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'Valerian y la ciudad de los mil planetas': mucha pirotecnia y pocas nueces
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'Valerian y la ciudad de los mil planetas': mucha pirotecnia y pocas nueces

La última película de Luc Besson sorprende en su aspecto más técnico y en el diseño de producción, pero flaquea en la interpretación de los actores y en un guion algo desganado

Foto: Imagen de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas'. (EOne)
Imagen de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas'. (EOne)

'Valerian y la ciudad de los mil planetas', "del visionario director de 'El quinto elemento", promete el tráiler internacional de la última película de Luc Besson. Imágenes de galaxias lejanas, seres extraterrestres y explosiones planetarias mientras de fondo suena 'Because' de The Beatles. "Y de 'Lucy", añade el vídeo con la boca pequeña. A pesar de que 'El quinto elemento' y 'Valerian' son, en concepto, los dos títulos de la filmografía del cineasta francés que más deberían parecerse entre sí, en el resultado no pueden ser más diferentes. Porque "el visionario director de 'El quinto elemento" ya no está aquí más que como una mera resonancia de sí mismo.

En algún momento de la primera mitad de la década de los 2000, Besson perdió su 'mojo'. Dejó atrás los angulares toscos y enloquecidos de Juana de Arco repartiendo estopa y regando con borbotones de sangre la campiña francesa y las historias de amor alienígenas y suicidas —'Angel-A' (2005), aunque menos conocida, es digna de revisión—, y de un volantazo —¿también suicida?— acabó dirigiendo animación infantil protagonizada por duendes blanduzcos y almibarados. El Luc Besson que había convertido a la aprendiz de asesina a sueldo Matilda en un icono generacional alternativo estrenaba quíntuple paternidad entregándose a un cine para niños que, además, pecaba de inocuo. Y así hasta tres veces. Aunque los pequeños destellos de genio fugaces, en gran parte gracias a la presencia de Louise Bourgoin, de 'Adèle y el misterio de la momia' (2010) —debilidad que tiene una— todavía incitaban a la esperanza.

placeholder Dane DeHaan y Cara Delevingne, en un fotograma de 'Valerian'. (EOne)
Dane DeHaan y Cara Delevingne, en un fotograma de 'Valerian'. (EOne)

'Valerian y la ciudad de los mil planetas' podría encuadrarse en un territorio gris intermedio entre el desfase lisérgico y hortera del tándem Besson-Jovovich-Willis y el entretenimiento 'panfamiliar' de sus 'minimoys'. Quien busque en su nuevo filme la personalidad del director francés —reducida a unos cuantos personajes y momentos— saldrá decepcionado. Sin embargo, y sin ser una película memorable, quien espere una historia entretenida con unos efectos especiales apabullantes —sobre todo en la versión en tres dimensiones—, un universo cuidadosamente confeccionado, acción intergaláctica y, de regalo, un mensaje pacifista e integrador, disfrutará de esta muestra de cine palomitero y de virtuosismo visual.

Sin ser una película memorable, 'Valerian' es una muestra de cine palomitero y de virtuosismo visual

Una de las grandes virtudes de Besson es la de construir universos distópicos que rápidamente se hacen familiares y cuya verosimilitud radica en la genialidad y el cuidado de los pequeños detalles. Sin caer en la manida explicación inicial con voz en 'off' y apoyándose en una sucesión de imágenes que representan distintos momentos de la creación de Alpha, la 'ciudad de los mil planetas', el director presenta el escenario principal, radicado en una especie de conglomerado intergaláctico que acoge a todas las especies del universo, donde conviven en paz y armonía compartiendo conocimientos en la búsqueda del desarrollo común. Basándose en los cómics creados por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, Besson apuesta por una estética colorida y 'pulp' en una versión menos histérica y más sofisticada del mundo de 'El quinto elemento', del que llegan ecos a través de personajes como Jolly (Ethan Hawke), un chulo que regenta una sala de espectáculos-barra-prostíbulo en el barrio del hampa del Callejón del Paraíso, el trío de alienígenas peseteros Doghan Daguis o el pirata pordiosero Bob (Alain Chabat). Lugares como el centro comercial interdimesional del Gran Mercado —esa caricatura del turista contemporáneo cargada de mala leche, ahora que está tan de moda la turismofobia — también recuerdan al Besson más afilado de dos décadas atrás.

