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'El caso Fischer': la Tercera Guerra Mundial sobre un tablero
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'El caso Fischer': la Tercera Guerra Mundial sobre un tablero

'El caso Fischer' reconstruye el Campeonato Mundial que enfrentó al 'crack' estadounidense con su némesis soviética, uno de los puntos álgidos de la Guerra Fría

Foto: Fotograma de 'El caso Fischer'.
Fotograma de 'El caso Fischer'.

Bobby Fischer es carne de 'biopic'. La trayectoria profesional y vital del ajedrecista estadounidense que asombró al mundo durante la década de los setenta, y puso de moda un juego hasta entonces minoritario, reúne todas las características para configurar la típica película biográfica en torno al auge y caída de un genio. Adolescente prodigio, Bobby aprendió las técnicas del ajedrez de forma autodidacta, estudiando por su cuenta las partidas detalladas en las revistas soviéticas que compraba en una librería comunista de Nueva York. Al descubrir su talento, su madre le llevó a un club de ajedrez de Brooklyn, donde se forjó bajo la tutela de Carmine Nigro. La madre, soltera y socialista convencida, también alimentó sus tendencias paranoicas por miedo a que, en plena caza de brujas, les persiguieran por sus simpatías ideológicas.

Tráiler de 'El caso Fischer'

La mayoría de estos hechos se nos narran en la primera mitad de 'El caso Fischer', la nueva película de Edward Zwick, un realizador proclive a firmar películas de producción ambiciosa y factura clásica que muchas veces se basan en casos reales y aspiran a conseguir algún Oscar, como 'El último samurái', 'Leyendas de pasión' o 'Diamante de sangre'. Zwick reconstruye los inicios de Fischer recurriendo a imágenes de archivo y a música del momento que nos sitúan de forma rápida en esta época de suspicacias políticas. Y dibuja un personaje que se ajusta al tópico del genio de carácter complicado que consigue avanzar a pesar de las dificultades (por si no nos quedara claro, el nombre de Mozart sale a colación en algún momento).

El joven Fischer, al que da vida un convincente Tobey Maguire, se ha enfrentado en solitario a oponentes del bloque soviético con el apoyo de todo un Estado

En su segunda parte, la película gana interés al centrarse en cómo la carrera de Fischer cambia cuando sus torneos pasan a convertirse en un asunto nacional, sobre todo justo antes de que participe en la partida del siglo, la final del Campeonato Mundial que tuvo lugar en Reykjavik en 1972. Gracias a Fischer, el ajedrez deviene un deporte de interés popular y él, ese peón que será sacrificado si es necesario al que alude el título original. Hasta entonces, el joven Fischer, al que da vida un convincente Tobey Maguire, se ha enfrentado en solitario a oponentes del bloque soviético que contaban con el apoyo y la estrategia de todo un Estado detrás.

El abogado Paul Marshall (gran Michael Stuhlbarg) es el primero que entiende que Fischer no es solo un jugador de ajedrez en un torneo deportivo sin importancia. Para este patriota convencido, Fischer representa el sueño americano. Y, por el momento, va perdiendo frente al aparato de la Rusia comunista. Pero también encarna la posibilidad de derrotar a los soviéticos en un campo, el del ajedrez, donde por ahora se han mostrado imbatibles. Marshall se convierte en algo así como el 'mánager' de Fischer, mientras que otro jugador metido a cura, William Lombardy (Peter Sarsgaard), deviene su apoyo en el juego. Estos dos secundarios resultan los principales puntales dramáticos del protagonista en la película, a falta de un rival de verdadero carisma. Lejos de esos atractivos villanos rusos de las películas estadounidenses de la Guerra Fría, Boris Spassky (Liev Schreiber) queda como un personaje más bien opaco, un jugador disciplinado, pero con la generosidad suficiente para reconocer y celebrar el talento de Fischer cuando toca.

Un comportamiento poco ortodoxo

Bobby Fischer fue un paranoico en una época en que lo más probable es que te espiaran. Edward Zwick convierte esta condición en la característica principal del jugador, hasta el punto de que la película ya arranca con un episodio del protagonista destrozando una habitación porque cree que hay algún micrófono escondido. El desequilibrio mental de Fischer se convierte en la clave para justificar su comportamiento poco ortodoxo en todo momento. Zwick tampoco se detiene en profundizar más en la personalidad atípica del jugador. Y encaja a esta figura tan heterodoxa en el modelo narrativo del cine norteamericano comercial. 'El caso Fischer' culmina con el Campeonato Mundial en que por primera vez los americanos ganan a los soviéticos. La película consigue mantener la tensión en torno a un enfrentamiento del que ya conocemos el resultado, y que se basa en un juego más mental que físico.

Pero a Zwick no le interesa ir más allá de esta victoria, como si nada importara tras lograr el objetivo de vencer a los rusos. 'El caso Fischer' reduce a mero epílogo informativo la trayectoria del protagonista tras este combate. Después de conseguir el título, el jugador rechazó competir en nuevos torneos y llevó una vida azarosa que no encajaba con lo que se espera de un jugador profesional que ha conseguido para Estados Unidos un trofeo vital frente a la Unión Soviética. Toda esta etapa de disidente es obviada por un filme demasiado convencional para asumir un periplo tan singular. El Fischer post torneo del siglo bien merecería otra película.

Foto: Fotograma de 'Cazafantasmas'.
Foto: Fotograma de 'El profesor de violín'.

Bobby Fischer es carne de 'biopic'. La trayectoria profesional y vital del ajedrecista estadounidense que asombró al mundo durante la década de los setenta, y puso de moda un juego hasta entonces minoritario, reúne todas las características para configurar la típica película biográfica en torno al auge y caída de un genio. Adolescente prodigio, Bobby aprendió las técnicas del ajedrez de forma autodidacta, estudiando por su cuenta las partidas detalladas en las revistas soviéticas que compraba en una librería comunista de Nueva York. Al descubrir su talento, su madre le llevó a un club de ajedrez de Brooklyn, donde se forjó bajo la tutela de Carmine Nigro. La madre, soltera y socialista convencida, también alimentó sus tendencias paranoicas por miedo a que, en plena caza de brujas, les persiguieran por sus simpatías ideológicas.

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