Perucha: de leyenda del ciclismo a okupa que se resiste a ser desahuciado
Un documental y un libro repasan la vida de Higinio Domingo Perucha, exciclista profesional, mito de la construcción artesana de bicicletas y okupa, sobre el que pende, de nuevo, amenaza de desalojo
Principios de los años 60, alrededores del lago Lemán, Suiza. Domingo Perucha, ciclista profesional español afincado en el país helvético, hace un alto en su entrenamiento y entra en un bar a por un vino y un bocadillo. En aquella época, la pretemporada de los corredores se basaba en un método sencillo: “Dos mil kilómetros con el plato pequeño hasta coger forma y, después, todos los puertos que puedas”. Nada de barritas energéticas, dietas personalizadas y bebidas isotónicas. No digamos ya medidores de frecuencia cardíaca, vatios y túneles de viento.
Deja la bicicleta apoyada en la entrada del bar, como siempre, mientras come, bebe y chapurrea francés con el resto de parroquianos. Al salir, la bici no está; se la han robado. Hoy cada profesional usa, como mínimo, una bici en pretemporada y tres para las carreras -dos de carretera y una cabra para contrarreloj-. Si además practica ciclocros o pista, súmenle dos más. Entonces no, sólo las figuras destacadas o los ricos tenían varias. La de Perucha era su única bici y no tenía dinero para comprarse otra, por lo que se tuvo que retirar del ciclismo profesional. En ese momento decide que nunca más se quedará sin bicicleta. Si no puede comprarla, tendrá que construirla.
Así nace la leyenda de Perucha, el artesano de las dos ruedas más peculiar, respetado y hábil de Madrid, ahora recogida en el Documental y libro Ciclos Perucha, producido, dirigido y publicado por Produce Dentera con la intención de evitar el desalojo de su taller. Taller, sí, aunquePerucha sea muchomás que unmecánico.“Cuando el resto piensa que tienes que tirar tu bici y comprar otra, Perucha construye, repara o modifica la pieza que sea y comparte su conocimiento. Es más bien un hacker” dice Bocho, uno de los autores del documental.
Estafa, expropiación,okupación y desalojo
Ciclos Perucha -taller y tienda de bicis- estaba en un edificio construido en un solar que Perucha siempre creyó que le pertenecía, en el barrio de La Ventilla. En dicho solar estuvo la casa familiar edificada por su padre, arenero de oficio. La familia Perucha nunca pudo legalizarla porque un cacique local con buenos contactos en la administración franquista falsificó las escrituras para quedarse con los terrenos. Ellos siguieron viviendo allí convencidos de que algún día se haría justicia.
Las casas bajas de La Ventilla fueron expropiadas por el Instituto de la Vivienda de Madrid. Tras demolerlas, edificaron en su lugar varios edificios de seis plantas. El IVIMA reconoció a la familia Perucha como residente no propietaria; le dio la posibilidad de vivir en un piso de alquiler en el edificio contiguo, pero nada más. El 12 de febrero de 2003, Perucha fue desalojado de su taller de bicis. La policía vació su tienda y un grupo de operarios levantó una tapia delante de la puerta.
En 2003, fue desalojado de su taller de bicis. La policía vació su tienda y un grupo de operarios levantó una tapia delante de la puerta. Perucha lo okupó
Perucha sigue considerando dicha finca de su propiedad, aunque las acciones legales para serlo oficialmente están prescritas. El local nunca fue vendido, así que Perucha lo okupó y volvió a abrir su taller. Esta vez sin tienda, centrándose en lo que más le gusta: arreglar y enseñar a reparar bicis. Para entonces, su habilidad con el torno, la lima y la soldadura, así como sus ganas de enseñar, corrían de boca en boca entre los nuevos colectivos de ciclistas urbanos aficionados a las fixies -bicicletas de piñón fijo- y a la filosofía punk del DIY -do it yourself, hazlo tú mismo-.
El taller es un punto de reunión en el que chavales con tatuajes y dilataciones en las orejas conviven amigablemente con los viejos del barrio, felices de volver a ver a su amigo Domingo en su salsa: con una soldadora en una mano y un cuadro de bici en la otra. “Perucha, a sus 80 años, suelda sin guantes, sin máscara y sin medir, a ojo. Nunca he visto a nadie hacerlo mejor”, Asegura Bocho “Por eso hay gente de toda España que viene aquí a aprender el oficio. Incluso un chico de Londrés pasó un año en Madrid para instruirse con él”. Javier, residente el barrio y miembro del Club Ciclista Perucha desde niño, añade “hay distribuidores oficiales de marcas muy prestigiosas que, cuando no saben cómo solucionar algo, se lo pasan a Perucha. Es experto en arreglar muertos que otros no saben”.
'Es experto en arreglar muertos que otros no saben'
Perucha Ciclista
Perucha fue corredor en la época en la que brillaban Anquetil, Bahamontes o Poblet. De hecho, el águila de Toledo siempre fue su ídolo y Miguel Poblet su amigo íntimo. Aunque fue uno de los primeros ciclistas españoles que corrió en el extranjero, nunca pasó de gregario. Quién sabe qué habría pasado si no le roban la bici en Suiza.
