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Declaración de guerra a la Iglesia
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Declaración de guerra a la Iglesia

Cuando, al inicio de El Apóstata, Gonzalo se acerca a su parroquia para solicitar la fe de bautismo con la que inicia el trámite para darse

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Cuando al inicio de 'El Apóstata' Gonzalo se acerca a su parroquia para solicitar la fe de bautismo con la que inicia el trámite para darse de baja de la Iglesia, un sacerdote le explica que hace años la apostasía se consumaba con un sencillo rito: quien deseaba no ser considerado más un cristiano abandonaba la iglesia, literalmente, caminando hacia atrás sin apartar la vista del altar. Pero ahora las cosas han cambiado. Y Gonzalo se ve obligado a adentrarse en una odisea burocrática para dejar de constar oficialmente como católico.

A pesar de su título y cartel, 'El apóstata', recién estrenada en el Festival de Cine de San Sebastián donde consiguió una Mención especial del jurado y el Premio FIPRESCI de la crítica internacional, es más una película sobre el tránsito de un joven hacia la madurez que un panfleto anticlerical. Gonzalo encarna al típico hombre estancado en su juventud. Tiene algo de eterno estudiante: a punto de acabar la carrera de filosofía, todavía le suspenden una asignatura. Se gana la vida con pequeños trabajos típicos de adolescente, echando una mano al hijo de su vecina con los deberes o ayudando en los trapicheos poco claros de su padre.

Todavía sigue prendado de su primer amor, una prima de su misma edad que acude a él cuando se pelea con el novio. En esta maraña de ataduras con el pasado, apostatar es para Gonzalo la primera decisión firme que toma para dejar atrás un vínculo que él no escogió. Y contraviene así la máxima de San Ignacio de Loyola que le recuerda también el obispo: “en tiempo de desolación no hacer mudanza”.

La película resigue el proceso de apostasía en un sentido literal. Federico Veiroj sintetiza esta titánica empresa en pocas secuencias. Los trámites se despachan a través de la voz en off de un film que adopta en buena parte el tono íntimo de una película epistolar y confesional. Las imágenes transmiten la idea de Gonzalo sumido en una empresa quijotesca, tal y como la define el director, en la que siempre se da de bruces contra el muro de la iglesia. Todas las veces que acude a los despachos eclesiales para defender su causa, se pone en evidencia la imposibilidad de dialéctica alguna con el clero. Sacerdotes, obispos y tribunales religiosos hacen oídos sordos a los alegatos perfectamente argumentados y formulados del protagonista, incluso cuando éste zanja sus escritos con una declaración de guerra.

Sin embargo, la apostasía también tiene algo de macguffin, de reclamo narrativo para desarrollar el tránsito emocional que vive el protagonista. La obligación de cumplir unos trámites y argumentar sus propósitos le permiten a Gonzalo poner un poco de orden a sus recuerdos y rencores y darse cuenta de los fardos del pasado que sigue arrastrando. La apostasía se convierte así en un proceso concreto dentro de una voluntad más general y abstracta del protagonista para conformar una identidad autónoma.

'El apóstata' entronca en su tema y en su estética con un imaginario plenamente español, desde Carlos Saura a Luis Buñuel

Firmada por Federico Veiroj, cineasta uruguayo que ha residido largo tiempo en España, 'El apóstata' entronca en su tema y en su estética con un imaginario plenamente español que abarca diferentes etapas de nuestro cine. La necesidad del protagonista de alejarse de los valores de la España más carpetovetónica, sus aires de estudiante permanentemente enamorado y esa melancolía de joven de clase media le aproximan a los personajes del Nuevo Cine Español de los sesenta como el Lorenzo de 'Nueve cartas a Berta' de Basilio Martín Patino, que también transmitía sus anhelos de mudar de vida a través de una serie de epístolas.

La huella de Carlos Saura se hace presente en el retrato de ambientes familiares sofocantes donde se nota el peso de la represión sin necesidad de hacerla explícita. Y el film también apela a Luis Buñuel en su uso de lo onírico para dar salida a los deseos y paranoias del protagonista. Esta asociación histórica viene subrayada por el cierto aire atemporal de la película. Aunque parece situada en nuestro presente, en 'El apóstata' apenas hay signos de las nuevas tecnologías digitales. Quizá para subrayar esta ligazón del personaje con el pasado más reciente, Gonzalo escribe cartas a mano en lugar de enviar emails, escucha discos de vinilo y compra vetustos diccionarios a su joven alumno. Incluso el esmero en la utilización de la lengua suena más propio de otra época...

Pero al contrario de la mayoría de los films antes mencionados, 'El apóstata' huye de la gravedad a la que se asocian asuntos como la claustrofobia familiar, la represión de los deseos o el abuso de poder de la Iglesia para moverse en un tono ligero, por momentos cálido y sensual, y un punto cómico. Esta levedad es uno de los puntos fuertes del film, que recurre a un amplio abanico de registros musicales, del hardcore de Lisabö al flamenco de Enrique Morente, para matizar las emociones de los protagonistas o establecer cierta distancia irónica respecto a los grandes temas tratados. 'El apóstata', por tanto, no funciona como el prototípico film de denuncia y se enmarca más bien en la crónica sentimental en primera persona. Por ello la conclusión tiene más de travesura liberadora que de heroica gesta anticlerical.

Cuando al inicio de 'El Apóstata' Gonzalo se acerca a su parroquia para solicitar la fe de bautismo con la que inicia el trámite para darse de baja de la Iglesia, un sacerdote le explica que hace años la apostasía se consumaba con un sencillo rito: quien deseaba no ser considerado más un cristiano abandonaba la iglesia, literalmente, caminando hacia atrás sin apartar la vista del altar. Pero ahora las cosas han cambiado. Y Gonzalo se ve obligado a adentrarse en una odisea burocrática para dejar de constar oficialmente como católico.

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