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'La llamada': la comedia más fresca del año ve a Dios
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'La llamada': la comedia más fresca del año ve a Dios

Javier Ambrossi y Javier Calvo adaptan al cine la historia con la que ya triunfaron en el teatro. 'La llamada' promete convertirse en ubicua en la temporada de premios

Foto: Macarena García y Gracia Olayo, en un fotograma de 'La llamada'. (Apache Films)
Macarena García y Gracia Olayo, en un fotograma de 'La llamada'. (Apache Films)

Entiendan esto como la fe del converso. Visualicen a quien escribe esto, en vez de aporreando las teclas de su ordenador, subida a una azotea de la Gran Vía desgañitándose megáfono en mano. O como un niño vendedor de periódicos decimonónico en la esquina de Sol con Preciados. O como el pregonero municipal de turno, hasta dejarme las cuerdas vocales en llaga abierta: "Se hace saber que hay que ir a ver 'La llamada". Se lo dice alguien que fue a verla a rastras, a quien un alto porcentaje del cine musical le produce eccema, a quien se le habían dado de sí los músculos oculares de tanto poner los ojos en blanco al oír hablar de una película de monjas y adolescentes y un Dios que se arranca por Whitney Houston, y que, esta vez, se ha tenido que comer en forma de bumerán todos los prejuicios que traía de serie. Y no, ni tengo acciones en la productora ni conozco a los directores más allá de su página de IMDb, y el único vínculo previo con la película se remonta a mis días de convivencias con las Juventudes Escolapias, pero eso es otra historia para otra ocasión.

Todo es sorprendente en 'La llamada'. Primero, la trama en sí. ¿Se acuerdan de las mellizas O'Sullivan de Enid Blyton? ¿De ese género de niñas díscolas en internados que tenían el mismo talento con el revés de 'lacrosse' que para armarlas pardas? 'La llamada' tiene algo de eso, pero remasterizado a base de 'M', ritmos electrolatinos, feromonas juveniles y apariciones divinas sacadas de un directo del Tom Jones más 'glam'. Un difícil equilibrio entre el punto naíf y el desbarre 'kitsch' y puñetero que, sorprendentemente, funciona y no cae en la levedad inane de las propuestas que simplemente buscan epatar. Aquí, además de colores estridentes y jerga 'millennial', también hay una reflexión interesante —no quita que algo ingenua— sobre el acto de la fe.

Ambrossi y Calvo concibieron en un principio 'La llamada' como un montaje teatral para apenas cuatro funciones en el Teatro Lara

Javier Ambrossi y Javier Calvo concibieron en un principio 'La llamada' como un montaje teatral para apenas cuatro funciones en el Teatro Lara, pero que al final acabó instalándose en la cartelera, saliendo de gira por toda España y llegando incluso a representarse en Rusia y México. Por su originalidad, por sus destellos continuos de autenticidad, es imposible concebir 'La llamada' como un ente independiente de sus creadores, así que, como no podía ser de otra manera, el tándem Ambrossi-Calvo ha sido —y debía ser— el encargado de trasladar su obra al cine y, sorprendentemente, lo han hecho desprendiéndose de todos los vicios que muchas veces arrastra el teatro convertido en cine —ejemplo, 'Fences'—.

placeholder Macarena García es María Casado. (Apache Films)
Macarena García es María Casado. (Apache Films)

María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) son el prototipo de chicas que se pueden encontrar en la pista del Fabrik un sábado por la noche. Su historia podría haber tenido lugar en un campamento religioso cualquiera de una provincia cualquiera de una década cualquiera en la que María y Susana podrían haber sido jipis, metaleras, punkarras o asiduas de la Pont Aeri. El choque hubiera sido el mismo. Pero como estamos en 2017, la revolución contracultural viene de mano del reguetón y el electro latino. Palabra de Víctor Lenore. Sería difícil encontrar dos polos musicales más antagónicos que, por poner un ejemplo, el 'Cuatro Babys' de Maluma y el 'Santo es el señor'. Desde una premisa similar —un tema cualquiera de Henry Méndez frente al último éxito musical de la monja Sor Bernarda, datado del Cretácico—, 'La llamada' apunta al principal problema de la Iglesia contemporánea: el 'marketing'. Probablemente, esta película sea más efectiva sacando del armario vocaciones que la última encíclica papal.

