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'Secuestro': mentiras, tiroteos y Blanca Portillo al borde del precipicio
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'Secuestro': mentiras, tiroteos y Blanca Portillo al borde del precipicio

La actriz protagoniza este 'thriller' dirigido por Mar Targarona en el que nada es lo que parece y donde las mentiras llevarán a los personajes al límite de sus principios morales

Foto: Fotograma de 'Secuestro'
Fotograma de 'Secuestro'

La angustia del Henry Fonda de 'Falso culpable' (1956), modernizado y 'desmaniqueizado', pasado por un tamiz de mala vida, trabajos de dudosa reputación y 'hobbies' moral y legalmente reprobables. La 'verdad indiscutible' de 'La calumnia' (1961) y su fuerza aplastante según de boca de quien salga. Un 'thriller' cualquiera sobre niño sordomudo -no autista ni 'amish'-, único testigo de un crimen. Y en una coctelera, y con muchos peros y matices, se mezclan todas estas películas para resultar en 'Secuestro', un filme de suspense bien intencionado pero que, en conjunto, no acaba de ser redondo, arrastrado por una factura más propia de la televisión que de la gran pantalla.

Tráiler de 'Secuestro'

Patricia de Lucas (Blanca Portillo) es un tiburón de la abogacía. Una letrada prestigiosa e implacable, soltera por convicción, tozuda hasta la médula y madre de Víctor, un niño discapacitado e introvertido (el debutante Marc Doménech, sordomudo en la realidad al igual que su personaje). Una mujer de armas tomar, y no sólo en sentido figurado. Cuando una mañana su hijo aparece ensangrentado y desorientado en medio de una carretera boscosa, la abogada, como un perro de presa, avanzará ciega de pragmatismo y autoridad y pondrá en marcha toda la maquinaria judicial y mediática para encontrar al culpable y que éste, cueste lo que cueste y sea quien sea, dé con sus huesos en la cárcel.

Blanca Portillo es un tiburón de la abogacía. Una letrada prestigiosa e implacable, soltera, tozuda hasta la médula y madre de Víctor, un niño discapacitado

Al ver que la investigación de los detectives Requena (Antonio Dechent) y Carreño (Vicente Romero) no avanza con la diligencia y la rapidez que ella demanda, De Lucas decidirá pasar por encima de las leyes -de las mismas de las que se dice defensora en su trabajo y cuya supuesta defensa le ha otorgado un prestigio social y laboral- y tomarse la justicia por su mano. Una decisión de madre coraje, de mujer que no se achanta, que podría parecer loable en tanto en cuanto el fin es la protección de un inocente niño asustado.

Un 'thriller' poco convencional

La primera decisión que plantea la suspicacia sobre si el espectador se encuentra frente a un 'thriller' convencional es que, rápidamente, la directora Mar Targarona y el guionista Oriol Paulo desvelan la identidad del supuesto captor, Charlie (Andrés Herrera), un estafador de poca monta que vive de los trapicheos y de las apuestas y cuya mujer, Raquel (Macarena Gómez), una joven abnegada que se levanta todos los días de madrugada para reponer los estantes de un supermercado, está embarazada de su primer hijo.

Y, si 'Secuestro' no es un 'thriller who done it' -los que buscan responder la pregunta de "¿quién lo ha hecho?"-, ¿qué tipo de película es?

Y, si 'Secuestro' no es un 'thriller who done it' -los que buscan responder la pregunta de "¿quién lo ha hecho?"-, ¿qué tipo de película es? Targarona y Paulo apuestan por entretejer una red de mentiras que tanto el espectador como los personajes irán desentrañando a la vez, un entramado enrevesado que plantea el desequilibrio de las distintas clases sociales frente a la judicatura y la importancia de los prejuicios a la hora de apuntar hacia la inocencia y la culpabilidad, a la vez que construye una fábula sobre víctimas y verdugos, y sobre la bondad y la maldad del fin y los métodos.

El gran hallazgo de la película, aparte del giro argumental, que funciona y sorprende, es la interpretación del joven Marc Doménech, que maneja a la perfección la expresividad facial y corporal para construir un personaje frágil y entrañable, que despierta inequívocamente la ternura en el espectador más desabrido. Sin embargo y al contrario, aunque Portillo se presente como una madre coraje, su excesivo estoicismo provoca una falta de empatía necesaria para sortear la caída en el maniqueísmo, para aportar más matices a la historia y al personaje y conseguir una identificación para que el espectador se plantee ciertas cuestiones morales y evite simplemente el deseo de la peor de las suertes para la protagonista.

Una decisión que catalizará una reacción en cadena que hará explotar la ordenada vida de De Lucas y de todos los que la rodean

El personaje de Portillo, en su cruzada de caiga quien caiga, hará un viaje a los bajos fondos del hampa, las apuestas ilegales, las peleas de perros y los sicarios, un camino que la llevará también al pasado, hasta Raúl (José Coronado), a quien lleva años sin ver y que un día formó parte de su vida. Una decisión que catalizará una reacción en cadena que hará explotar la ordenada vida de De Lucas y de todos los que la rodean. Consecuencias impensables para la profesional de éxito, la abogada mediática, la vecina responsable, la mujer rica e independiente, la mamá de Víctor.

De la producción a la dirección

Targarona, que en su labor de productora ha sacado adelante títulos tan destacables como 'El orfanato' (2007) de Bayona y 'Los ojos de Julia' (2010) de Guillem Morales -escrita al igual que 'Secuestro' por Oriol Paulo-, no consigue sin embargo que la puesta en escena funcione demasiado bien en su segunda incursión como directora de largometrajes, tras 'Muere, mi vida' (1996). La realización peca de televisiva y contrasta -a veces de forma involuntariamente risible- con planos, situaciones y movimientos típicos de las superproducciones de acción con sello de Hollywood, como si la película se tomase a sí misma demasiado en serio y buscase la grandilocuencia en momentos que no lo piden.

La película de Targarona, aunque imperfecta, al menos busca la originalidad, dar una vuelta de tuerca a un género que en muchas ocasiones se limita a recurrir al abecé del manual del cine de género, a fórmulas manidas reutilizadas hasta la saciedad. Sin embargo, es imposible obviar la candidez de algunas apuestas de dirección, que lastran notablemente el resultado. Una historia imbricada e inconformista que, desde luego, podría haber aspirado a más.

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