de su carrera: la irreverencia de 'El milagro de P. Tinto' (1998) o 'La gran aventura de Mortadelo y Filemón' (2003) y la emotividad de 'Camino' (2008). Y no le sale del todo mal. Pero tampoco del todo bien.

Fesser propone algo complicado de partida: hacer comedia con una cuestión tan delicada como la discapacidad mental sorteando tanto la zafiedad del chiste arevaliano como la gazmoñería. Y lo consigue a medias, arriesgando en el humor irreverente de los dos primeros tercios y derrapando en el tercero, cuando parece que toca reencauzarse hacia lo previsible, la obviedad y la moralina sentimentaloide, con diálogo crepuscular a la orilla del mar incluido. Aun así, la proeza no es poca en tiempos de exaltación de sensibilidades. La compasión no buscada roza el agravio.

placeholder Javier Gutiérrez es Marco Montes, segundo entrenador de un equipo de baloncesto. (Universal)
Javier Gutiérrez es Marco Montes, segundo entrenador de un equipo de baloncesto. (Universal)

Marco Montes (Javier Gutiérrez) es el segundo entrenador de un equipo de baloncesto de primera división. Un tipo que, en teoría, debería tenerlo todo. Y quizás algún día lo tuvo. Pero ahora, después de tomarse una pausa en su matrimonio, abandonar el domicilio conyugal y volver a casa de su madre, su vida va cuesta abajo. Ni siquiera el día en el que después de ahogar sus penas a copazo limpio acaba estampado contra un coche patrulla —recordatorio: todo en clave de comedia—, durmiendo en el calabozo y expulsado de su equipo, el hombre quiere darse cuenta de que su vida ha tocado fondo. La ruina existencial solo se refleja en el retrovisor.

Marco es egoísta, insensible e inmaduro, mientras que sus jugadores representan el espíritu de superación

Como alternativa a la cárcel, la jueza que lleva su caso le ofrece completar un programa de servicios comunitarios que lo envía a un centro de día de discapacitados mentales para hacerse cargo del equipo de baloncesto. Y aquí Fesser tiene la audacia de apelar a la comedia deportiva —pongamos 'Cuestión de pelotas' (2004) o, más recientemente y con bastante menos gracia, 'Que baje Dios y lo vea' (2018)— y al choque de antagonistas: Marco es egoísta, insensible e inmaduro, mientras que sus jugadores representan el espíritu de superación, pero sin ñoñerías. O no demasiadas. El fondo viene a ser que los papeles de quien enseña y quien aprende acaban intercambiándose, o mejor, se produce la simbiosis, porque quien sabe de baloncesto a lo mejor no sabe de compañerismo, generosidad o capacidad de sacrificio. Y viceversa.

placeholder Alberto Nieto Fernández, Roberto Chinchilla, Fran Fuentes y José de Luna, en 'Campeones'. (Universal)
Alberto Nieto Fernández, Roberto Chinchilla, Fran Fuentes y José de Luna, en 'Campeones'. (Universal)

El acierto principal de Fesser es no parapetarse en la habitual mirada indulgente ni regodearse en los problemas de convivir con una discapacidad mental, sino naturalizar el acercamiento a una realidad que carga con un estigma social todavía muy pesado. Fesser presenta a sus personajes desdramatizando sus particularidades y excentricidades sin caer en la burla: Marín (Jesús Vidal), controlador de la ORA e hipocondríaco; Juanma (José de Luna), trabajador de un refugio animal e hidrófobo; Paquito (Fran Fuente), lavaplatos en un restaurante algo duro de palabra, y Collantes (Gloria Ramos), deportista de riesgo y 'mosca cojonera' del equipo. Todos interpretados por actores discapacitados sin experiencia previa en el cine que se enfrentan a la cámara con un desparpajo natural y que sostienen, junto al infalible Gutiérrez, toda la película sobre sus hombros. Un gran trabajo actoral que consigue divertir, mucho a ratos.

Marco es un entrenador profesional a cargo de un grupo de jugadores que no saben ni botar el balón

Fesser desmonta los prejuicios de su protagonista como imagen-espejo del espectador ajeno a la discapacidad, con las extrañezas y los equívocos propios del primer contacto entre personalidades opuestas. Al tiempo que prepara a su equipo para el campeonato nacional, Marco conoce la rutina y los obstáculos diarios de quienes asisten al centro por un lado, y por otro intenta recomponer su vida. Con un entrenador profesional a cargo de un grupo de jugadores en el que la mayoría no sabe ni botar el balón, la cancha de baloncesto es un escenario fértil para la 'slapstick', pero también para el gag de repetición. Y, aunque no es nuevo, funciona.

placeholder Jesús Gutiérrez y su equipo de 'Campeones', la última película de Fesser. (Universal)
Jesús Gutiérrez y su equipo de 'Campeones', la última película de Fesser. (Universal)

Es a medio camino cuando 'Campeones' pierde fuelle y, quizá para curarse en salud, hace evidente lo implícito. Y la moraleja se hizo verbo. Que no queden dudas. Incluso el giro final es previsible. Y aunque en ningún momento se podría calificar como sutil, la película acaba entregándose a la espesura sensiblera, los diálogos subrayados y la autopalmada en la espalda. Fesser no acaba tirando abajo todo lo construido previamente, pero lo desmerece. Como ejemplo, una escena en la que Fesser encadena uno tras otro planos cortos de cada uno de los protagonistas, riéndose a mandíbula batiente y abrazándose, tan delicado como una sonrisa de óxido nitroso. Recurso de telefilm de sobremesa.

placeholder Cartel de 'Campeones'.
Cartel de 'Campeones'.

Para buscar aún más la empatía de la audiencia, Fesser guarda como misterio final la historia de uno de los jugadores, cuya discapacidad no es producto del parto o de un problema de desarrollo en el embarazo. Cualquier día ese podrías ser tú, viene a gritar sin palabras. 'Campeones' acaba cayendo en su propia trampa y se convierte en lo que su premisa intenta evitar: el barnizado cursi y blando de una historia de adversidad. Lo que comienza como una propuesta incisiva y fresca, termina en ese género cinematográfico que más que emocionar busca facilitar al espectador la reconciliación consigo mismo: me conmuevo, 'ergo' soy buena persona. Aun así, el traspié final no disipa el buen sabor de una comedia tan punki como tierna.

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En un momento de la película, el equipo de baloncesto de un centro de discapacitados viaja en un autobús interurbano de la línea regular para jugar un partido. Uno de los jugadores repite en bucle una canción, otro se queda ausente, otro le tira un papel al autobusero. El monitor es incapaz de controlarlos. Y el resto de los viajeros pide al conductor que los obligue a bajar. Algo que no ocurriría si fuesen un grupo de alevines. Tampoco si fuesen adolescentes escuchando su música a todo volumen —como pasa cada día en el transporte público— o de vuelta de la 'rave' sabatina. Porque hay algo más profundo, algo que tiene que ver con el miedo a la diferencia y la tolerancia selectiva. Y a eso apunta 'Campeones', una de las comedias españolas con más expectativas de los últimos meses: lo acreditan más de 1.200.000 reproducciones del tráiler en la página de YouTube de la distribuidora.

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