placeholder Otro fotograma de 'Valerian y el planeta de las mil ciudades'. (EOne)
Otro fotograma de 'Valerian y el planeta de las mil ciudades'. (EOne)

Sin embargo, Besson no ha conseguido construir personajes tan icónicos como Leelo o Korben Dallas, que además de tener la suficiente distancia irónica como para subvertir los clichés del cine de acción, también eran personajes a su manera entrañables y cuya química en pantalla era patente. Un juego de atracción que no funciona entre la pareja protagonista de 'Valerian' —interpretada por Dane DeHann ('La cura del bienestar', 2016) como el mayor Valerian y Cara Delevingne ('Escuadrón suicida', 2016) en el papel de la sargento Laureline—, cuya expresión corporal trabaja en dirección contraria a lo que propone el guion.

Besson no ha conseguido construir personajes tan icónicos como Leelo y Korben Dallas

Ambos están bien de manera individual, DeHann como el prototipo de gallito caradura y seductor —aunque quizá todavía tiene un físico excesivamente infantil—, y Delevingne como una tipa dura de armas tomar que, sorprendentemente, tiene además una gran vis cómica —genial el momento del banquete del emperador de Boulan Bathor— . Sin embargo, el resultado, más que el de una mujer independiente y fuerte, se acerca al de una borde, que son conceptos que muchas veces Hollywood tiende a confundir. Besson tampoco consigue perfilar el tono de la relación a través de unos diálogos que, si su intención es mordaz, no acaban de funcionar —esos nos casamos, no nos casamos—, o que si son una forma rápida de resumir el trasfondo común de ambos son un claro ejemplo de pereza intelectual. También parece que la desidia embarga a Clive Owen en su interpretación del comandante Arun Filitt, que parece adolecer de 'rigor mortis' en vida.

placeholder Rihanna protagoniza un pequeño cameo. (EOne)
Rihanna protagoniza un pequeño cameo. (EOne)

Es a la hora de pasearnos por los distintos planetas del universo 'Valerian' donde la película gana enteros. Desde el comienzo en el que Valerian sueña con el planeta de los Pearl, unos seres pacíficos que viven sosteniblemente en armonía con la naturaleza y que de la noche a la mañana se enfrentan a la destrucción de su mundo, hasta el complejo diseño de Alpha, el cineasta francés se esfuerza en crear una atmósfera sorprendente y mágica. Y lo consigue. Los momentos más deslumbrantes de la película son los que, además, consiguen traslucir la picardía y el sentido del humor —aunque rebajado— que tan bien ha sabido manejar en otras ocasiones.

Cartel de 'Valerian'.Valerian y el planeta de las mil ciudades' es también una película hija de su tiempo, con un mensaje final que aboga por el ecologismo, el perdón y la tolerancia entre las distintas culturas y civilizaciones, y una reivindicación de que la cooperación es un arma para favorecer la evolución, y no la destrucción. Teniendo en cuenta que es una película dirigida para el público infantil y juvenil, tampoco cabe esperar que la articulación de dicho mensaje sea sutil o compleja, pero sí es de agradecer la apuesta por el humanismo y por la esperanza, en unos tiempos en los que la bondad también se confunde erróneamente con la simpleza.

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'Valerian y la ciudad de los mil planetas', "del visionario director de 'El quinto elemento", promete el tráiler internacional de la última película de Luc Besson. Imágenes de galaxias lejanas, seres extraterrestres y explosiones planetarias mientras de fondo suena 'Because' de The Beatles. "Y de 'Lucy", añade el vídeo con la boca pequeña. A pesar de que 'El quinto elemento' y 'Valerian' son, en concepto, los dos títulos de la filmografía del cineasta francés que más deberían parecerse entre sí, en el resultado no pueden ser más diferentes. Porque "el visionario director de 'El quinto elemento" ya no está aquí más que como una mera resonancia de sí mismo.

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