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Fantasías de la ceguera
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ESTRENO DE LA PELÍCULA 'BLIND'

Fantasías de la ceguera

Llega a las salas españolas este original drama sueco que triunfó en Sundance sobre cómo imagina el mundo una persona que ha perdido la vista

Foto: Un fotograma de la película 'Blind'.
Un fotograma de la película 'Blind'.

¿Qué visualiza en su cabeza una persona que ha perdido la vista? Blind arranca planteando esta situación. Sobre una pantalla en negro, la voz de la protagonista explica los ejercicios que lleva a cabo para que su mente no pierda también la capacidad para recordar las formas, los colores, las fisonomías del mundo que una vez conoció. Sin esta gimnasia, los nervios ópticos se atrofian con mayor rapidez.

Desde que se ha vuelto ciega, Ingrid (Ellen Dorrit Petersen) vive recluida en su cómodo apartamento de Oslo de frías y elegantes paredes blancas. Ha cambiado la vida en el exterior por su propio mundo interior, sobre el que escribe en el portátil. En estos relatos nunca queda clara la frontera entre las experiencias reales de Ingrid, sus paranoias proyectadas y las suposiciones que se alimentan de miedos y dudas. La separación entre lo que sucede a su alrededor pero no puede ver y lo que acaba viendo en su imaginación.

Blind se sitúa en este terreno impreciso para retratar el drama interior de la protagonista, que de repente siente como la minusvalía sensorial le provoca también un aislamiento emocional y social. Al contrario que otras películas donde el personaje invidente se desenvuelve con perfecta soltura en las situaciones más complejas, Blind se construye a partir de las inevitables torpezas e inseguridades que sufre la protagonista.

En la narración interior de Ingrid se entremezclan soledades sentimentales con fantasías sexuales. La ceguera no le impide solamente ver sino saber si es vista. ¿La sigue mirando con deseo su esposo Morten (Henrik Rafaelsen)? ¿Despertaría el instinto sexual de otro hombre si se paseara por la calle, si la observaran desde la ventana de enfrente? Así entra en escena Einar (Marius Kolbenstvedt), un supuesto antiguo compañero de Universidad de su marido. Einar es retratado como un cuarentón solitario y no demasiado atractivo.

El típico ratón de filmoteca (allí ve películas como Mask en que bellas ciegas se enamoran de chicos a quienes nadie mira) con escasas dotes sociales. Su poca fortuna y habilidad con las relaciones amorosas lo han convertido en un ser solitario que canaliza sus frustraciones mirando porno por Internet. Einar descubre que no hay parafilia sexual, por extraña que parezca, que no tenga su vídeo o su página especializada en la Red. Aún así, sigue anhelando el contacto directo con el cuerpo cálido de una mujer real. Como esa nueva vecina de enfrente, con quien comparte, qué oportuno, algunos gustos musicales.

La película presenta a Erin como un personaje con una identidad autónoma pero que al mismo tiempo cristaliza ciertas fantasías de Ingrid como objeto y sujeto sexual. Erin es el hombre que no deja de mirar a esa muchacha ciega que ya no se cree deseada. Pero también el ser solitario de sexualidad desatendida que se siente invisible. Tal y como experimenta ahora la propia Ingrid. La protagonista lleva a cabo el mismo ejercicio de proyectar parte de sus miedos en otra persona a través del rol de la vecina a la que convierte en posible amante de su marido.

Aunque Oslo no resulte un escenario tan hostil como otras grandes urbes, Blind es también una película sobre seres solitarios en la gran ciudad. En este sentido, la película lleva a cabo su única referencia a la historia reciente del país. En un momento se evoca el atentado que perpetró el ultraderechista Anders Behring Breivik en la capital noruega en julio de 2011 justo antes de asesinar a 69 jóvenes en la isla de Utøya. El personaje de Einar recuerda que ese fue el último momento en queno se sintió solo. La conmoción causada por la masacre propició una ola de solidaridad entre los noruegos.

Los habitantes de Oslo ofrecían y recibían consuelo mutuo con sus gestos y sus miradas. El odio de uno, rememora Einar, provocó la unión del resto. De repente, todos los ciudadanos se sentían parte de una misma tragedia y daban más amor que nunca. Pero este sentimiento de herida colectiva no tardó en disiparse,ylos hombres solitarios como Einar empezaron a despertar más suspicacias que nunca.

No resulta fácil construir una película a partir de la corriente de consciencia de su protagonista. A este reto se ha enfrentado Eskil Vogt en su primer film tras las cámaras, tras labrarse cierto prestigio con sus guiones para otros directores. Suyo es, por ejemplo, el libreto de Oslo, 31 de agosto de Joachim Trier, uno de los éxitos recientes del cine noruego. Para un guionista el reto era doble: tal y como está planteado, con su juego constante entre el punto de vista objetivo y subjetivo, el film podía ser muy brillante sobre el papel pero en cambio devenir un desastre en su traslación a la pantalla.

En el fondo, el personaje de Ingrid también tiene mucho de guionista. No deja de ser alguien que se aísla del exterior para construir un relato que se nutre de sus propias fantasías pero debe funcionar como una historia con pies y cabeza. El gran mérito de Blind es que consigue visualizar esta narración subjetiva, ambigua y mutante sin resultar una película confusa, hermética y enmarañada. Este drama sobre la soledad emocional y las diferencias entre ver y sentirse visto, se acerca más al thriller sobre los deseos humanos típicamente hitchcockiano y al cine de cámara de Ingmar Bergman que al ejercicio metanarrativo de raíz surrealista.

¿Qué visualiza en su cabeza una persona que ha perdido la vista? Blind arranca planteando esta situación. Sobre una pantalla en negro, la voz de la protagonista explica los ejercicios que lleva a cabo para que su mente no pierda también la capacidad para recordar las formas, los colores, las fisonomías del mundo que una vez conoció. Sin esta gimnasia, los nervios ópticos se atrofian con mayor rapidez.

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