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estreno de 'phoenix'

Vértigo entre las ruinas de Berlín

Christian Petzold aborda la crisis de identidad de una superviviente de un campo de concentración nazi desde un melodrama que homenajea a Alfred Hitchcock

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El trauma vinculado al Holocausto tiende en el cine de ficción a adaptarse a un género en concreto, el del drama histórico de vocación realista. Christian Petzold, uno de los nombres más interesantes del cine alemán actual, le da una vuelta de tuerca al asunto para abordar la fractura identitaria de la Alemania de la posguerra desde el melodrama noir.

Phoenix arranca como un thriller de tono fantástico que recuerda inevitablemente a Los ojos sin rostro (1960) de Georges Franju. Acaba de finalizar la Segunda Guerra Mundial, y Nelly (Nina Hoss) regresa a Berlín con la cara recubierta de vendajes. Le descerrajaron un tiro en el campo de concentración al que sobrevivió milagrosamente. Su amiga Lene no se mueve de su lado mientras se recupera de la operación de cirugía plástica que sin embargo no consigue devolverle su apariencia original. Para Nelly resulta físicamente imposible volver a ser la misma que antes de la guerra.

Aunque ella no acabó en un Lager, a Lene la experiencia de la guerra le ha servido para alimentar su militancia. Trabaja para que se juzgue a los criminales nazis y su gran sueño es empezar una nueva vida en Palestina junto a Nelly. Pero a esta le interesa más bien poco la causa judía. Nelly solo quiere reencontrar a su esposo Johnny, que se salvó de la represión por ser ario. Y quizá también, sugiere Lene, porqué entregó a su mujer a los nazis. Todo indica que Johnny trabaja en un cabaret llamado Phoenix...

Lene quiere dejar atrás el pasado y abrazar con optimismo un futuro en otra tierra. Nelly está obsesionada con reconectar con su vida pretérita. A ella no le preocupa que la rechazaran por judía sino que no la reconozcan como la alemana que siempre fue. Y busca este reconocimiento en la mirada de un marido que ya no identifica su rostro.

A las películas rodadas y o ambientadas en el Berlín de la inmediata posguerra se las suele agrupar bajo la etiqueta de Cine de ruinas. Son títulos ambientados entre los escombros de la capital alemana que, como Alemania, año cero de Roberto Rossellini, ponían en evidencia un país devastado no solo en un sentido físico sino también moral. Phoenix entronca con el ambiente de este cine de ruinas. En este caso la protagonista intenta reconstruir su propia identidad. Y aquí la película plantea una encrucijada política apasionante.

Petzold elabora un melodrama romántico con toques noirs en torno a una mujer para quien, a priori, el amor pesa más que la historia

Según Lene, Nelly debe tomar consciencia de esa condición de judía que la envío a un campo de concentración. Pero ella nunca se ha sentido ligada a este linaje. Y, en este sentido, la película también se posiciona formalmente. En lugar de construir en torno a Nelly un drama que apela a aquella Historia que los judíos han vivido como colectivo, Petzold elabora un melodrama romántico con toques noirs en torno a una mujer para quien, a priori, el amor pesa más que la historia.

Y aquí es donde Phoenix se desarrolla como una muy estimable variante de Vertigo de Alfred Hitchcock. Cuando Nelly por fin encuentra a Johnny, éste no la reconoce como a su esposa, a quien da por muerta, pero es capaz de notar el parecido. Y le propone a esta supuesta otra mujer un trato: hacerse pasar por su esposa para así reclamar una herencia salvaguardada en Suiza. Petzold sitúa a su protagonista en un conflicto brutal: tiene que hacerse pasar por otra persona que a su vez debe reconvertirse en ella misma. Nelly se somete a este proceso con un único objeto: volver a ser la mujer de la que se enamoró Johnny. Encontrar esa mirada final de reconocimiento por parte de un hombre que probablemente la traicionó.

Con este juego de suplantación equívoca de identidades, Petzold no solo homenajea a Hitchock, también demuestra que el conflicto dramático con verdadera enjundia de Vertigo lo vivía el personaje de Kim Novak, y no el de James Stewart. Y el film no desdeña los elementos de suspense propios de un melodrama noir ¿acabará Johnny reconociendo a Nelly? ¿Será verdad que fue él quien la entregó a los nazis para salvar su propio pellejo? ¿Cómo reaccionará Nelly en este caso? ¿Podrá seguir amando a un hombre que posiblemente la traicionó y que parece más interesado en que su esposa esté muerta que viva? ¿Es realmente posible recuperar la identidad perdida en la Alemania de la posguerra?

Esta es la séptima colaboración entre Petzold y su intérprete habitual Nina Hoss, una de las mejores actrices del cine contemporáneo que aquí se enfrenta a un papel harto complejo: encarnar a una mujer con el rostro reconstruido que debe simular convertirse en ella misma. En algunos de sus filmes anteriores, Petzold y Hoss ya habían llevado a cabo aproximaciones al presente y al pasado reciente de Alemania donde el drama se alimentaba con elementos propios del cine de género. En Jerichow (2009), Petzold reelaboraba El cartero siempre llama dos veces de manera que el marido en discordia era un próspero empresario de origen turco. En Barbara, la protagonista era una médico represaliada en la Alemania del Este a la que enviaban a trabajar a un hospital de provincias.

Esta es la séptima colaboración entre Petzold y su intérprete habitual Nina Hoss, una de las mejores actrices del cine contemporáneo

Las películas de Petzold suelen llevar un nombre propio como título. Aquí Phoenix apela al cabaret donde trabaja ese Johnny que durante la guerra ha recuperado su nombre en alemán, Johannes. Entre las ruinas de Berlín, el neón rojo que anuncia el establecimiento recuerda los convulsos pero fulgurantes años anteriores a la ascensión del nazismo. En la secuencia que concluye la película, es precisamente un tema de Kurt Weill, Speak Low, una canción sobre la naturaleza efímera del amor, la que provoca la catarsis que permite a la protagonista confrontar su propia pérdida de identidad en una Alemania que no puede reconciliarse con su pasado.

El trauma vinculado al Holocausto tiende en el cine de ficción a adaptarse a un género en concreto, el del drama histórico de vocación realista. Christian Petzold, uno de los nombres más interesantes del cine alemán actual, le da una vuelta de tuerca al asunto para abordar la fractura identitaria de la Alemania de la posguerra desde el melodrama noir.

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