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Cómo ser feminista en el siglo XIX
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estreno de 'lejos del mundanal ruido'

Cómo ser feminista en el siglo XIX

  

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¡Qué difícil ser una mujer en el siglo XIX! Supeditada a los hombres, buscando siempre un buen marido, cuidando la casa… La literatura y el cine nos ha mostrado en múltiples ocasiones lo que sufrieron antes de que el feminismo comenzara a exigir la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Si la vida era dura para una joven 'normal', imagínense para una feminista en aquella época, una mujer adelantada a su época, independiente, moderna, al frente de su granja y sin querer ser mantenida por un marido.

Así es es Bathsheba Everdene, la protagonista de Lejos del mundanal ruido, la adaptación de la novela de Thomas Hardy, publicada a finales del siglo XIX, donde fue una verdadera revolución por el tratamiento de la figura femenina. Incluso en la actualidad el personaje que interpreta Carey Mulligan es una rareza para el cine. Una absoluta protagonista que proclama las virtudes de estar sola y sin hombres en un mundo dominado por, precisamente, ellos.

Lejos del mundanal ruido, que en esta nuevaversión ha sido dirigida por el danés Thomas Vinterberg, sigue a Everdene desde que es una humilde joven que trabaja con su tía, hasta que hereda la finca de su tío convirtiéndose en un plato muy apetecible para los ricachones de la época, así como sus intentos para mantenerse fiel a sus principios feministas.

Y a ratos la película lo consigue, especialmente en esa primera parte en la que el personaje de Mulligan (una de las actrices que hacen de la contención virtud, con esa media sonrisa capaz de expresar mil sentimientos) conoce al pastor Gabriel Oak, amor platónico al que se niega a entregarse por ser “demasiado independiente”, y que le acompañará en los a los siguientes años de su vida, en los que la situación social de ambos dará un giro de 180 grados.

Es con la mejor escena de la película, el despeñamiento del rebaño de ovejas de Oak, cuando la película empieza a sufrir y a desmoronares, dejando de ser fiel a sus principios y rendida a una puesta en escena que no tapa un guion y un montaje que convierten la historia en un verdadero témpano de hielo.

Y precisamente Lejos del mundanal ruido debería ser todo lo contrario. Una historia contada desde las entrañas, la de una mujer que quiere ser libre por encima de todo, pero que también (como el propio filme) traicionará sus principios. El espectador nunca siente el drama de su protagonista, pero tampoco los sentimientos de sus relaciones con los tres hombres que circulan por su vida. El pastor interpretado por Matthias Schoenaerts (uno de los actores con más presencia del cine actual), que simboliza el amor idelizado; el ricachón William Boldwood (Michael Sheen) imagen del matrimonio de conveniencia de la época; y el soldado despechado (Tom Sturridge), la pasión irracional. Ninguno de los personajes masculinos está bien presentado ni definido, quedando como meras comparsas de la historia. Por tanto las decisiones de Bathsheba Everdene llegan a ser incomprensibles para el público, que nunca entenderá de dónde surge ese deseo sexual con el soldado (más allá de la ridícula escena de la espada).

Mientras que Schoenaerts consigue que uno empatice con su personaje -a pesar de una excesiva contención- y Sheen cumple, Sturridge y su personaje se pasan de frenada convirtiendo el personaje en una caricatura despreciable.

Los problemas de esta adaptación de Lejos del mundanal ruido vienen marcados por un montaje que huele a cercenado. Las elipsis y los saltos temporales se suceden sin lógica, aturdiendo al espectador y alejándolo de la historia. Uno llega al final con la sensación de que da igual a quién elija Everdene. Además debido a estos continuos cortes tampoco es posible comprender el proceso de evolución por el que ella es capaz de dejar sus ideas para entregarse a un matrimonio que no le conviene. La mujer más moderna del mundo entrega sus creencias en dos encuentros furtivos con un soldadito de plomo, lo que quita fuerza al mensaje feminista que la película había construido con anterioridad.

A su favor tiene la capacidad de Thomas Vinterberg de captar cada detalle con una enorme belleza. No sólo la esencia de la campiña inglesa, sino que la cámara también mima a sus personajes. Todo es exquisito en la adaptación de Vinterberg, pero tanta pulcritud ha hecho que se olvide de lo más importante, de dotar de alma a una historia que la necesitaba.

¡Qué difícil ser una mujer en el siglo XIX! Supeditada a los hombres, buscando siempre un buen marido, cuidando la casa… La literatura y el cine nos ha mostrado en múltiples ocasiones lo que sufrieron antes de que el feminismo comenzara a exigir la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Si la vida era dura para una joven 'normal', imagínense para una feminista en aquella época, una mujer adelantada a su época, independiente, moderna, al frente de su granja y sin querer ser mantenida por un marido.

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