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El cine low cost no da ni para comprar el pan
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CUESTA 10.000 EUROS Y CASI NADIE COBRA POR SU TRABAJO

El cine low cost no da ni para comprar el pan

Producir una largometraje de guerrilla parece haber sustituido a rodar cortos para empezar una carrera. El low-cost ha dado grandes obras, pero siguen ocultado la precariedad en estos proyectos

La maldición de los cineastas es que, como artistas, dependen de muchas otras personas para sacar adelante sus proyectos. Un guionista por sí solo no puede hacer una película; un actor, tampoco.

Esta es la razón que llevó a Daniel Castro a autoproducir Ilusión, que después de buscar subvenciones para su proyecto y componer un plan de inversión clásico decidió aportar sus propios ahorros embarcándose en un rodaje low-cost que duró tres años.

Su esfuerzo mereció la pena, acabó ganando tres premios en el Festival de Málaga y el premio especial de los Premios Feroz, además de haber paseado por todo el mundo con su película. Sin embargo, como afirma Castro, este tipo de películas no se hacen por el dinero, porque no dan beneficios, sino para conseguir hacer un segundo filme aún mejor, tal vez con producción.

En las películas low-cost generalmente nadie cobra, y en el mejor de los casos se trata de cifras meramente simbólicas, que apenas cubren el alta a la Seguridad Social por los días trabajados. Esto hace que todo el proceso de producción de estos proyectos sea muy complejo: buscar profesionales que participen altruistamente, convencerles para ajustar sus agendas y las de sus otros trabajos remunerados…

Un auténtico encaje de bolillos que generalmente retrasa los rodajes durante años. Como en el caso de Castro, que encontró un buen trabajo como guionista para una serie de televisión y eso supuso un paréntesis más para terminarla.

Mario Tardón es actor y promueve este tipo de proyectos, pero a la vez se muestra muy crítico con algunos proyectos low-cost que esconden un posible beneficio oculto del que otros se pueden aprovechar.

En las películas low-cost generalmente nadie cobra, y en el mejor de los casos se trata de cifras meramente simbólicas, que apenas cubren la Seguridad Social

Según Tardón, este es el caso de LittleSecretFilm, una iniciativa de producción low-cost que en 2013 se alió con el canal de televisión Calle13 (propiedad de NBCUniversal) para producir películas a un coste de 2.000 euros cada una. Si en el mercado televisivo se estima que un minuto de producción propia low-cost equivale a unos 1.000 euros, la iniciativa de Calle13 para producir películas de bajo coste resulta “insultante”, según el propio Tardón.

Enrique López-Lavigne, productor de Lo Imposible (la que fue la película más taquillera de la historia del cine español, con una inversión de 30 millones de euros), también se ha atrevido con el cine low-cost. López-Lavigne es el productor de Nacho Vigalondo (Extraterrestre) y Juan Cavestany (Gente en sitios).

Para Lavigne, apoyar este tipo de cine no es una moda, siempre hubo una vanguardia de cineastas que usaban pocos medios para disponer de más libertad creativa, por tanto no es sólo una cuestión de óperas primas.

La nouvelle vague, la serie Z, el cine indie de los 90, no sólo surgen como una forma económica de rodar, también de innovar en el cine, pero este hecho se hace más potente en cinematografías en crisis estructural, pero no sólo ocurre en España. Según Lavigne, este mismo fenómeno se está viendo en el cine rumano y danés, con obras que están haciendo historia por su interés y repercusión en festivales.

Lavigne asegura que es precisamente este tipo de cine el que vende Marca España, porque es el que más y mejor viaja fuera de nuestras fronteras dando un punto de vista creativo y arriesgado sobre nuestra cultura.

El coste más bajo de una película low-cost está en unos 10.000 euros, pero todo depende de cuantas personas estén dispuestas a no cobrar, y que necesidades de producción se tengan que sufragar (alquilar localizaciones, vestuario…).

Casi todos los autores suelen estar de acuerdo en que, al margen del dinero invertido, se trata de películas con un valor de inversión de alrededor de 100.000 euros. Los actores y el resto del equipo suelen aportar su trabajo con la pretensión de recibir una compensación económica a posteriori, sólo si la película genera beneficios, lo que en raras ocasiones ocurre. Porque este tipo de cine de bajo presupuesto apenas te daría ingresos para comprar el pan los domingos.

La maldición de los cineastas es que, como artistas, dependen de muchas otras personas para sacar adelante sus proyectos. Un guionista por sí solo no puede hacer una película; un actor, tampoco.

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