Es noticia
Una película más sedante que un Lorazepam
  1. Cultura
  2. Cine
'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2'

Una película más sedante que un Lorazepam

Se mire como se mire, es un argumento más bien escueto que el director Francis Lawrence -nada que ver con Jennifer- en todo caso logra estirar hasta las dos horas y 20 minutos de metraje

Foto: 'Sinsajo. Parte 2'
'Sinsajo. Parte 2'

La buena noticia es que 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2' contiene menos escenas que 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1' de gente sentada que discute o simplemente espera. La mala es que, aun así, contiene una considerable cantidad de escenas de gente sentada que discute o espera. Especialmente durante su primera hora, esta película es más sedante que un Lorazepam.

La acción -es un decir- arranca justo donde la dejamos la última vez. La Juana de Arco posapocalíptica que conocemos como Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) debe lidiar por un lado con Peeta Mellar (Josh Hurcherson), que la ama pero que ha sido programado para matarla; por otro, con el tirano Coriolanus Snow (Donald Sutherland), que quiere aplastarlas tanto a ella como la rebelión que abandera; y por otro, con la presidenta Coin (Julianne Moore), líder de las fuerzas insurgentes, que cada minuto que pasa es menos de fiar. Y mientras, esa mascota que usa a modo de amante suplente, Gale (Liam Hemsworth), continúa revoloteando a su alrededor y mendigando migajas de afecto al tiempo que los personajes más interesantes de esta saga -buenas, Haymitch; qué tal, Effie- quedan más o menos reducidos al estatus de cameo con frase.

Coin pretende que Katniss siga limitándose a grabar vídeos de propaganda, pero a la muchacha lo que de veras le apetece es matar a Snow, y el grueso de la película nos la muestra cruzando a pie la ciudad, minada para la ocasión con algunas de las ridículas trampas mortales que sobraron de películas anteriores, para cumplir ese objetivo junto a un pelotón de personajes secundarios que en su mayoría solo existen para morir a razón de uno o dos cada 10 minutos. Varios de ellos acaban devorados por zombis -sí, en 'Los juegos del hambre' hay zombis-. Seguir contando la película sería una canallada contra las 37 personas que no han leído los libros.

Se mire como se mire, es un argumento más bien escueto que el director Francis Lawrence -nada que ver con Jennifer- en todo caso logra estirar hasta las dos horas y 20 minutos de metraje haciendo que, después de cada obstáculo en el camino, Katniss y los suyos hagan una parada. Estos soldados, embarcados en la batalla más importante de sus vidas, se toman más descansos que un guarda jurado en turno de noche, durante los que se sermonean y se escupen reproches, y en el proceso nos recuerdan cuánto se les ha ido la mano a los productores de esta saga en su empeño por estirar las cosas tanto como resulte humanamente posible. Es probable que en 'Sinsajo' hubiera material para una buena película, pero desde luego para dos, no. Que algún valiente vaya a echárselo a ellos en cara mientras hacen montañas con billetes de 10 dólares.

El mundo contado a los niños

Considerando que, en resumen, 'Los juegos del hambre' habla de una distópica competición en la que niños son obligados a matarse entre sí con fines de entretenimiento e intimidación política, y que su mensaje de fondo es que el poder corrompe a todo Dios y que los nuevos regímenes están igual de podridos que los viejos, es lógico que su tono sea sombrío. En la primera escena de 'Sinsajo. Parte 2', Katniss trata de recuperarse de las heridas que le causó el pollo con el que iba a casarse; en la última, alguien le explica a un bebé por qué las pesadillas nunca desaparecerán. Es una película oscura porque nuestro mundo también lo es -aunque también porque hay poca luz: ¿por qué parecen todas las secuencias haber sido iluminadas con una bombilla de 60 vatios?-.

Y es, pues, un 'blockbuster' raro en tanto que habla de problemas reales, y solo por eso merece nuestro voto incluso si pretende que para resolverlos no hace falta más que una muchacha cabreada y equipada de un arco y unas flechas -no estaría de más, ahora que sale el tema, que alguien le hablara a Katniss de esas pequeñas piezas de plomo llamadas balas-. Hablar sobre la creación de conciencia revolucionaria y sobre cómo funcionan la propaganda y la manipulación mediática, y sobre lo peligrosa y grotesca que puede llegar a resultar la retórica de los políticos en tiempos de guerra, resulta especialmente pertinente en un mundo que ahora más que nunca parece empeñado en autodestruirse. De hecho, cuando Snow describe a los revolucionarios como “terroristas que amenazan con aniquilar nuestro modo de vida”, uno casi parece estar oyendo a François Hollande la semana pasada.

Ahora bien, que no se nos vaya la mano. 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2' no es una mezcla de 'La batalla de Argel' y los textos de Jean Baudrillard sino la adaptación de un producto semiliterario para pipiolos. Solo alguien muy joven está legitimado/a para tomar en serio sus reflexiones políticas. Y solo alguien muy inocente en asuntos amorosos se tragaría que una mujer como Katniss sienta atracción alguna por el llorica de Peeta o esa especie de perro pachón que es Gale. Por su manera de mirarlos a ambos, se nota que está cansada ya de fingir interés en un triángulo amoroso que nunca convenció a nadie.

Más concretamente, se nota que está cansada, y punto -pero no porque su cara no luzca perfecta: puede que en los distritos de Panem escasee la comida, pero al parecer el Serum Vegetal no falta-. La actitud general de Lawrence viene a decirnos algo tipo “estoy vieja para aguantar esto”, y su grado de implicación es el propio de quien, en una entrega de premios, tiene que tragarse una retahíla de discursos antes de que empiece a funcionar la barra libre. Se la ve impaciente por colgar el dichoso arco y seguir con su vida. Y cómo culparla.

La buena noticia es que 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2' contiene menos escenas que 'Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 1' de gente sentada que discute o simplemente espera. La mala es que, aun así, contiene una considerable cantidad de escenas de gente sentada que discute o espera. Especialmente durante su primera hora, esta película es más sedante que un Lorazepam.

El redactor recomienda