'Los casos de Victoria': treintañera, madre, divorciada, profesional... y desbordada
La directora Justine Triet arma una atractiva comedia judicial en torno a las tribulaciones de una mujer contemporánea, madre divorciada, profesional y sin pareja
Abogada en la treintena, Victoria se encuentra en una encrucijada vital. El canguro que cuida de sus dos hijas renuncia al trabajo cansado de no verla nunca. Y, al asistir a la boda de unos conocidos, Victoria contempla cómo su mejor amigo, Vincent, es acusado por su esposa de agresión en el transcurso de la fiesta. Reticente al principio a asumir la defensa de alguien tan próximo, la protagonista acepta finalmente el caso. Pero no será el único juicio en el que se ve envuelta. Su exmarido intenta labrarse una carrera en el mundo de la literatura escribiendo un blog de autoficción donde revela muchos detalles de su vida íntima, por lo que Victoria lo demanda. Además, para sustituir al canguro en fuga, contrata a Sam, un excliente que se dedicaba al trapicheo de drogas y ahora quiere ser abogado. Sam se convierte en el asistente de Victoria tanto en lo personal como en el trabajo. Mientras tanto, ella intenta mantener una vida sexual animada a base de citas esporádicas en su casa que no le acaban de satisfacer.
La vida de Victoria tiende por tanto al caos. Justine Triet sitúa en el centro de su comedia a una protagonista que encarna muchos de los atributos de cierta mujer contemporánea. Profesional de prestigio, divorciada con dos hijas a las que apenas tiene tiempo de atender, liberada en su vida sexual, Victoria vive siempre al filo del desbordamiento. Y sin embargo no se da nunca por vencida. Como la propia película, la protagonista mantiene un punto de firmeza que le impide caer en el descontrol total.
Justine Triet asume con inteligencia varias tradiciones de la comedia, partiendo de la 'screwball comedy' —que por primera vez dio protagonismo a las tribulaciones de la mujer moderna y profesional— y pasando por el cine independiente a lo Woody Allen en que la protagonista expone sus neuras y debilidades. Es curioso cómo Triet enfrenta esta postura de Victoria, que confiesa sus pensamientos más íntimos a psiquiatras y videntes pero no los hace públicos, con la de su exmarido, que los convierte en material para sus obras literarias, en un ataque frontal por parte de la directora a una autoficción que se nutriría demasiado de la vida real. Triet parece hacer suya la acusación que la abogada de Victoria lanza contra el hombre con ínfulas de novelista: “Usted carece de imaginación”.
Justine Triet asume con inteligencia varias tradiciones de la comedia
'Los casos de Victoria' tiene algo de versión expandida y sofisticada de la ópera prima de Justine Triet, la muy reivindicable 'La bataille de Solferino'. En su debut, la directora ya se centraba en una mujer profesional, en ese caso una periodista en plena vorágine de cubrir las elecciones francesas de 2012 que dieron el triunfo a François Hollande, al mismo tiempo que lidiaba con un exmarido crispado que insistía una y otra vez en ver a las hijas de ambos.
Allí también descubríamos a una protagonista femenina desbordada en su intento de conciliar vida profesional y vida personal, con una expareja insufrible, dos hijas atendidas por un canguro improvisado y un trabajo absorbente que le impedía ejercer de madre en el sentido más tradicional. En 'La bataille de Solférino', la crisis de la vida privada y el punto de inflexión que estaba viviendo la sociedad francesa en aquellos momentos se vinculaban directamente, hasta el punto de que el filme resultaba ejemplar en su inserción de un relato ficticio en un retrato documental de la Francia inmediata, una virtud que no se repite en 'Los casos de Victoria'. En cambio, el segundo largometraje de Triet demuestra su vocación de alcanzar un público más amplio, apostando más fuerte por el género sin renunciar a cierta vocación autoral.
El segundo largometraje de Triet demuestra su vocación de alcanzar un público más amplio
Aunque vive rodeada de hombres, 'Los casos de Victoria' no gravita en torno a la guerra de sexos ni a la vida amorosa de la protagonista. Así es como la película marca distancias respecto a la comedia romántica más tradicional. Por ello, resulta extraño que la directora no profundice en el hecho de que Victoria asuma la defensa de un hombre acusado de violencia de género y se quede solo en las implicaciones cómicas del proceso judicial, en tanto el principal testigo... es un perro.
Y también resulta un tanto enojoso que la protagonista se rinda al personaje de caballero andante en la sombra que representa Sam, en un gesto que empaña el papel de mujer superada pero independiente que ejerce Victoria a lo largo del filme.
No ayuda que Sam esté encarnado por Vincent Lacoste, un actor que desprende cierto aire de repelente niño Vicente, una imagen que supo explotar muy bien Julie Delpy en otra comedia, 'Lolo'. En cambio, la película nos proporciona un gran descubrimiento, la actriz belga Virginie Efira, que dota al personaje protagonista de carisma, atractivo, inteligencia y el registro de comedia exacto. A Efira la habíamos visto como secundaria en 'Elle', de Paul Verhoeven, director que también la ha convertido en protagonista de su próximo filme, 'Sainte Vierge'. Así que volveremos a oír hablar de ella...
Abogada en la treintena, Victoria se encuentra en una encrucijada vital. El canguro que cuida de sus dos hijas renuncia al trabajo cansado de no verla nunca. Y, al asistir a la boda de unos conocidos, Victoria contempla cómo su mejor amigo, Vincent, es acusado por su esposa de agresión en el transcurso de la fiesta. Reticente al principio a asumir la defensa de alguien tan próximo, la protagonista acepta finalmente el caso. Pero no será el único juicio en el que se ve envuelta. Su exmarido intenta labrarse una carrera en el mundo de la literatura escribiendo un blog de autoficción donde revela muchos detalles de su vida íntima, por lo que Victoria lo demanda. Además, para sustituir al canguro en fuga, contrata a Sam, un excliente que se dedicaba al trapicheo de drogas y ahora quiere ser abogado. Sam se convierte en el asistente de Victoria tanto en lo personal como en el trabajo. Mientras tanto, ella intenta mantener una vida sexual animada a base de citas esporádicas en su casa que no le acaban de satisfacer.