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La abstinencia sexual como arma política

El director afroamericano vuelve a brillar como antaño con una farsa sobre la violencia en los barrios de Chicago: 'Chi-rac'

Foto: Lee, Cannon y Cusack en Berlín (EFE)
Lee, Cannon y Cusack en Berlín (EFE)

Durante los últimos días el cine europeo se había adueñado del festival de Berlín. La tendencia ha dado hoy un giro radical gracias a dos películas imperfectas pero absolutamente pertinentes sobre la Norteamérica contemporánea. Ambas están firmadas por directores alejados de Hollywood, Spike Lee y Rafi Pitts, el primero marginado por las grandes productoras, el segundo un extranjero nacido en tierra enemiga: Irán.

El caso de Lee, sin duda el autor más importante del cine afroamericano, es especialmente interesante. En los últimos años había caído en el olvido, en parte por la baja calidad de sus trabajos recientes, pero también por el racismo de la industria, aspecto denunciado constantemente por el propio realizador. El aterrizaje en Berlín de su 'Chi-raq', presentada fuera de competición, ha supuesto un tremendo influjo de energía para un certamen que empezaba a caer en la desidia. El filme encara frontalmente el clima de violencia que vive en la actualidad Chicago, ciudad castigada por bandas de jóvenes sin futuro cuya forma de comunicación bascula entre el rap y las armas.

Lo nuevo de Spike Lee

El director mezcla la realidad más urgente con la 'Lisístrata' de Aristófanes. Como en la comedia griega, la heroína y sus conciudadanas deciden plantar cara a los hombres que han convertido Chicago en un inmenso charco de sangre. Al grito de “No peace, no pussy”, comienzan un periodo de abstinencia sexual que no abandonarán hasta que se produzca el desarme definitivo.

El filme comienza con una fuerza descomunal, similar a la que transmitían obras clave de Spike Lee como 'Do the Right Thing' (1989) o 'Malcolm X' (1992). Samuel L. Jackson aparece como una fusión de maestro de ceremonias y narrador, moviendo la película de un episodio a otro. También se dan cita otras figuras esenciales del cine afroamericano como Angela Bassett o Wesley Snipes, pero sobre todos ellos destaca Teyonah Parris (conocida por su participación en la serie 'Mad Men'), una Lisístrata arrolladora, repleta de recursos, que canaliza la rabia del barrio deprimido hacia la reivindicación del cambio social.

El guion está compuesto como una inmensa e inspirada letra de hip hop, concatenando rimas brillantes, manteniendo un ritmo imparable. Ejemplo de ello es el alegato pacifista del Padre Mike, encarnado por John Cusack, un prodigio de intensidad ubicado en el corazón de una misa góspel. Paradójicamente, esa potencia inicial va decayendo por la propia naturaleza del proyecto. El problema de 'Chi-raq' es que pretende ser una película útil. Se esfuerza tanto en servir como vehículo para concienciar al público sobre el drama de la violencia que termina por resultar excesivamente didáctica y moralista. De un arranque desprejuiciado y valiente pasamos a un esquema melodramático poco inspirado.

Pese a ese progresivo agotamiento, 'Chi-raq' debe verse como el valioso regreso de un director que parecía agotado, pero cuya presencia en el contexto del cine estadounidense es más necesaria que nunca. Su enfoque, abiertamente feminista, opuesto al belicismo, crítico con la hegemonía blanca pero todavía más con los errores de la comunidad negra, es único en el panorama actual. A su vez, su Lisístrata se erige como una de las adaptaciones cinematográficas más insólitas de los clásicos griegos.

La presencia de Lee en el contexto del cine de EEUU es más necesaria que nunca: feminista, antibélico, crítico con la hegemonía blanca y los errores negros

Drama con inmigrante

Ya en la sección oficial a concurso se presentó 'Soy Nero', nuevo trabajo del iraní Rafi Pitts, realizador habitual en la Berlinale. La película se centra en el drama de un joven de origen latinoamericano que intenta establecerse en EEUU. El film es una vuelta de tuerca quizás demasiado esquemática al tema del sueño americano, llevado esta vez hasta un extremo traumático. La estructura en tres actos conduce al protagonista desde la frontera de México a una lujosa residencia en Beverly Hills, y posteriormente hasta Oriente Medio.

Nero se ha marcado como único objetivo convertirse en ciudadano estadounidense, y para ello está dispuesto a alistarse en el ejército y arriesgar su vida por el honor de la patria. “La película nace de mi interés por las identidades negadas, el querer pertenecer a un lugar y percibir que te rechazan. Mi madre es iraní y mi padre británico, conozco bien ese sentimiento”, afirmó el realizador en rueda de prensa. Su trabajo alerta sobre los mecanismos de las grandes naciones para alimentar sus tropas. Aprovecharse de los más desesperados, ofrecer ilusiones envenenadas. Preguntado por Donald Trump, Pitts declaró: “Cuando observo lo que está pasando en el mundo, me parece especialmente fascinante el miedo que la gente tiene a los inmigrantes. No se trata solo de EEUU, en Europa hay grupos extremistas que llaman a este fenómeno una invasión. Me parece difícil de creer. La mayoría de personas que están llegando a Europa preferiría estar en sus países. Se mueven solo porque necesitan huir de la guerra.”

Las obras estrenadas hoy en Berlín apuntaron directamente a dos pilares esenciales de la política de Obama: desarme de la población civil y cese de las operaciones militares. Lee y Pitts nos recuerdan que todavía queda mucho por hacer hasta que veamos una Norteamérica sin violencia.

Durante los últimos días el cine europeo se había adueñado del festival de Berlín. La tendencia ha dado hoy un giro radical gracias a dos películas imperfectas pero absolutamente pertinentes sobre la Norteamérica contemporánea. Ambas están firmadas por directores alejados de Hollywood, Spike Lee y Rafi Pitts, el primero marginado por las grandes productoras, el segundo un extranjero nacido en tierra enemiga: Irán.

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