Probablemente, esta película sea más efectiva sacando del armario vocaciones que la última encíclica papal

Entre número musical y número musical, 'La llamada' cuenta las dos epifanías —no tan diferentes como aparentan— que vivirán las dos protagonistas durante su verano en el campamento. Y, sobre todo, la que experimentará María después de que Dios empiece a aparecérsele cada noche cantando baladas de Whitney Houston que le hacen sentir 'la llamada'. Con mucho sentido del humor, mucha chispa, unos diálogos perfectamente pulidos, Ambrossi y Calvo se meten en unas aguas tan pantanosas como las de la religión —o más bien la fe— en un alegato a favor del amor como fuerza transformadora, ya sea para entrar o salir de la Iglesia, y de las diferentes formas de vivir la fe, que es algo que va mucho más allá de la religión. Una lectura final algo prosaica, pero a la que se llega desde las contradicciones de unos personajes muy bien construidos y que funcionan también como iconos.

placeholder Belén Cuesta es Milagros, la monja más joven de 'La llamada'. (Apache Films)
Belén Cuesta es Milagros, la monja más joven de 'La llamada'. (Apache Films)

También describen cosas tan cotidianas como los abismos intergeneracionales —maravilloso el momento en el que Sor Milagros (Belén Cuesta) y Susana se emocionan hablando de sus ídolos musicales que, para la otra, no son menos que alienígenas—, con una precisión de francotiradores. O cuando Sor Bernarda (Gracia Olayo en estado de ídem) intenta animar a Sor Milagros con la típica canción de oración que acaba desbarrando en un número cabaretero y espídico que no tiene desperdicio. Y todo con un humor atemporal y asequible. Quizás, el único momento en el que el artificio rompe la fluidez del relato sea en el desarrollo del personaje de Susana, que si se entiende como acto simbólico, no es verosímil por abrupto. Y muchas veces, lo que en el teatro solo requiere una escena, en el cine necesita un trabajo más sutil.

placeholder Cartel de 'La llamada'.
Cartel de 'La llamada'.

Pero el tropiezo se perdona —y prácticamente se olvida— cuando se es testigo de una sinergia tan especial en un reparto unido por un proyecto levantado conjuntamente desde cero —la mayoría de las actrices pasaron por la obra primero— y que tiene interiorizados unos personajes trabajados al dedillo. No se puede negar que 'La llamada' es una película hija de su tiempo —una virtud difícil— en la que la introspección hay que disfrazarla de ligereza: es probablemente mucho más profunda de lo que aparenta con su aparente liviandad. Y, bueno, si además está Esty Quesada de por medio, todo es siempre mucho mejor.

Foto: 'La cordillera'.
Foto: '¡Madre!'.

Entiendan esto como la fe del converso. Visualicen a quien escribe esto, en vez de aporreando las teclas de su ordenador, subida a una azotea de la Gran Vía desgañitándose megáfono en mano. O como un niño vendedor de periódicos decimonónico en la esquina de Sol con Preciados. O como el pregonero municipal de turno, hasta dejarme las cuerdas vocales en llaga abierta: "Se hace saber que hay que ir a ver 'La llamada". Se lo dice alguien que fue a verla a rastras, a quien un alto porcentaje del cine musical le produce eccema, a quien se le habían dado de sí los músculos oculares de tanto poner los ojos en blanco al oír hablar de una película de monjas y adolescentes y un Dios que se arranca por Whitney Houston, y que, esta vez, se ha tenido que comer en forma de bumerán todos los prejuicios que traía de serie. Y no, ni tengo acciones en la productora ni conozco a los directores más allá de su página de IMDb, y el único vínculo previo con la película se remonta a mis días de convivencias con las Juventudes Escolapias, pero eso es otra historia para otra ocasión.

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