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Cuatro cines sobreviven en Madrid con películas independientes a 8 euros
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FUERA DEL CIRCUITO COMERCIAL

Cuatro cines sobreviven en Madrid con películas independientes a 8 euros

Dos son históricos, otro pertenece a una red con gran presencia en el norte de España y el último ha abierto sus puertas en 2013. ¿Cuál es su secreto?

Foto: Los cines Paz en la calle Fuencarral de Madrid. (E.Torrico)
Los cines Paz en la calle Fuencarral de Madrid. (E.Torrico)

La queja es generalizada. El público critica que una entrada para ver una película tiene un precio altísimo pero el Gobierno ha decidido bajar el IVA de los espectáculos en directo, del 21% al 10%, dejando fuera al cine. Lo hará en los Presupuestos Generales del Estado del año que viene pese a que el sector lleva años pidiendo esa rebaja de impuestos y de que siguen cerrando salas míticas como el Palafox de Madrid.

Juguemos al (mítico) ‘Quién es quién’. Si de todos los cines que hay en la ciudad de Madrid eliminamos aquellos que pertenecen a las dos grandes cadenas (Yelmo y Cinesa) y aquellos que estrenan películas comerciales, descubrimos cuatro tesoros: cines en la capital que proyectan películas independientes con un precio de entrada de entre 6 y 8 euros (sin descuentos). Dos son históricos, otro pertenece a una red de cines con gran presencia en el norte de España y el último ha abierto sus puertas en 2013. ¿Cómo sobreviven a la crisis del cine?

Historia (y desventuras) de los cuatro cines

Tras pasar unas horas con los dueños de estas salas en peligro de extinción, la respuesta es clara: la supervivencia se basa en un público fiel y un intento por ser innovadores en las peores épocas económicas. La primera crisis que tuvo que superar el Pequeño Cine Estudio, que abrió sus puertas en 1977, fue hacerse un hueco entre una competencia que tenía por bandera las enormes salas del Palacio de la Música o el propio Palafox. “Iniciamos la actividad en plena Transición y tuvimos suerte porque la censura empezó a abrir la mano con películas que no se habían visto anteriormente”, cuenta José Gago, fundador y actual director. Así que la primera película que proyectaron fue ‘La perla de la corona’, basada en una huelga minera en Polonia. “El éxito fue bastante grande y seguimos poniendo películas europeas”.

Después vino la crisis del fútbol, “coincidían siempre los partidos con las sesiones más importantes”, y las crisis económicas. Las han ido sorteando con ciclos de cine muy específicos, como el soviético o películas de Fellini; recurriendo a las reposiciones de cine clásico con un siempre presente Bogart (que saluda a los espectadores desde el hall); e invirtiendo. “Compramos películas en los mercados internacionales. Nos llevamos los derechos de ‘Lo que el viento se llevó’ cuando se hizo en technicolor y con la banda en dolby digital para hacer las reposiciones”.

A 300 metros del cine de Gago está el cine Paz, regentado por Mariano Góngora, tercera generación que dirige este amplio local de cinco salas. “Hace años este cine era como el resto, teníamos películas comerciales", nos cuenta un afable Mariano delante de la sala 3. “Pero era difícil competir porque todos ofrecíamos lo mismo así que decidimos apostar por cine de autor. Y, sin quererlo, hemos conseguido un público fiel. Nos especializamos y nos va bien”.

Este cine también proyecta -como los otros tres- documentales (“los de pintores son los que más gustan”), óperas en directo y hasta ballet. La innovación ha ayudado a sobrevivir a los Paz pero no impidió que el cine de la plaza de Ópera cerrara en 2006. Era también de la familia de Mariano y llegaron a apostar por hacer teatro dentro del cine para no tener que vender el local. “Pero doblamos rodilla”, apunta de manera gráfica.

El público de Golem no concibe ver una película con palomitas. “Si nuestros espectadores ven a alguien que come en la sala salen a quejarse”

El tercero de los supervivientes está pasada la plaza de España. Los Golem son un caso especial: son parte de una empresa -Golem- que tiene otros tres cines en Pamplona, uno en Bilbao y otro en Burgos. Además, tienen distribuidora propia y sus películas (independientes) son en versión original. Solo lleva diez años en la capital pero ya ha conseguido llenarlo de cinéfilos que no conciben ver una película con palomitas. “Aquí no las vendemos y si nuestros espectadores de siempre ven a alguien que come en la sala salen a quejarse”, cuenta la coordinadora de Golem en Madrid, Bárbara Fernández. Un público “mayor”, reconoce, que tampoco llena las salas en la fiesta del cine. “Ellos no vienen esos días​ porque el espectador de esos días no sabe qué va a ver, se levanta en mitad de la película porque nos dicen que es ‘un cine leído’, comen dentro...”.

Mucho más alejado de este trío céntrico independiente está Artistic Metropol. En 2013, solo un año después de que el Gobierno decidiera subir el IVA al 21% a los espectáculos culturales, cuatro intrépidos abrieron una pequeña sala de cine para “re-estrenar” los títulos clásicos y proyectar nuevas películas pequeñas. Pero como “no solo de pan vive el hombre”, como aseguran en su web, han diversificado el espacio. “Alquilamos la sala para presentaciones de libros, espectáculos pequeños, para estrenos de cortos o incluso para que el director y su equipo vean cómo ha quedado la película, un primer visionado”, cuenta José Luis Palacios, encargado de la gestión cultural y la difusión de la sala. Pero el cine lo puede alquilar cualquiera para uso personal, desde ver la boda de hace 20 años hasta pedidas de mano por cinco euros el espectador. Su dificultad ha sido darse a conocer. “Cuando un cine se cierra todo el mundo lo sabe pero cuando se abre es muy difícil que se conozca”, explica.

