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'The Disaster Artist': la historia de 'The Room', la peor película jamás rodada
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'The Disaster Artist': la historia de 'The Room', la peor película jamás rodada

James Franco dirige y protagoniza este homenaje al cine, aunque sea malo de narices, en una película divertidísima, entrañable y muy, muy loca

Foto: Un fotograma de 'The Disaster Artist'.
Un fotograma de 'The Disaster Artist'.

Pensaba el amigo Shaftesbury en lo curioso del miedo —pánico— del hombre moderno a resultar ridículo, probablemente el gran muro de coerción más evidente para aquellos valientes que se atreven a poner la punta del pie fuera de la norma. El resultado de la expedición ya es otra cosa. Más o menos así parece pensar James Franco, figura extraña dentro del engranaje de Hollywood, un provocador en continua búsqueda —con más o menos fortuna—, que después de intentar consolidarse como director con adaptaciones de Faulkner o la biografía de Bukowski ha tenido que desprenderse de la necesidad de reconocimiento para finalmente ser reconocido: de momento la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián y varias nominaciones a los Globos de Oro.

Porque probablemente James Franco tenga más de Tommy Wiseau que de Faulkner, y no en el mal sentido, sino en el del hermanamiento que da el compartir, aunque en diferentes gradaciones, un contexto, un carácter y una filosofía. El reconocerse en la esencia del otro por debajo del esperpento. 'The Disaster Artist' podría definirse como "el Quijote en Hollywood, basado en hechos reales". Y lo mejor de la película es darse cuenta de que alguien como Tommy Wiseau vive entre nosotros, fuera de un libro de caballerías o del delirio de un autor maldito, una genial anomalía comparable a la apertura de una puerta interdimensional o al avistamiento de un gamusino.

placeholder James Franco es Tommy Wiseau en 'The Disaster Artist'. (Warner)
James Franco es Tommy Wiseau en 'The Disaster Artist'. (Warner)

El propio Franco interpreta a Wiseau, el 'summum' del hombre a contracorriente. Un nombre que ha pasado al glosario del cine como el director de la peor película de la historia, 'The Room', convertida ahora en un título de culto que protagoniza proyecciones mensuales en todo el mundo y que tiene una base de 'fans' creciente que celebran la falta de complejos de esta sublimación —y profesionalización— del disparate. Porque liar a todo un grupo de profesionales y utilizar todos los recursos y las vías del sistema para reírse del propio sistema —aunque sea involuntariamente— tienen mucho de épica. El heroísmo del kamikaze.

placeholder James Franco reproduce casi plano a plano la película de Wiseau. (Warner)
James Franco reproduce casi plano a plano la película de Wiseau. (Warner)

Aun sin edificios en llamas ni tornados tropicales, puro cine de catástrofes. En 'The Disaster Artist' Franco cuenta, con el beneplácito de los implicados, la historia detrás del rodaje de 'The Room' y de la peculiar personalidad de Wiseau, un hombre particularmente extravagante del que todavía hoy no se sabe lugar ni fecha de nacimiento, ni la procedencia de una inmensa fortuna que le permitió gastarse —así, sin despeinarse— más de seis millones de euros en rodar un sinsentido absoluto, sí, pero su propio sinsentido.

Aun sin edificios en llamas ni tornados tropicales, puro cine de catástrofes

Como en '¡Qué ruina de función!' —la obra de Michael Frayn que Bogdanovich llevó al cine en 1992—, 'The Disaster Artist' retrata la deriva de un proyecto artístico colectivo abocado al fracaso que, sin querer, y a pesar de solo haber recaudado 1.500 euros en su estreno, ha alcanzado mayor fama y taquilla que a la que podía haber aspirado. Y como en un proceso alquímico, casi con un espíritu documental, Franco reproduce prácticamente paso por paso la fórmula real del desastre. Y es hilarante.

placeholder Otro momento de 'The Disaster Artist'. (Warner)
Otro momento de 'The Disaster Artist'. (Warner)

La historia de 'The Room' comienza a principios de los 2000, cuando Wiseau y su amigo Greg Sestero —interpretado por Dave Franco, hermano de James—, quienes se habían conocido pocos años antes en clases de interpretación, deciden sacar adelante su propio proyecto ante la negativa de Hollywood a darles una oportunidad. Sin ningún tipo de experiencia ni formación, pero con más de seis millones de euros en el bolsillo, Wiseau se propone escribir y dirigir su obra maestra: un drama romántico sobre un triángulo amoroso con él mismo y Sestero en los papeles protagonistas.

Franco interioriza la esencia de Wiseau —su acento, sus ademanes— con un perfeccionismo encomiable, muy lejos de la caricatura

Y, a partir de ahí, el caos. James Franco consigue explotar al máximo la comedia de lo ilógico. Si hacer una buena película es un milagro, engendrar la peor película de la historia también: contravenir involuntariamente todas las reglas del cine debe tener algo de magistral. Y Franco aprovecha la historia de Wiseau para parodiar también el proceso creativo, la industria cinematográfica e incluso para reírse de sí mismo, en un trabajo actoral y de dirección obsesivo y genial. Franco interioriza la esencia de Wiseau —su acento, sus ademanes e incluso sus ideas— con un perfeccionismo encomiable, muy lejos de la caricatura.

placeholder Cartel de 'The Disaster Artist'
Cartel de 'The Disaster Artist'

En ningún momento Franco se ríe de la falta de talento de Wiseau, ni de la inconsistencia de su discurso, sino que se admira de un espíritu libre de las convenciones sociales y, por lo tanto, inmune al ridículo. Pero también solitario en su libertad. 'The Disaster Artist' es comedia, es absurdo e ingenio, pero nunca patetismo. El espectador se ríe con Wiseau, pero no de Wiseau, porque Franco admira por un lado la honestidad y la osadía del protagonista, y empatiza por otro con la frustración del creador y la incomprensión del verso suelto. La honestidad —y la inocencia— del protagonista enamoran, y aún más al ser testigos de la aprobación y la implicación del propio Wiseau en el proyecto, sabiendo reírse de sí mismo. Porque, al fin y al cabo y volviendo a Shaftesbury, "la gravedad forma parte de la esencia misma de la impostura".

Foto: Fotograma del filme

Foto: Geoffrey Rush en el papel de Giacometti.

Pensaba el amigo Shaftesbury en lo curioso del miedo —pánico— del hombre moderno a resultar ridículo, probablemente el gran muro de coerción más evidente para aquellos valientes que se atreven a poner la punta del pie fuera de la norma. El resultado de la expedición ya es otra cosa. Más o menos así parece pensar James Franco, figura extraña dentro del engranaje de Hollywood, un provocador en continua búsqueda —con más o menos fortuna—, que después de intentar consolidarse como director con adaptaciones de Faulkner o la biografía de Bukowski ha tenido que desprenderse de la necesidad de reconocimiento para finalmente ser reconocido: de momento la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián y varias nominaciones a los Globos de Oro.

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