Aprendió a montar junto al río de Chamartín de la Rosa del que su padre sacaba la arena. Una vez, cuando rondaba los 20 años y volvía del trabajo en bicicleta como cada día, fue adelantado por uno vestido de romano, que es como Perucha llama a ir con culotte y maillot de ciclista. Se puso a rueda y el romano no fue capaz de soltarlo. Con ropa calle, cansado del trabajo y un hierro de bici, aguantó el ritmo durante decenas de kilómetros y varios puertos. “Tú vales para esto, tienes que dedicarte a la bici”, le dijo. El romano resultó ser José Luis Abilleira un corredor que acabaría ganando varias veces la clasificación de la montaña en la Vuelta a España.
La profesionalidad entonces era muy relativa. Excepto los primeros espadas, los corredores compaginaban las carreras con otros oficios. Perucha era fresador, tornero o lo que se terciara. Entrenaba cuando salía de la fábrica, a la que además iba y volvía en bici. Motivado por un combinación de necesidad económica y espíritu aventurero, se fue a trabajar y pedalear a Ginebra. Participó en varias carreras en Francia, Bélgica y Suiza hasta el día del fatal hurto.
Durante varios años, abandona el ciclismo y se queda viviendo en Suiza junto a su mujer Consuelo. Allí pasa por múltiples empresas y se acaba de formar como matricero, atesorando un conocimiento que después aplicaría a las bicis. Tras el nacimiento de Óscar, su primer hijo, ya en los 60, decide volver a Madrid, en donde inaugura su mítica tienda-taller.
Su fama como mecánico y constructor de bicis crece rápidamente. La habilidad en la fabricación de cuadros le lleva a experimentar con tándems y triciclos de competición. Inicia su colaboración con la ONCE -los corredores invidentes compiten en tándem junto a otro ciclista que hace de conductor-, primero como mecánico y después como seleccionador nacional.
Sus mayores éxitos deportivos los consigue como mecánico y seleccionador; fue el constructor de tandems que ganaron medallas de oro en los Juegos Paralímpicos de Barcelona, Atlanta y Sidney. Además, reparó las bicicletas de ciclistas tan conocidos como Marino Lejarreta, Anselmo Fuertes o Félix García Casas.
Ya jubilado, creó un club ciclista en Cuenca y otro en su barrio de la Ventilla, que se convirtió en un club social. Todo esto y mucho más es lo que relatan las fotos del libro y las voces de la película que está a punto de estrenarse.
Zafarrancho de combate colectivo
Ciclos Perucha es el primer documental de Produce Dentera, un colectivo de amantes de la bicicleta formado por Anatol, luthier de guitarras y compositor de labanda sonora, Edu, técnico de sonido, Bocho, fotógrafo y editor de vídeo, Sofi, que ayudó en la producción, Deiviz echando un cable con las recompensas del crowdfounding, Jota llevando la difusión en redes sociales, Kike haciendo las ilustraciones y animaciones y Snaker, un hacker que se ha encargado de la producción y del software. “En colectivo es como mejor se curra. Una sola persona no puede hacer bien todo lo que necesita un documental, lo que más mola es colaborar”, cuentan.
Hace casi tres añosel IVIMA intentó desahuciar de nuevo a Perucha. Fue entonces cuando este grupo de alumnos, admiradores y amigos se pusieron manos a la obra para evitarlo. Al fin y al cabo, algunos de ellos también eran okupas y sabían cómo ayudar. Hicieron uncrowdfoundigcon el que reunieron dinero suficiente para dar a conocer el caso a través del documental-libro y para contratar a unabogado. Varios recursos suspendieron el desahucio, pero el riesgo de desalojo no ha desaparecido. No hay fecha prevista para ello, podría ser en cualquier momento.
“Alguien le explicó a Perucha que no te pueden desalojar sin antes sacar todas tus cosas. Yo creo que por eso está construyendo el barco en su taller, para que no puedan sacar ni la embarcación, ni a él”, diceHenrick, uno de los jóvenes aprendices que aparecen en el documental. “Es como un barco dentro de una botella”, apunta Paco, otro de ellos. Efectivamente, Perucha, además de las bicis, tiene unvelerode 12 metros de eslora a medio hacer dentro de su taller. “Lo fabrica con material reciclado” dice Kike, otro de los autores del documental, “el casco son persianas reutilizadas, el mástil es una farola, el esqueleto es un ensamblado de aluminio... Es un flipe, pero funciona”.
“No es el primer barco que hace con sus propias manos” cuenta Óscar, hijo de Perucha “ya construyó uno antes. Unrompehielosde doce toneladas de desplazamiento. El mérito no está en montar un barco por piezas en un espacio tan pequeño, sino en haberse inventado un soporte con un eje que gira 360 grados sobre el que está la nave. De esta forma, puede acceder desde el suelo a cualquier parte del casco o la cubierta”. ¿Y para sacarlo de ahí? “Pues ni idea, habrá que tirar las paredes”.
Principios de los años 60, alrededores del lago Lemán, Suiza. Domingo Perucha, ciclista profesional español afincado en el país helvético, hace un alto en su entrenamiento y entra en un bar a por un vino y un bocadillo. En aquella época, la pretemporada de los corredores se basaba en un método sencillo: “Dos mil kilómetros con el plato pequeño hasta coger forma y, después, todos los puertos que puedas”. Nada de barritas energéticas, dietas personalizadas y bebidas isotónicas. No digamos ya medidores de frecuencia cardíaca, vatios y túneles de viento.
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