Entrada a 8 euros (sin descuentos)

Salvo el Artistic Metropol, cuya entrada general es de seis euros sin descuento, los otros tres tienen un precio de entre 8.5 y 9 euros en un día normal. “Todos van contra el cine y los medios de comunicación no ayudan diciendo que es caro; hacéis populismo”, se queja Bárbara de Golem sin pelos en la lengua. “La fiesta del cine surgió en un momento en el que mucha gente decía que no venía a las salas por el precio y eso no hace más que darles la razón. Bajamos el precio pero atraemos a un público que solo viene a la fiesta del cine,”. Las salas independientes se quejan de que tres días con entradas baratas implica un fin de semana anterior y posterior a esos tres días desastrosos en taquilla. “Eso sí, las redes sociales arden”, bromea irónica Bárbara.

Los nuevos en esto, Artistic Metropol, han echado muchas cuentas en estos cuatro años de vivencias. “Cuando pagas una entrada estás pagando 21% a Hacienda, el 50% a la distribuidora, el 2% a la SGAE y lo que queda, es para nosotros”, apunta José Luis. “El cine no es caro, caro es ir al cine con dos combos grandes de palomitas, hamburguesa y patatas”, critican desde Golem.

“A todos nos gustaría que las cosas fueran más baratas”, responde José Gago desde su Pequeño Cine Estudio. “Pero el cine hay que abrirlo los 365 días al año y tiene unos gastos de personal, de luz... que hay que cubrir. 8,50 euros no es barato pero dos cervezas con una tapa se llevan ese precio”.

Mariano reconoce que discute mucho con sus amigos por el precio de la entrada. En los Paz vale 9 euros. Argumenta que si la pusiera a 3 euros entrarían tres veces más espectadores que ahora, “sí, me entrarían 600 personas el primer día pero al tercer mes no. Y yo con el 25% de la entrada tengo que pagar a mis empleados y sobre todo la luz”. Porque una de las mayores quejas que encontramos en estos cuatro cinéfilos es la subida del precio de la factura de electricidad. “La entrada ha subido, ¿y la luz? ¿Cuánto ha subido?”, recrimina Bárbara.

Mariano -de los Paz- y José -Pequeño Cine Estudio- añaden a la lista de piedras en el camino la inversión que tuvieron que hacer unos años atrás para cambiar los equipos, de 35mm al mundo digital. Mariano invirtió casi 200.000 euros, unos 40.000 por cada proyector en cada una de las cinco salas. Reconoce que fue un momento difícil “tuvimos que decidir si seguíamos con esto o no”. Y lo hicieron. La familia que hay detrás de los Paz puso dinero de su bolsillo y pidieron a los trabajadores que se recortaran el salario. Dice que aquello fue duro pero no todo es negativo: la nueva tecnología le ha permitido emitir contenidos alternativos.

Para José del Pequeño Cine Estudio el cambio fue más dramático, a nivel emocional. El cambio del 35 mm, como amante del cine, fue un golpe. “Lo de ahora no es cine, es vídeo”, dice con tesón. “Para mí, para una persona mayor hecha en el cine desde niño, lo siento muchísimo. Se ha perdido la esencia del cine”. Lo dice quien saboreó el éxito de reponer todas las películas antiguas de James Bonds en 35mm después de tener que empalmar muchas de ellas, a mano, por el mal estado en el que se encontraban.

Antes de quejarse de la piratería, hablan de la falta de subvenciones. “La única ayuda que tiene el Paz, por ejemplo, es de Europa. A veces los costes son mayores que lo que entra por taquilla y el local tiene que cerrar. Si recibiésemos algo, en tema impuestos, seguros sociales, el IVA... tiraríamos para adelante”, apunta Mariano con el cierre del cine de la plaza de Ópera en la cabeza. Artistic Metropol abrió hace cuatro años y la inversión fue de más de 50.000 euros. “El Estado no da ninguna ayuda para crear salas de cine o exhibición”, apunta José Luis. Una inversión para adaptarse a una normativa municipal que, en su opinión, es “dura y agresiva”, en cuanto a aislamiento, publicidad, urbanismo y accesibilidad. En su opinión, “las normas para el lado cultural deberían ser más permisivas”.

La piratería en el cine independiente

¿Y la piratería? ¿Le afecta al cine independiente? Artistic Metropol niega la mayor por, dicen, dedicarse al cine menos comercial pero en los Paz han visto la película que iban a estrenar el viernes en el top manta, enfrente de la sala. Para Bárbara, de Golem, la piratería ha cambiado el estilo de vida. “Estamos acostumbrados a ver pelis en casa, en el momento que quieres, parándolas cuando quieras, con tu teléfono, las redes sociales. Nos compramos unos plasmas enormes pero vemos películas en baja calidad”.

Golem tiene claro que su futuro está en manos de las futuras generaciones y para eso se necesita “invertir en cultura”. “Que los chavales sepan que las películas hay que verlas en el cine, que si te descargas algo estás cometiendo un delito y que el cine es el ocio cultural más barato que existe. Necesitamos una educación para que la gente sepa lo que cuesta hacer una película, para que cuando pagues tu entrada lo hagas con gusto”.

La queja es generalizada. El público critica que una entrada para ver una película tiene un precio altísimo pero el Gobierno ha decidido bajar el IVA de los espectáculos en directo, del 21% al 10%, dejando fuera al cine. Lo hará en los Presupuestos Generales del Estado del año que viene pese a que el sector lleva años pidiendo esa rebaja de impuestos y de que siguen cerrando salas míticas como el Palafox de Madrid.

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