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Alejandro Cao: "Adoctrinar al pueblo es parte de la vida"
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Corea del Norte a calzón quitado

Alejandro Cao: "Adoctrinar al pueblo es parte de la vida"

Un documental español analiza la guerra propagandística entre Corea y Occidente. Un catalán, representante cultural oficioso del régimen, visita el Festival para defender su visión de los hechos

Foto: Alejandro Cao sobre la alfombra roja (EFE)
Alejandro Cao sobre la alfombra roja (EFE)

Batallita: en la Mostra de Venecia de 2009, este periodista vio en la alfombra roja al comandante/presidente Hugo Chávez, que se presentó por sorpresa para respaldar un documental de Oliver Stone sobre el ascenso de la izquierda en Latinoamérica.

Parecía imposible que alguien superara a Chávez como presencia festivalera chocante, pero ha sucedido: el líder bolivariano no sólo ha sido adelantado en el ranking de invitados insospechados, sino que ha sido adelantado por la izquierda (en efecto, Chávez parece de centro reformista al lado de nuestro invitado sorpresa).

Hablamos de nuestro hombre en Corea del Norte, el catalán Alejandro Cao (Tarragona, 1974), representante cultural oficioso del régimen; y responsable, a su vez, de que documentales como The Propaganda Game, presentado en el Festival de San Sebastián, se puedan rodar en el secretista país asiático. Dirigido por el conocido productor (Morena Films) y documentalista (Hijos de las nubes) Álvaro Longoria, The Propaganda Game analiza sin histrionismos el choque de propagandas entre Corea del Norte y Occidente.

Longoria no sólo convenció a Cao para que viniera a San Sebastián a ofrecer su versión del quilombo, sino que le sugirió que recibiera a la prensa como aparece en alguna escena del documental: vestido de militar norcoreano.

Así que aquí estamos, en la terraza belle epoque del Hotel María Cristina, mirando fascinados la casaca militar de Cao, repleta de condecoraciones con hoces y martillos y pins con las caras sonrientes de los amados líderes (el actual, Kim Jong-il, y el anterior, Kim Jong-un). Y todo ello, para elevar el surrealismo festivalero al cubo, mientras un recién levantado Raphael pasa por allí para hablar de lo suyo (nota mental: sería maravilloso montar un careo entre Raphael y Cao para analizar quién es el más grande, si Kim Jong-un o Raphael).

“No sé nada del Festival, sólo sé que echan la de Raphael”, dice Cao a unos reporteros justo antes de sentarse con El Confidencial.

Carencias y ventajas

El problema de The Propaganda Game es el mismo que el de otros intentos similares: no puede escapar del circuito turístico/visita guiada que le impone el régimen mientras filme en suelo coreano. Pero si bien no logra rascar declaraciones oficiales que admitan los problemas de libertades y derechos humanos del país (carencia que el director suple con entrevistas a expertos internacionales que ejercen de contrapeso), la actitud abierta de Longoria (tratar de entender a los norcoreanos) da resultado en algunos aspectos: funcionarios y ciudadanos del país hablan a las claras (y con no poco candor) de las bondades de la propaganda y el culto al líder. En efecto, puede que la palabra ‘propaganda’ tenga connotaciones negativas en Occidente –entre otras cosas, porque la propaganda en democracia necesita negar su naturaleza para ser efectiva-, pero no así en Corea del Norte, donde la utilizan a calzón quitado.

Cao no sólo no se avergüenza de su misión propagandística, sino que se enorgullece de ella. “El sistema capitalista es muy hipócrita en ese sentido... Nosotros no tenemos esa doble moral... La propaganda es esencial y necesaria para transmitir las ideas políticas”, espeta.

¿Por qué es necesario adoctrinar al pueblo? “No es que sea necesario, es que es parte de la vida”, dice Cao, como quien habla del respirar o del hacer de vientre. "La propaganda ha existido y existirá siempre. ¿Cómo llega un partido político a la gente? Mediante propaganda", añade.

El sistema capitalista es muy hipócrita al negar su propia propaganda. La propaganda es esencial para transmitir las ideas políticas

La guerra de propagandas entre Corea y el resto del mundo tiende a la retroalimentación. Los coreanos se quejan de que los medios occidentales les caricaturizan al dar pábulo a los rumores más disparatados. Pero el cerrojazo informativo del régimen norcoreano no ayuda precisamente a que las noticias prevalezcan sobre los rumores. Si el dicho periodístico dice que ausencia de noticias son buenas noticias, en Corea del Norte sucede justo al revés: ausencia de noticias son malas noticias.

Cao no tiene problema en admitir que esta retroalimentación existe: “Eso es cierto, sin duda. Hay una carencia por parte de Corea porque nunca se había preocupado por enviar un mensaje al exterior... Pero esta falta de noticias no justifica que la prensa publique historias increíbles. Eso es un abuso”.

¿Ejemplos de estos enfoques disparatados? Cuando la televisión estadounidense afirmó entre risas que el régimen norcoreano se jactaba de haber descubierto un unicornio vivo. O cuando se publicó en Occidente que Kim Jon-un había ordenado que una jauría de perros devorara a su tío (y hombre fuerte del régimen). Pues bien: Ninguna de estas dos cosas sucedió en realidad (Matiz: al tío sí lo ejecutaron, pero no a mordiscos. Respecto al unicornio: es una pena que no fuera cierto, ¿no?).


Cao tampoco ve problema alguno con el culto al líder, y lo justifica con un apunte de filosofía política oriental para principiantes: “Es parte de la forma de ser norcoreana. La figura del padre y de la familia es el núcleo organizativo de la sociedad. En Occidente, por contra, prima el individualismo”.

La charla con Cao no está exenta de apuntes pintorescos, un poco a la manera costumbrista de Muchachada Nui. ¿Qué pasa si invita usted a un periodista internacional a Corea y cuando el reportero regresa a Occidente escribe un artículo criticando duramente al régimen? ¿No teme ser castigado? “Me cae una bronca... Es como una familia, se enfandan conmigo un par de días y luego no pasa nada. Es como cuando tu padre te castiga un par de días sin salir, por decirlo de algún modo”.

Apunte final: Alejandro Cao no forma parte del Ejército norcoreano más que de una forma “honorífica”. Así que podría decirse que ha venido disfrazado de militar norcoreano al Festival de San Sebastián (que se dice pronto). Técnicamente, el traje militar de Cao tiene tanta validez oficial como un disfraz de Elvis. Ahora bien: ¿qué invitado no viene disfrazado, como de boda, a un festival internacional? El folclore y la etiqueta festivalera reclama a los invitados ir con sus mejores galas. ¡Y qué mejores galas para un funcionario honorífico norcoreano que un uniforme militar a tope de medallones! Todo en orden pues.

Batallita: en la Mostra de Venecia de 2009, este periodista vio en la alfombra roja al comandante/presidente Hugo Chávez, que se presentó por sorpresa para respaldar un documental de Oliver Stone sobre el ascenso de la izquierda en Latinoamérica.

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